Nombres de ciudades extranjeras

Las ciudades extranjeras con las que históricamente hemos mantenido unas relaciones más intensas tienden a tener versiones castellanizadas de sus nombres originales. Estos topónimos traducidos se conocen técnicamente como exónimos.

Así, sin alejarnos mucho de la península ibérica, nos encontramos con que Londres no es —para nosotros— London; ni Burdeos, Bordeaux. Pero, dicho esto, tengo la sensación de que tales denominaciones tradicionales se encuentran en retroceso y que, por ejemplo, el italiano Padova va ganando posiciones frente al castellano Padua.

La situación es compleja, y hay que diferenciar, como mínimo, tres posibilidades. Todos los ejemplos que mencionaré son europeos porque esta es la realidad que geográfica y culturalmente me resulta más próxima, pero no sería demasiado complicado dar con casos análogos en otros continentes.

En primer lugar, encontramos una serie de versiones castellanas que mantienen plenamente su vitalidad. Todavía no me he encontrado a nadie que a Cracovia la llame Kraków; o a Viena, Wien. Esto puede estar relacionado con la frecuencia de uso de las formas en cuestión o con la dificultad (real o percibida) que presente la lengua original para personas hispanohablantes.

En segundo lugar, tenemos denominaciones vacilantes. Las formas castellana y alemana Tubinga y Tübingen alternan. A Maguncia le sirve de poco el ser la cuna de la imprenta: poco a poco se va imponiendo la germana Mainz. San Francisco de Asís hoy tendría que ser San Francisco de Assisi, a juzgar por el éxito que va teniendo el nombre italiano de su ciudad. Gotemburgo también va cediendo posiciones ante el empuje de la sueca Göteborg (con una pronunciación castellanizada góteborg). Como vemos, se trata por lo general de ciudades que no se mencionan con excesiva frecuencia. Esto puede favorecer que la forma tradicional vaya cayendo en el olvido y que la original gane terreno.

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Probablemente contribuyen a este proceso los viajes turísticos, las traducciones apresuradas de noticias, las búsquedas de información en Internet, etc. Todos estos son factores que nos exponen al nombre de las ciudades en su lengua original. Los libros de estilo de los medios de comunicación, como el del diario El País, suelen recomendar las formas tradicionales castellanas, lo que no impide que en sus páginas se cuelen a menudo sus competidoras extranjerizantes.

En tercer lugar, hay que mencionar aquellos nombres que existieron históricamente, pero que hoy han quedado reducidos a meras curiosidades de la historia de la lengua. En el osario de la toponimia podemos localizar muchas de estas reliquias venerables. En tiempos se habló de la ciudad de Brema, pero la única forma que hoy sigue siendo conocida y aceptada es Bremen. Si todavía en 1906 a Ortega y Gasset le pareció normal titular uno de sus artículos “Las fuentecillas de Nuremberga”, hoy ese topónimo ha sido desplazado por la forma levemente castellanizada Núremberg, a la que nos tendremos que referir de nuevo más abajo a propósito de su pronunciación. Cuando a principios de los años noventa se discutía sobre el Tratado de la Unión Europea, también conocido como Tratado de Maastricht, alguien sacó del cajón (con escaso éxito) el viejo nombre Mastrique, que da título incluso a la tragicomedia de Lope de Vega El asalto de Mastrique. Toulouse fue Tolosa de Francia… Pero, para mi gusto, el mejor de todos estos viejos topónimos es Zaragoza de Sicilia, que es como se conoció a Siracusa por influencia del nombre catalán Saragossa de Sicília. Todavía a principios del siglo XIX, el insigne lingüista Lorenzo Hervás y Panduro se refiere así a esa ciudad en su Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas (volumen 4, tratado III, parte II).

Tampoco hay que olvidar, para complicar un poco más el asunto, algunos casos como los de Múnich (en alemán, München) y Núremberg (en alemán, Nürnberg). En la lengua oral, estos están teniendo como competidores no los nombres originales, que resultan poco menos que impronunciables para el hispanohablante medio, sino una pronunciación anglizante [miúnik, niúremberg] que tiene que ver con la manía de pronunciar todo lo extranjero como si fuera inglés.

En los ejemplos anteriores se aprecia a las claras que el nombre castellano es simplemente una versión retocada del original. Sin embargo, a veces, hay denominaciones castellanas que sorprenden por ser completamente diferentes. Así, a la ciudad bávara de Regensburg nosotros la hemos llamado siempre Ratisbona. Coincidimos en esto con los franceses, que la denominan Ratisbonne. Más espectacular aún es el caso de la renana Aachen, conocida entre los hispanohablantes como Aquisgrán y entre los francófonos como Aix-la-Chapelle: tres nombres diferentes, una misma ciudad.

Es posible que todo esto no sea sino una más de las múltiples manifestaciones de la globalización, que empuja a las lenguas hacia la convergencia. En un mundo en el que los contactos internacionales son cada vez más frecuentes, mucha gente tiene acceso de primera mano al nombre original de estas ciudades, mientras que la referencia de la forma tradicional le resulta lejana o, directamente, desconocida. Podríamos ver aquí también una forma de favorecer la comunicación a escala internacional, evitando llamar de formas diferentes a lo que ya tiene un nombre que todos reconocen. En el otro lado de la balanza, hay que poner la pérdida o, cuando menos, decadencia de una parte del léxico que forma parte de nuestra herencia cultural.

Lo que te conviene ahora es hacer el ejercicio siguiente. En él vas a encontrar veinte nombres de ciudades extranjeras escritos entre corchetes. Tienes que escribir la versión española en el hueco de al lado.

1. Un buen día me encontraba en mi casa soñando con cómo sería mi vida si hubiera nacido en otro lugar y en otra época. Me hubiera gustado, por ejemplo, ser el primer portugués que salió de [Porto] y llegó hasta [Mumbai] . Seguramente, en mi recorrido, hubiera hecho escala en [Capetown] , aunque quizás por aquel entonces todavía no se llamara así o ni siquiera estuviera fundada. Quién sabe…

Fantaseaba también con la idea de ser uno de los fundadores de ciudades norteamericanas como [New Orleans] o [Philadelphia] , aunque más frecuentemente mi imaginación vagaba por Europa. ¡Quién hubiera podido vivir en [Assisi] en la época de san Francisco, trabajar en [Padova] en el taller de Tiziano o ser un ciudadano de [Torino] en la época de Víctor Manuel II, cuando esta ciudad era la capital de Italia!

Si hubiera vivido en el Sacro Imperio Romano Germánico, sin duda, habría sido soldado y habría participado en las guerras de religión. Me habría desplazado a las órdenes del emperador desde [Trier] a [Regensburg] , desde [Köln] a [Aachen] o puede que hasta hubiera tenido que ir a [Freiburg] . Aunque, desde luego, habría preferido trabajar en [Mainz] en la imprenta de Johannes Gutenberg. Es más tranquilo y va más con mi carácter. Y tampoco le habría hecho ascos a ser habitante de [Dresden] e inventar la porcelana europea.

Desde luego, convendría evitar [Bordeaux] en la época de la filoxera o [Nijmegen] en la Segunda Guerra Mundial. Para eso, más vale ser banquero en [Basel] o [Lausanne] .

¿Y si hubiera nacido en [Göteborg] ? No lo sé, déjame pensar qué hubiera hecho yo si hubiera nacido en medio de Suecia…


 

23 comentarios en “Nombres de ciudades extranjeras”

  1. El caso de Beijing por Pekín es a mi parecer el más sangrante. Desde los propios medios de comunicación se han empeñado en meternos a la fuerza la denominación china, cuando de siempre ha sido Pekín. Tampoco olvidar la moda reciente de los periodistas televisivos de pronunciar Miami en su forma inglesa [Maiami], cuando esta ciudad es de origen español, como muchas otras de La Florida. Dentro de poco empezarán a decir [Los Eingeles] por Los Ángeles. Tiempo al tiempo.

  2. Amberes también es un caso particular ya que en flamenco es Antwerpen y en francés es Anvers. El caso es que, según la wikipedia, antiguamente en castellano se la conocia como Antuerpia, así que pasamos de castellanizarlo en su variante neerlandesa a castellanizarlo en su variante francesa. Muy buen blog por cierto.

  3. Carísimo Alberto:

    Son siempre muy pertinentes tus notas, felicitaciones.

    Esta importantísima parte de la Onomástica, también llamada Exonimia, está, como has dicho, en retroceso. Lo que es lamentable, pues es una cuestión de política lingüística la defensa del uso de las formas castellanas existentes, otrora consagradas, cuando queremos referirnos a los topónimos de otras latitudes.

    Veo que en portugués, idioma con el cual trabajo, pasa lo mismo, habiendo una suerte de pereza, si se puede decir, en la prensa, principalmente, en buscar las formas existentes en el vernáculo, en lugar de aceptar aquellas impuestas por las agencias de noticias internacionales. Casi siempre, en inglés.

    Como lector atento, he escrito una decena de veces a los periódicos que leo habitualmente, en el sentido de alertar para que utilicen las formas vernáculas de esos nombres que aparecen a diario en la prensa.

    Hace unos dos años, en ocasión de unos atentados ocurridos en la India, la prensa local brasileña publicaba, casi unánimemente, el nombre de la ciudad como Mumbai, olvidándose de la forma tradicionalmente portuguesa Bombaím, la cual incluso figura en Libros de Estilo de algunos de esos mismos periódicos brasileños. Esas nuevas formas confunden a los lectores, quienes pueden pensar que se trata de otros lugares.

    Otra ciudad que tiene su nombre publicado en el original es la suiza Basilea, que figura siempre como Bâle o Bale. Sobre eso, también ya he escrito a la prensa local. Me han contestado que las noticias se publican en un tiempo cada vez más corto, y ya no se pueden controlar esos detalles.

    La Fundéu – Fundación del Español Urgente desarrolla una valiosa labor de, cada vez que se relata en la prensa un suceso ocurrido en países extranjeros, llamar la atención sobre la escritura correcta de los exónimos. Hay unos boletines que se mandan a diario por correo electrónico, a los que se den de alta en ese servicio, con recomendaciones en este sentido.

    Saludos,

    Isac Nunes

  4. Hace unos años quería ir al aeropuerto de Gotemburgo, y era imposible, porque en la agencia no había vuelos. :D Si recuerdo bien, ya para Gothemburg había alguno, pero la mayoría eran para Goteborg (creo que sin diéresis).

    A mí me gusta que se conserven los nombres en español que ya existen, pero también es verdad que a veces se vuelve todo muy complicado: yo acabo de aprender qué ciudad es Aquisgrán, y tardé en comprender que Antwerpen (nombre que leía con frecuncia) era Amberes.

    Otro nombre que creo que va decayendo es Flandes (que lo tenemos hasta en la expresión “poner una pica en Flandes”), porque cada vez se ve más Flanders.

  5. Caro Jon Kepa:

    Has mencionado la ciudad catalana de Lérida, lo que me ha hecho pensar en una obra que utilizo muy a menudo para consulta de las formas castellanas de lo exónimos, el ‘Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española’, de Manuel Seco, el cual, en esa entrada, dice lo siguiente:

    «Lérida – La ciudad y la provincia que en catalán tiene el nombre de Lleida se denominan en castellano Lérida y es la forma que debe usarse cuando se habla o escribe en español».

    Esa es más o menos la definición que ese diccionario da a las ciudades existentes en las comunidades españolas con lengua propia, como son Santurce (en vascuence, nombre de Santurtzi), Gerona (Girona), Vitoria (Gasteiz), Vizcaya (Bizkaia), Oropesa (Orpesa) y centenares de casos más.

    Lo que pasa es que las formas Lérida y Gerona, por ejemplo, por lo menos en documentos oficiales escritos en castellano expedidos en esas provincias, ya no existen. Ya he preguntado a vecinos de esas ciudades, quienes me han dicho que se autoriza el uso de las formas catalanas (Lleida y Girona). El mismo nombre de la comunidad autónoma, muy a menudo viene escrito en esos documentos, escritos en castellano, como ‘Catalunya’, lo que no está correcto.

    En la misma obra de Manuel Seco, en la entrada Letonia, figura lo siguiente:

    «Algunos periodistas distraídos aplican el nombre inglés de Latvia al país báltico que en español se llama Letonia.»

    Para que veáis como la prensa tiene un rol importante en el uso erróneo de las formas alienígenas.

    Otros saludos,

    Isac Nunes

  6. Hola Isaac.
    No porque lo diga la RAE es cierto lo de Gerona y Lérida. Ese fue el nombre que se le dió en castellano a esas dos ciudades, prodigó mucho la fea costumbre de castellanizar los nombres de ciudades, era una especie de venganza ejercida por los vencedires de la guerra civil.
    Existe una diferencia fundamental entre los nombres Girona y Lleida con el de Catalunya (Cataluña)y es que los nombres de las ciudades son los oficiales, se llaman Girona y Lleida como Londres se llama London o Gotemburgo Göteborg. Pero en el caso de Catalunya es distinto ya que la letra “ñ” no existe en catalán, para conseguir ese sonido se emplea “ny”, como en portugués se emplearía “nh”.
    No es de recibo defender el uso de los nombres reales para las ciudades extranjeras y en cambio para las nuestras castellanizarlas.
    En cualquier caso, un saludo.

  7. Caro Jon Kepa:

    Estamos hablando de castellano, documentos escritos en idioma castellano y no catalán.

    Como hablante inquieto, me parece importantísimo que conozcamos las normas onomásticas, las cuales debemos seguir, si queremos expresarnos como mandan las reglas.

    Así, como ha dicho al principio Alberto, otrora, había más cuidado en el uso, no sólo de los exónimos, sino de antropónimos, los nombres de personajes importantes de las artes, literatura, eran todos traducidos, adaptados a nuestro idioma, como son los casos de Carlos Marx, Guillermo Shakespeare, Juan Sebastián Bach, Juana de Arcos, Juan Boccaccio, Camoens; las ciudades alemanas: Tubinga, Francfort del Meno, Westfalia, Brema, Colonia o Nuremberga; o las francesas: Niza, Marsella, Tolosa, Burdeos, Ruán, Lila o Perpiñán, en fin, los nombres se traducían, era lo habitual. ¿No teníamos, de mucho antes, Hesperia o Sefarad, para nombrar a la mismísima España?

    Desde hace muy poco tiempo, aliado a otros fenómenos inherentes a la globalización, creo, los periodistas, en primer lugar, nos echan por la garganta esas nuevas formas de nombrar las cosas archiconocidas, lo que nos lleva a preguntar, constantemente, si estamos hablando de las mismas cosas o si ya son otras.

    Por volver a lo de Cataluña, si un notario leridano escribe un documento en castellano, pienso que lo más apropiado es decir que está en la ciudad de Lérida y no nombrar a esa bella ciudad a la catalana, como si no hubiera un topónimo castellano.

    Saludos,

    Isac Nunes

  8. Creo, Jon Kepa, que nos adentramos en una discusión más política que lingüística. Aquellos que preferís el uso de la palabra no castellana para nombrar un lugar soléis (intuyo que es tu caso, corrígeme si me equivoco) tirar hacia el nacionalismo. Y aquellos que preferimos usar palabras castellanas cuando hablamos castellano, nos definimos como no nacionalistas… y nos llaman de todo (españolistas, nacionalistas españoles, etc).
    Verbigracia, tú dices: “Por la misma razón que queremos que a Londres se le llame London, a Pekin se le debe llamar Beijing ( Beiying)y a Lérida , Lleida.”
    Y yo respondo: ¿Quién quiere llamar London a Londres? Yo no, al menos mientras hable español. Lo mismo me pasa con Lérida (Lleida), San Sebastián (Donosti), Gijón (Xixón) u Orense (Ourense).

  9. Alberto:
    Cuando nos sumergimos en el agua con intención de ver el fondo y no llevamos ningún aparato que nos ayude, enseguida tenemos que salir a la superficie para respirar, pues, de lo contrario, nos asfixiamos. La aceptación de identidades idiomáticas es un gran logro para la cultura de los pueblos. Quienes no somos lingüistas corremos el riesgo de meter la pata si reivindicamos la belleza de llamar Nueva York a Nueva York, Miami a Miami y Londres a London.
    Mira por donde, sin irnos al extranjero, aquí surge el debate ¿O, tal vez, no hablamos de los mismo? Para no incurrir en error de inexperto, me disculpo de traer a colación una larga cita de Alex Grijelmo (Defensa apasionada del idioma español). Dice el periodista:
    “Las ciudades que forman parte del ámbito general de conocimiento de los hispanohablantes cuentan con unos nombres que ya no pertenecen sólo a sus propios vecinos. Palabras como «Madrid» o «Valencia» o «Sevilla» y como las capitales de provincia españolas y ciudades importantes pertenecen a todos los hispanohablantes, igual que Bogotá, Medellín, Acapulco, Monterrey, Mendoza, Puebla, Punta del Este… o Cuzco. Todas las ciudades relevantes tienen traducción a otros idiomas.
    Por tanto, cabe preguntarse si el Parlamento tenía competencia para cambiar —desde arriba— el nombre que en español se dio siempre —desde abajo— a Gerona, Lérida, La Coruña, Orense ( que han pasado a denominarse oficialmente Girona y Lleida, en catalán, y A Coruña y Ourense, en gallego). ¿Se supone que lo mismo han de asumir los argentinos, chilenos, ecuatorianos…?”
    No quiero extender más, la cita de Grijelmo da para mucho —recomiendo su lectura—. Por supuesto todos los idiomas tienen sus propias palabras para nombrar ciudades y así lo hacen en uso de su derecho.
    Saludos,
    Cecilio

  10. Por supuesto que la norma se sentencia por el uso, pero me resisto a hablar de Beijing, Myanmar o Mumbai. ¡Pero qué se habrán creído, ni que las ciudades fueran suyas!

  11. Y respecto a la cita de Seco que traía Isac

    («Algunos periodistas distraídos aplican el nombre inglés de Latvia al país báltico que en español se llama Letonia.»),

    yo añadiría que Latvia no es tanto el nombre inglés… como el nombre original letón. Ahora bien, estoy con Seco en que si nos hemos puesto de acuerdo en llamar Letonia a Latvia, aunque sea impropio, no tiene sentido darle más vueltas.

  12. Excelente artículo. Para mí la explicación es sencillísima: si hablo en un idioma utilizo las palabras de ese idioma y no de otro, incluidos los topónimos, que además, si existen y se usan es porque históricamente son importantes y siguen siéndolo; cuando han dejado de serlo esos topónimos han sido olvidados por la sociedad. Por cierto, quién quiere utilizar London hablando en español. Yo no, desde luego. Si lo escuchara me parecería ridiculísimo. Así que seguiré diciendo Londres, Nueva York, Pekín, Lérida, La Coruña, Fuenterrabía…, al margen de modas o de cuestiones puramente políticas. Añado un nombre de los antiguos completamente en desuso: Ragusa para Dubrovnik y sus habitantes raguseos.
    Saludos.

  13. Sería ideal que cada uno de los hablantes del planeta designara los lugares con una misma denominación y misma fonética, pero esto es aún utópico. De momento, tenemos que ajustar los nombres a las consonantes y vocales con las que nos comunicamos en el día a día, y ahí está el asunto. Pónganse ustedes en el lugar de un chino que tenga que decir “Madrid”, y observen cómo lo transcriben a su extraña iconografía.

    Y sin querer entrar en debates políticos, me sorprende que en Castilla se haga referencia constantemente a [Yirona], cuando el nombre correcto y admitido en nuestra lengua es “Gerona”. Parece que con la primera denominación estemos haciendo referencia a algún toponimio de Italia.

  14. El caso de Pekín/Beijing es más grave de lo que parece, porque es parte de la manía de pronunciar en inglés de la que hablás.

    Beijing es el nombre en mandarín de la capital de China según el sistema de escritura fonética del mandarín (pinyin). Los sonidos asociados a las letras en pinyin no se corresponden con los esperables ni en inglés ni en español, pues no se trata de un sistema de transliteración sino de una adaptación del alfabeto latino para la representación fonética del mandarín estándar. La be larga, por caso, representa una plosiva bilabial sorda, es decir [p]. Una aproximación en español a la lectura correcta de Beijing (en chino) es Peichín, que como se ve se parece mucho más a nuestra forma tradicional Pekín que a Beiyíng.

    ¿Qué pasó? Cuando en los años 50 el gobierno de China Popular oficializó el uso del pinyin, pidió a los gobiernos que lo reconocían que pasaran a usar su toponimia oficial en lugar de la transliteración Wade-Giles en uso por China Nacionalista (Taiwán). Como el inglés no tiene una academia de la lengua el uso de Beijing rápidamente se fue extendiendo, obviamente pronunciado mal porque nadie que no estudie chino tiene por qué leer pinyin.

    De ahí a su llegada al castellano sólo hay un paso. Como Beijing está “en inglés” suena más moderno y correcto (?) que Pekín, por lo cual la prensa deportiva y no tanto comenzó a usarlo en forma extensiva. Pero, como se ve, no está en inglés y tampoco es correcto salvo que se lea como corresponde, y entonces se estaría hablando mandarín estándar en lugar de castellano.

  15. Para 17.Veronesse:
    ‘Pónganse ustedes en el lugar de un chino que tenga que decir “Madrid”, y observen cómo lo transcriben a su extraña iconografía.’

    Póngase usted en el lugar de ese chino y verá que, para decir Madrid, no necesita iconografía ninguna. Creo que se está refiriendo a un sistema de escritura que puede que a usted le resulte extraño, pero créame que a ellos les funciona.

    Pero yo venía buscando ayuda con un topónimo bastante alejado del Imperio del Centro. He encontrado referencias a “El sitio de Bredá”, una comedia de Calderón que trata de lo mismo que el célebre cuadro de Velázquez “La rendición de Breda” o “Las lanzas”. Es curioso que coexistan (o coexistieran) las dos variantes, y me gustaría saber cuál de las dos acentuaciones es la más próxima al nombre original en neerlandés. ¿Alguien lo conoce? Gracias.

  16. Me refiero a Cecilio-13 cuando dice: “…cabe preguntarse si el Parlamento tenía competencia para cambiar —desde arriba— el nombre que en español se dio siempre —desde abajo— a Gerona, Lérida, La Coruña, Orense (que han pasado a denominarse oficialmente Girona y Lleida, en catalán, y A Coruña y Ourense, en gallego)” y le comento que yo nací en el 45 en Lleida y ahí “siempre” Lleida ha sido Lleida para toda la gente (más abajo, como dice él, imposible).

    Soy partidario de respetar la toponimia local, pero los que no lo son entiendo que también deberían respetar que a Zaragoza se le llame Saragossa; a Cuenca, Conca; a Teruel, Terol; a Huesca, Osca; etc.

  17. Kepa, tan cierto es que en época de Franco se castellanizaron muchos topónimos sin tradición en español como que ahora se están descastellanizando otros con gran tradición. Y sigue siendo cierto, a mi parecer, que tan mala es una cosa como la otra. Los idiomas no deben regularse por decreto. Y acaso adelantándome a comentarios en el sentido de que la R.A.E. sí lo hace, respondo que nadie está obligado a seguir las normas de la R.A.E., pues no legisla; pero sí hay leyes y decretos que dicen cómo tenemos que hablar o escribir: nombres «oficiales», «todas y todos», etc.

    Gerona y Lérida, por ejemplo, vienen del latín Gerunda e Ilerda, no creo que fueran inventos franquistas.

  18. Uno de los casos más llamativos es el de la Haya, que los locales llaman Den Haag. Hace falta recablear unas cuantas conexiones hasta que el cerebro se acostumbra.

    Saludos
    El tonto

  19. Gracias por la aclaración, ahora sé que las Olimpiadas del 2008 se celebraron en Pekín y no en Beijing, uf, y yo que creía que era un verdadero ignorante…

  20. Siempre me han gustado los nombres que dan los italianos a las ciudades alemanas: Francoforte (Fráncfort), Monaco di Baviera (Múnich), Stoccarda (Stturgart)y otros muchos más parecidos al español.

    ¿Alguien sabe si Sttugart se ha dicho de alguna otra forma en español?

    ¿Múnich y Fráncfort se ha dicho antes de alguna otra manera?

    ¿Y algunas otras ciudades alemanas?

  21. Un artículo excelente, y si me permites una observación:

    Hace muchos años, en respuesta a mi pregunta sobre este tema, un eminente intérprete y traductor me dijo que el hecho de que un lugar tenga traducción denota su importancia. Es absurdo pretender que llamemos los sitios por su nombre en su lengua original. Si no, habrá que eliminar también la transliteración y escribir Pekín como Beijing pero en caracteres chinos, ¿no?

    Fijaros cómo linda esto en lo absurdo:

    “El próximo weekend (aunque no es un topónimo, es concepto anglosajón y si aplicamos la regla de tres propugnada por algunos tampoco debería traducirse) me voy a London, England, donde daré una vuelta en barco por el River Thames, luego iré a Number Ten Downing Street a ver al Prime Minister, de ahí al Foreign Office y luego a los Houses of Parliament para ver a los Members of Parliament. El siguiente weekend, iré a New York, United States of America, para ver donde estaban las Twin Towers, Brooklyn Bridge, 7th Avenue…”

    Al margen de esta caricatura, usar topónimos en su lengua original cuando existe traducción es un esnobismo que produce vergüenza ajena.

    Además, ¿es cuestión de franquismo y nacionalismo que los países de habla inglesa traduzcan Sevilla/Seville, o Andalucía/Andalusia, Mallorca/Majorca o quiten las tildes porque no las saben usar o generar en su ordenador? ¿También fueron el franquismo y el nacionalismo responsables de la traducción de los nombres de los países? Evidentemente la gente tiene demasiado tiempo.

    País, paisaje y paisanaje…

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