Para empezar, vamos a dejar sentados unos cuantos principios que te van a ayudar a entender mejor cómo funciona el sistema que conforman las mayúsculas y las minúsculas.
Ya hemos dicho que las mayúsculas se utilizan con cuentagotas en español y que la Ortografía de 2010 acentuó esta tendencia. Por tanto, no debería sorprenderte este primer principio:
Solamente se escribe mayúscula cuando existe una regla que lo autoriza
Las minúsculas son la opción por defecto. Por tanto, insisto: en caso de duda, te conviene utilizar minúscula. Si no encuentras una regla que autorice la mayúscula, harás bien en quedarte con la minúscula. Además, el principio que acabamos de enunciar cuenta con el siguiente reverso, que podrás comprobar a lo largo de las siguientes lecciones:
Hay reglas para utilizar las mayúsculas, pero no las minúsculas
El motivo es simple: las minúsculas no necesitan ningún tipo de permiso especial para aparecer, a diferencia de lo que ocurre con sus hermanas mayores. Cuando digo hermanas mayores, lo hago por un doble motivo:
Las mayúsculas estaban pensadas para escribir arrancando trozos de material. Piensa en el artesano romano que tenía que grabar una inscripción en una plancha de mármol. Las líneas rectas eran sus amigas. Las minúsculas nacieron mucho después para facilitar una técnica diferente de escritura, que consistía en depositar un pigmento sobre un soporte. La escritura con tinta acabó por modificar la forma de las letras. En esas condiciones, las formas redondeadas ayudaban al escriba.