Las connotaciones

Para utilizar el vocabulario de manera adecuada, has de saber que las palabras no solamente son portadoras de significado. A menudo se cargan de connotaciones. Las connotaciones son ideas y emociones que una palabra le sugiere al lector.

Voy a intentar aclarar a qué me refiero. Si yo acudo al diccionario a buscar la palabra primavera, voy a encontrar esta definición:

(1) Estación del año que, astronómicamente, comienza en el equinoccio del mismo nombre y termina en el solsticio de verano.

Ese es su significado. Sin embargo, esa información se queda corta para emplear el término adecuadamente. Los seres humanos no somos robots. Para nosotros, la primavera es mucho más que eso. Esa palabra evoca en el lector ideas y emociones como estas:

  • vida
  • alegría
  • renacer
  • despertar
  • esperanza

Esas son sus connotaciones. Por eso, en 1968 se acuñó esta expresión para referirse a un intento de apertura política en la Checoslovaquia comunista:

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(2) La Primavera de Praga

La Primavera de Praga empezó en pleno invierno y acabó bien entrado el verano. La denominación no es cronológica. Se escogió esa palabra porque aquello fue un momento de esperanza para el país centroeuropeo.

Las connotaciones no son estrictamente significado, sino una capa que se superpone al significado de la palabra. Tú necesitas dominar el plano de la connotación para convertirte en un escritor experto. Cuando lo consigas, tendrás entre tus manos una herramienta poderosa para causar un impacto con tu texto. Como de costumbre, un gran poder lleva aparejada una gran responsabilidad.

A menudo, las connotaciones se utilizan para guiar disimuladamente la interpretación de los hechos. En casos extremos pueden rayar en lo tendencioso y manipulador. Por ejemplo, estas dos expresiones se utilizan a menudo para inducir una interpretación positiva o negativa respectivamente sin necesidad de entrar en las virtudes o defectos de cierta realidad:

  • cultura de
  • mentalidad de

La expresión cultura de arroja una luz positiva sobre cualquier práctica o actitud. El efecto se consigue gracias al prestigio de la palabra cultura, que contagia positivamente todo lo que toca, por ejemplo:

(3) En España existe una cultura de la propiedad.

Afirmaciones como esa se utilizan frecuentemente en mi país para justificar y apoyar la práctica de comprar piso. Esa operación inmobiliaria se presenta casi como algo consustancial con la identidad y el estilo de vida de una nación. Eso evita entrar en el debate sobre las ventajas e inconvenientes de comprar y alquilar en cada etapa de la vida, en cada ciudad, según las circunstancias de la economía…

En cambio, con la expresión mentalidad de le puedo dar la vuelta inmediatamente al mismo estado de cosas:

(4) En España predomina la mentalidad del pisito.

Ahora, el hecho de comprar un piso se presenta como algo que limita, como una forma irreflexiva de actuar por pura costumbre, sin valorar alternativas… La clave está en que mentalidad encierra connotaciones fuertemente negativas. Esa palabra basta para teñir de negro la realidad de la que estamos hablando.

Las connotaciones se explotan a menudo en el discurso político y en las noticias. Es una forma de inducir en el lector la interpretación que le interesa a quien escribe. El siguiente ejemplo lo adapto de un diario:

(5) Este estudio de Washington ha despertado malestar en Panamá.

La palabra malestar implica que alguien está obrando indebidamente. Esa acción reprochable despierta una emoción negativa en quien se ve injustamente maltratado. El malestar es simplemente el reflejo de una actuación reprobable que se ha producido en primer lugar. Esa forma de redactar le dice al lector quiénes son los buenos y quiénes son los malos sin necesidad de entrar en el fondo del asunto. El ejemplo está dando a entender de manera disimulada que el Gobierno de Estados Unidos ha cometido un atropello. Parece que informa; pero, en realidad, genera opinión.

Te muestro otro ejemplo típico de textos periodísticos:

(6) Los agentes inmobiliarios alertan de que el alquiler está dejando de ser rentable para los propietarios.

El verbo alertar implica que hay un peligro inminente, que nos enfrentamos a una situación que requiere medidas urgentes. El ejemplo está describiendo un estado de cosas que perjudica los intereses de propietarios e inmobiliarias; pero no lo presenta así, sino que lo convierte en un riesgo para la sociedad en su conjunto. Por supuesto, los propietarios tienen sus ideas sobre cómo deben funcionar los alquileres. No obstante, yo me imagino que los inquilinos podrían aportar su propia perspectiva si alguien se molesta en preguntar. La connotación se introduce ahí precisamente para que nadie pregunte. Son dos partes diferentes y cada una tiene sus propias necesidades e intereses. El debate se da por zanjado antes de que comience.

Hasta aquí he analizado casos en que las connotaciones se aprovechan para llevar el agua al molino de quien escribe. Esto tiene sus implicaciones éticas, pero reconocerás que los autores de los ejemplos saben lo que hacen.

En cambio, los escritores inexpertos no siempre atinan con las connotaciones. Eso da pie a discordancias entre estos dos planos:

  • lo que significa la palabra
  • lo que sugiere

Es lo que ocurre en el siguiente ejemplo:

(7) Las ayudas por la crisis energética han empezado a retirarse, pero las que afectan a este sector continuarán.

Una ayuda económica es un beneficio. Sin embargo, el verbo afectar introduce ahí una idea de daño o perjuicio. Por tanto, surge una contradicción entre lo que digo y lo que doy a entender. Necesitamos sustituir ese verbo:

(8) Las ayudas que {apoyan/favorecen/benefician} a este sector continuarán.

Te muestro un ejemplo en el que el verbo afectar sí resulta adecuado. Así podemos comparar.

(9) La sequía está afectando a la cosecha de aceituna.

Ahora sí que hay una armonía entre la idea de daño de la palabra sequía y las connotaciones negativas del verbo afectar.

Observemos ahora un caso de signo contrario. Esta expresión encierra connotaciones positivas:

(10) fruto de

En sentido figurado, indica que algo surge como resultado de otra cosa:

(11) El tratado de paz es fruto de las gestiones de un pequeño país.

En el ejemplo, fruto de implica la idea de ‘resultado beneficioso y deseable’. De hecho, en el mundo, un fruto es un alimento apetecible, jugoso y saludable. Los frutos que crecen en las plantas poseen un aspecto positivo que se traslada a los usos figurados de la palabra fruto. Por eso, no conviene emplear fruto de para referirse a consecuencias negativas. Precisamente, ese es el problema que aqueja a este ejemplo, que adapto de unas declaraciones políticas:

(12) El accidente es fruto de la absoluta falta de planificación y del descontrol municipal.

Vamos a mejorarlo:

(13) El accidente es consecuencia de la falta de planificación.

En definitiva, me interesa que recuerdes lo siguiente. Más allá del significado, las palabras pueden sugerir contenidos que se sitúan en el plano de las actitudes, emociones, perspectivas, prejuicios, valores sociales, etc. Tú puedes explotar esas connotaciones en tus textos. Gracias a ellas, conseguirás resultados de lo más diverso que, idealmente, serán compatibles con la ética. Por eso, debes revisar tus textos con detenimiento para asegurarte de que las connotaciones de tu vocabulario resultan adecuadas al contexto y a tu intención.