Aprender a manejar el diccionario es imprescindible para escribir bien. En mis cursos yo siempre hago mucho trabajo de diccionario con mis alumnos por una razón muy sencilla. Es imposible redactar un texto sensato sin saber manejar el diccionario. Y no solo eso: es necesario saber elegir el diccionario adecuado en cada momento. Eso lo saben bien quienes estudian conmigo. Utilizar el diccionario equivocado puede hacer más daño que bien. Esos errores te quitan credibilidad porque te hacen perder el respeto de tus lectores.
Un día, en una clase, una de mis alumnas me llamó la atención sobre una característica del diccionario. Era una estudiante avezada y llevaba varios días dándole vueltas a esa característica, a la que no le encontraba explicación. El Diccionario de la lengua española sigue el orden alfabético, pero en el lema de los artículos aparece en primer lugar el masculino y a continuación, abreviado, el femenino. Concretamente, ella estaba observando cómo funcionaba esto en los nombres de profesión, por ejemplo:
abogado, da.
Mi alumna argumentaba que el orden lógico debería ser este otro:
abogada, do.
La a es la primera letra del alfabeto. Por tanto, si el diccionario se ordena de manera estrictamente alfabética, el femenino debería aparecer en primer lugar.
Se preguntaba si la alteración del orden se debía a que el oficio se asociaba tradicionalmente a un sexo u otro. Sin embargo, esas consideraciones no influyen en el orden. La prueba la tienes en este lema, que se refiere a un oficio tradicionalmente femenino:
partero, ra.
También se sorprendía porque, según el diccionario, quien va por ahí concertando amores no es celestino, na sino celestina a secas. Los únicos celestinos previstos son los monjes de la Orden de los Celestinos. El artículo correspondiente sí que tiene un lema celestino, na.
El problema es más complejo de lo que parece a simple vista. Palabras como abogado admiten diferentes terminaciones que expresan género y número. El conjunto de formas completo es este:
abogado
abogada
abogados
abogadas
En el diccionario, para abreviar, se toma una forma como representante de todas. Así nos ahorramos el decir: “la palabra abogado, abogada, abogados, abogadas“. Simplemente hablamos de “la palabra abogado“. Esto es lo que se denomina forma canónica. En nuestra tradición lexicográfica, la forma canónica para los sustantivos es el masculino singular; para los verbos es el infinitivo.
En el caso de los nombres de profesión, el diccionario debe especificar que existe el femenino porque no siempre es así. Por ejemplo, hoy por hoy, para piloto no hay una forma pilota.
Para alfabetizar las entradas se toma en cuenta solamente la forma canónica. La terminación de femenino que aparece a continuación es una indicación adicional. Está ahí para que el usuario sepa que ese femenino existe.
La forma canónica es convencional hasta cierto punto. Por ejemplo, para el verbo, en castellano, tomamos el infinitivo (amar), pero en latín tradicionalmente se utiliza la 1.ª persona singular del presente de indicativo (amo).
Así que la pregunta ahora es otra: ¿por qué tiene que ser el masculino la forma canónica? Eso tiene también su explicación. Lo dejo como materia para que reflexiones.