Introducción

El uso de las mayúsculas es una de las áreas donde las Academias de la Lengua introdujeron cambios más radicales cuando publicaron la Ortografía de la lengua española de 2010. La edición anterior (1999) despachaba esta cuestión en apenas seis páginas. Ahora, en cambio, cuentas con un conjunto amplio y detallado de reglas que intentan cubrir todos los casos imaginables.

Hasta 2010, las normas ortográficas aportaban tan solo un puñado de orientaciones generales sobre las mayúsculas. Eran incontables las ocasiones en que nadie sabía demasiado bien cómo proceder. En la práctica, se actuaba por costumbre. Coexistían diferentes tradiciones editoriales, que se combinaban, incluso, con hábitos y manías personales. Esto daba lugar a una amplia variación en los textos. Lo que un periódico señalaba con mayúscula, otro lo podía dejar en minúsculas. Algunas editoriales eran más generosas con las letras capitales, mientras que otras procuraban economizarlas… y así sucesivamente.

Existía una necesidad real de unificar esta diversidad de usos. Sin embargo, este es uno de los casos en que se cumple aquello de que uno debe tener cuidado con lo que desea porque se puede hacer realidad. Las Academias de la Lengua han tomado el toro de la ortografía por los cuernos de las mayúsculas. El resultado es un conjunto de normas enormemente extenso. Existen unas pocas reglas generales que podrás aplicar a multitud de casos; pero, sobre todo, te vas a encontrar una casuística de lo más variado.

La Ortografía de 2010 fue doblemente rupturista en cuanto a las mayúsculas:

  • Modificó reglas que estaban establecidas en versiones anteriores de la Ortografía de la lengua española.
  • Rompió con costumbres (mejores o peores) que se habían ido asentando allí donde no había reglas explícitas.

Se constata una tendencia clara. Tradicionalmente, el español era una lengua parca en el empleo de las mayúsculas, pero desde 2010 se restringe aún más el uso de este tipo de letra. Las reglas actuales solamente lo autorizan con cuentagotas. Hasta tal punto es así que te puedo dar el siguiente consejo:

En caso de duda, quédate con las minúsculas: tienes más probabilidades de acertar

 Históricamente, cada lengua europea ha llegado a soluciones diferentes en el ámbito de las mayúsculas. Por ejemplo, el alemán hace un amplio uso de ellas. Esto se explica porque ha descargado sobre ellas funciones que no son solamente ortográficas, sino también gramaticales. En esta lengua, la mayúscula es una marca que identifica al sustantivo: a cualquier sustantivo, no solamente a los nombres propios. El sentido de un enunciado puede alterarse por completo dependiendo de si escribes con mayúscula o sin ella, por ejemplo:

(1) Die Spinnen!

Aquí la mayúscula de Spinnen señala un sustantivo. Podemos traducir así el ejemplo:

(2) ¡Las arañas!

La cosa cambia si elimino la mayúscula:

(3) Die spinnen!

Ahora lo que tengo es un verbo. El significado se ha puesto patas arriba:

(4) ¡Estos están mal de la cabeza!

Como ves, la diferencia es como de la noche al día. En cambio, en español, las mayúsculas funcionan de manera completamente diferente. Poseen dos funciones principales:

  • Marcan el inicio de los enunciados.
  • Señalan los nombres propios.

Además, les corresponden algunas funciones secundarias:

  • Forman siglas.
  • Distinguen los números romanos.
  • Llaman la atención en ciertos contextos.

El grueso del empleo de las mayúsculas corresponde a las funciones principales. Las secundarias resultan muy periféricas, por lo que tienen un rendimiento bastante limitado. Consecuentemente, en nuestro idioma necesitamos menos mayúsculas que en alemán (muchas menos, créeme). Nos alineamos en esto con el francés, que también restringe mucho el uso de mayúsculas. En cambio, el inglés demuestra una cierta debilidad por las letras capitales. Se inclina por ellas en muchos casos en que nosotros preferimos la minúscula. Como te puedes imaginar, esto está teniendo consecuencias para nuestra ortografía.

El inglés es, con diferencia, la lengua que ejerce una mayor influencia sobre el español en el siglo XXI. Sus usos ortográficos se contagian a menudo al español. A menudo, ocurre por mediación de traducciones apresuradas o, directamente, automatizadas (y que necesitarían pasar por un proceso de revisión). Pero también influyen probablemente las interferencias que acaban recibiendo quienes pasan gran parte de su jornada de trabajo manejando documentos en inglés e incluso el prestigio de que goza todo lo que rodea a esta lengua.

Además, la mayusculitis se ve favorecida por otros factores. Quienes se sienten inseguros en su ortografía tienden a la hipercorrección, es decir, se equivocan por pasarse de correctos. Quizás han estado escribiendo una palabra en minúsculas (correctamente); pero, de pronto, se la encuentran con mayúscula en algún contexto en que no viene a cuento. Al instante se sienten sorprendidos en falta. La respuesta suele ser adoptar esa mayúscula incorrecta.

Existe otro factor que no es despreciable. Las mayúsculas son uno de los recursos favoritos de quienes quieren darle importancia a lo que quizás tenga poca o, incluso, ninguna. En los tiempos que corren, no te sorprenderá encontrar mayúsculas que inundan los textos por esa única razón.

Sin embargo, tú no vas a caer en las trampas que te tienden las mayúsculas porque para eso vas a aprender aquí a usarlas correctamente.