Covarrubias: Tesoro de la lengua castellana o española

Un diccionario apasionante es el Tesoro de la lengua castellana o española de Sebastián de Covarrubias. Este es el primer diccionario monolingüe del castellano. Se cree que Covarrubias empezó a trabajar en él en 1605, bien entrado ya en los sesenta, lo que prueba que cualquier edad es buena para alumbrar una genialidad.

Los diccionarios del siglo XVII no son como los de hoy. Todavía no se ha inventado la objetividad. El autor asoma por todas partes: incluye en sus artículos anécdotas, citas, historietas, chistes y comentarios personales. Leyendo el Tesoro nos hacemos una idea de quién era Covarrubias y cómo era el mundo en que vivía. Esto no es, quizás, lo que esperaríamos de una obra lexicográfica, pero desde el punto de vista humano, humanístico y literario ahí reside sin duda uno de los valores de este bien llamado Tesoro. Vamos a ver, por ejemplo, el artículo dedicado al camaleón, que no tiene desperdicio (¡hasta se enfada!):

CAMALEON, este animalejo vi en Valencia en el huerto del señor Patriarca Juan de Ribera, de la misma figura que le pintan. Es cosa muy recebida de la su particular naturaleza mantenerse del ayre y mudarse de la color que se le ofrece en su presencia, excepto la roxa y la blanca, que estas no las imita […] Es nombre griego: chamæleon […] Vale tanto como humilis, seu parvulus leo [‘león humilde o pequeño’, A. B.] […] Plinio […] descrive al vivo este animalejo como yo le vi. Pero quanto al grandor devía ser poco más de un palmo y le tenían dentro de una jaula de calandria. Y de este tamaño era el que Pierio Valeriano refiere haver visto en Roma en tiempo de León Décimo en Palacio, lib. 27 de chamalleonte. En el lib. 28 cap. 3 alegado arriba trae Plinio parte de lo dicho y añade calidades del animal y uso dél, y de sus partes, pero no carece de superstición y por esso no lo refiero aquí, por tratarse de la moralidad que sacan los autores de la naturaleza suya. Es el camaleón símbolo del hombre astuto, disimulado y sagaz, que fácilmente se acomoda al gusto y parecer de la persona con quien trata, para engañarla. Significa también el lisonjero y adulador, que si lloráis, llora; y si reís, ríe; y si, a medio día claro, decís vos que es de noche, os dirá que es assí, porque él ve las estrellas. Este tal merecía que se las hicieran ver realmente, con meterle en un poço muy hondo, de donde dizen poderse ver a medio día; y de allí nació el proverbio de amenaza “Yo os haré ver las estrellas a medio día” […]

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Es animal de complexión muy frío. Deve de ser la causa que no se halla sangre en su cuerpo, sino muy poca en el corazón. Y assí está escondido en el Invierno y sale de Verano. Su mayor enemigo es el cuervo. Deve de ser la causa el verle por la apariencia mudado en cuervo. El autor de la Sexta parte de Varia lición dize que herido y muerto el camaleón muere también el cuervo si come dél por poco que sea porque es todo veneno, si bien la naturaleza le proveyó de remedio y medicina y es que si assí como se siente atormentado toma una hoja de laurel mata la ponçoña y cobra salud entera.

Sebastián de Covarrubias: Tesoro de la lengua castellana o española

Como se puede ver por este artículo, tampoco se ha inventado en nuestro Siglo de Oro la diferencia entre diccionario general, enciclopedia y diccionario etimológico. Covarrubias está escribiendo un nuevo tipo de obra: un diccionario monolingüe de una lengua vulgar. Está inventando un género y lo está inventando a su modo.

El tesoro proporciona amplias explicaciones etimológicas porque en esta época se cree todavía que rastreando la etimología se puede encontrar el sentido original y verdadero de la palabra. Esta idea se conoce como falacia etimológica. Ha sido superada ya en lingüística, pero suele ser un punto de vista muy extendido entre los legos en la materia.

La etimología no es ni mucho menos una ciencia exacta. No lo es hoy y no lo era, desde luego, en tiempos de Covarrubias. Muchas de sus etimologías son fantasiosas. Otras quizás sigan siendo válidas en lo fundamental, pero ya están superadas. Sin embargo, tanto unas como otras conservan un valor cultural como testimonio de la reflexión incipiente sobre el léxico de nuestra lengua.

Según avanza la obra, Covarrubias va abreviando los artículos. La razón es muy sencilla y muy humana: le queda poca vida y mucho diccionario. En paralelo con el Tesoro fue redactando un suplemento manuscrito en el que recoge notas y materiales que amplían la edición impresa. Ya en los últimos años el autor estaba tan enfermo que no podía ni escribir, pero aun así siguió ampliando el suplemento al dictado. A menudo se queja con amargura de la incompetencia de los dos amanuenses que emplea.

Como tantas veces ocurre en España, esta obra monumental pasó sin pena ni gloria entre sus contemporáneos. Hubo que esperar un siglo para que se le hiciera justicia. La recién fundada Real Academia Española tiene muy presente el Tesoro cuando acomete entre 1726 y 1739 la redacción del siguiente gran diccionario de nuestra lengua: el Diccionario de autoridades.