El arte de hablar persuasivamente
La retórica es el arte de hablar persuasivamente. Son estrategias que se vienen aplicando desde la Grecia clásica para que un texto o un discurso resulte convincente, ameno y atractivo para el público.
Se equivoca quien piensa que estos recursos encuentran su lugar solamente en literatura. La retórica surge en Grecia por un motivo muy específico. Todavía no se habían inventado ni los procedimientos judiciales ni los abogados defensores. Cuando se producía un conflicto, cada ciudadano tenía que presentarse delante de una asamblea para defenderse. Enseguida, las ciudadanos atenienses se dieron cuenta de que ganar no siempre dependía de los méritos de la causa. A menudo se llevaba el gato al agua quien sabía hablar mejor, es decir, el orador que conseguía convencer, entretener y emocionar.
Eso aumentó el interés por describir y estudiar mecanismos que conseguían ciertos efectos en el público de manera previsible. En nuestros días, este conocimiento se sigue utilizando a diario para ganarse al jurado de un juicio, para enfervorizar a los seguidores de una opción ideológica, para redactar manuales que invitan a aprender o novelas con una prosa brillante que cautiva al lector.
Una advertencia: No te dejes asustar por los nombres técnicos de las diferentes figuras. Detrás de esas palabras complicadas hay conceptos que cualquiera puede entender y utilizar. Yo te los voy a explicar de forma clara y práctica. Así podrás introducirlos en el lugar perfecto para amplificar el efecto de tu discurso o de tu texto.
El hipérbaton
El hipérbaton consiste en alterar el orden normal de los elementos de la frase. La lengua española se caracteriza por tener un orden bastante libre. Por eso, la alteración debe ser un tanto marcada para que hablemos propiamente de hipérbaton.
Fray Luis de León explota el hipérbaton en su «Oda a la vida retirada»:
(1) Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto
Aquí llama inmediatamente la atención la expresión del monte en la ladera. Hemos invertido el orden de los elementos. Normalmente nos expresamos así:
(2) en la ladera del monte
Precisamente, esa distancia con el lenguaje corriente nos sitúa en un espacio poético. En realidad, fray Luis introduce un hipérbaton más radical todavía. El orden lógico es este:
(3) Tengo plantado un huerto por mi mano en la ladera del monte.
En cuanto ordeno la frase, se pierde la magia de la poesía. Mi versión es una descripción perfectamente anodina de una realidad normal y corriente.
El hipérbaton le permite al autor guiar la atención del lector hacia ciertos elementos de la frase: los que disloca. Esos versos hacen destacar al monte en sí (en contraste con la ladera) y también a la mano que hay detrás de ese huerto. Están descolocados en la frase y eso le lanza un mensaje al lector: fíjate bien en esto.
La poesía es lenguaje con esteroides. El lenguaje poético explota al máximo las posibilidades expresivas del idioma. Por eso hace un uso intensivo del hipérbaton y de todas las figuras literarias. Sin embargo, tú puedes sacarle rendimiento al hipérbaton en todo tipo de textos.
El lenguaje publicitario tiene puntos de contacto con la poesía. Al igual que esta, tiende a presentarnos un mundo embellecido e idealizado, aunque sea con intención comercial. Por eso recurre a todo tipo de estrategias expresivas y persuasivas. Hace décadas, un anuncio de detergente cautivó a los españoles por su llamativo hipérbaton:
(4) ¡Las manchas! ¡Una solución quiero!
Al colocar la solución en primer lugar, centramos la atención sobre ella. El anuncio da a entender que ese producto es la solución al problema del consumidor.
El refranero recurre a menudo al hipérbaton:
(5) Quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija.
Ese refrán violenta el orden normal. Eso refuerza la expresión y subraya la enseñanza que se encierra en esas palabras. Normalmente nos expresaríamos así:
(6) Una buena sombra cobija a quien se arrima a un buen árbol.
El hipérbaton se puede convertir en una forma de caracterizar a un personaje. Yoda, el famoso maestro jedi de Star wars, se distingue por su generoso uso de esta figura. Esta es su típica manera de hablar:
(7) Imposible ver el futuro es.
Dentro de la literatura en lengua castellana, el rey del hipérbaton es el poeta cordobés Luis de Góngora. Sirvan de muestra estos tres versos de su Fábula de Polifemo y Galatea:
(8) Un monte era de miembros eminente
este que, de Neptuno hijo fiero,
de un ojo ilustra el orbe de su frente
Voy a intentar traducirlo:
(9) Este hijo fiero de Neptuno que ilustra de un ojo el orbe de su frente era un monte eminente de miembros.
El poeta está dando a entender que el cíclope Polifemo, hijo del dios Neptuno, era un monstruo membrudo con un solo ojo en medio de la frente. El desorden de la frase potencia el esteticismo del lenguaje gongorino.
El nombre de esta figura admite dos plurales (y los dos son irregulares):
(10) los hipérbaton
(11) los hipérbatos
Ejercicios
Ejercicio 1
Estos famosísimos versos de Gustavo Adolfo Bécquer contienen un hipérbaton fuertecito. Tradúcelos al lenguaje corriente. Compara el original con tu versión. ¿Qué se ha perdido en esta operación?
(12) Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar.
Ejercicio 2
Los cuatro ejemplos siguientes siguen el orden lógico de la oración. Reescríbelos con hipérbaton. A ver hasta dónde puedes retorcer la oración sin llegar a romperla.
- Acuérdate de regarme las plantas.
- Llama a tu madre cuando llegues a Australia.
- Parece que hoy me he levantado con el pie izquierdo.
- Calienta cinco alacranes vivos en un alambique para elaborar esta poción.
Ejercicio 3
Inventa tú ahora tu propio hipérbaton. Te doy libertad. ¿Ya lo tienes? Léelo con atención. ¿Qué efecto te sugiere?