Para qué leer

Esta semana me he hecho una pregunta y quiero compartir la respuesta contigo. De vez en cuando, me gusta preguntarme para qué hago las cosas. ¡Cuidado! No por qué, sino para qué. Hay un matiz. Tener claro mi para qué me aporta claridad. Por eso, me gusta sentarme con tranquilidad y escribir las respuestas a ese para qué. Lo de fijarlo por escrito también lo hago por algo. Escribir es para mí la mejor manera de pensar.

¿Para qué leo? Esa es la pregunta y estas son mis respuestas.

Yo leo para mantenerme joven. No joven de cuerpo (que, quizás, también). Se trata de mantener mi mente en forma. La lectura diaria es el secreto para que el intelecto funcione como una máquina bien engrasada.

El cerebro es un órgano como cualquier otro. La mejor forma de conservarlo es ponerlo a trabajar. Así me mantengo fuerte de cejas para arriba. Porque esa es otra particularidad del trabajo intelectual. El cuerpo tiene unos años de juventud y, después, poco a poco, va declinando. En cambio, la mente puede seguir creciendo y fortaleciéndose si la sabemos tratar. Eso lo he visto yo y lo has visto tú en algunas profesiones intelectuales. Esos profesionales van mejorando constantemente con los años.

Yo todos los días leo para poner mi cerebro a funcionar. Me gusta seleccionar obras exigentes. Es una sesión de pesas para mi mente. A mí me funciona. Pruébalo y cuéntame después el resultado.

Además leo para mantenerme al corriente de las últimas tendencias. Este para qué está muy relacionado con el anterior. He tenido la suerte y el privilegio de llegar a la cincuentena. Son más de cincuenta años viviendo en este planeta, conociendo gente, descubriendo ideas, aportando las mías a los demás, navegando el cambio constante que caracteriza a los tiempos que nos ha tocado vivir.

Formulario suscripción (#5)

Suscríbete
gratis

Suscríbete al boletín semanal del Blog de Lengua para escribir mejor. Recibirás materiales útiles sin ningún coste. Además, te llevas gratis un magnífico manual de acentuación en PDF.

A mí me gusta vivir en mi época. Ahí es donde quiero seguir. A medida que el mundo se mueve, yo avanzo con él. Quiero seguir en la cresta de la ola. Para eso necesito leer, leer a diario, leer con intensidad, leer con criterio. Mientras cumpla esa tarea, retendré la agilidad necesaria para mantenerme al día. Así me aseguro de que las novedades trabajan a mi favor e incluso tengo la opción de aportar yo algunas a la discusión.

Este otro para qué se relaciona con el anterior, pero prefiero mantenerlo separado. Yo leo para aprender cosas nuevas. ¿Quiero conocer mejor un país? Leo sobre ese país. ¿Quiero adquirir una nueva habilidad? Estudio con los mejores textos que puedo encontrar. ¿Necesito superar un reto? Acudo a los expertos que han publicado las mejores obras sobre la materia. ¿Deseo encontrarme conmigo mismo? Me pongo al habla con los maestros de la espiritualidad. No importa lo que quiera aprender: sé que siempre hay un libro esperándome con la solución.

Leer para aprender está bien, pero nunca me basta lo que he aprendido. Leo constantemente para superarme en los ámbitos que ya conozco. Yo soy filólogo de formación. Lo mío es la lengua y la literatura. Llevo toda una vida enseñando.

Lo que más me gusta de mi profesión es ayudar a otras personas a escribir. Por eso mismo, estudio a diario para ser mejor filólogo y mejor profesor. Eso me permite acudir aquí semana tras semana y aportar algo. Por eso puedo ayudar a mis alumnos a subir de nivel en su escritura. Gracias a eso ya hay personas que están terminando de escribir su libro. Aprovecho para dar las gracias a quienes confían en mí para conseguir resultados.

Además leo para poner a los mejores a mi servicio. Sí, sí, cuando leo, pongo a trabajar para mí a las mentes más potentes del planeta. Cuando estudio un libro, absorbo en diez horas el conocimiento y la experiencia que ha acumulado durante toda una vida uno de los maestros universales de las ciencias o de las artes.

¡Muy importante! El siguiente para qué es importantísimo para mí. Si también lo es para ti, tú eres uno de los míos. Yo leo para disfrutar con la belleza de las palabras, de las frases, del idioma… Yo soy un enamorado de las palabras. Los sonidos del lenguaje son música celestial para mis oídos. Un rato de lectura sosegada me permite regalarme con una de las melodías más exquisitas del planeta: el sonido del lenguaje humano.

También me sirve para apreciar la elegancia en el estilo, la arquitectura del texto, la construcción de la frase. Puedo absorber lecciones vivas de estilo, de gramática y de vocabulario que me llegan directamente de quienes mejor han dominado el idioma a lo largo de los siglos. Solamente por eso ya me merece la pena tomar un libro entre las manos.

Por si todo esto fuera poco, yo leo para encontrar un oasis de paz que está en mi interior y que se me revela cada vez que me sumerjo en los renglones de la hoja impresa. Accedo a ese espacio maravilloso cuando alcanzo ese nivel de lectura profunda, atenta, en que bebemos cada una de las palabras que encontramos en la página. Si tú has estado ahí alguna vez, sabes de lo que te hablo.

Para mí es una experiencia mágica quedarme a solas con un libro por la noche, a esas horas en que todo está en calma a mi alrededor. Yo estoy ahí, arropado y protegido en mi sillón, con la luz justa para leer. Es mi forma de aterrizar suavemente después de los afanes de una jornada de trabajo. Me trae paz, me inspira tranquilidad, me ayuda a encontrarme conmigo mismo antes de dar el día por cerrado.

Después de ese rato de lectura, puedo irme a la cama a dormir para reponer fuerzas antes de lanzarme a la aventura del día siguiente.

Por otro lado, te confieso que no tengo elección. Leo para atender una pulsión, una necesidad que habita en mí: no concibo mi vida sin leer. Desde pequeñito he sido un lector voraz. Eso ha marcado mi vida, me ha convertido en la persona que soy. Si alguna vez me he sentido incapaz de leer, eso ha sido una señal: algo grave estaba pasando en mi vida. Cuando he retomado los libros, ha sido porque las aguas volvían a su cauce.

Leer me sirve para vivir otras vidas. Gracias a la literatura puedo entrar en la mente de un caballero del siglo XVI, explorar el alma de una reina, hacerme niño nuevamente, descubrir otros oficios, asomarme a culturas exóticas, desembarcar en otros continentes, alcanzar los confines de la Tierra e incluso lanzarme a un viaje interestelar. ¡Y todo eso mientras estoy en casa con mi mantita en el sillón! ¿Qué más se puede pedir?

Por supuesto, leo para inspirarme. Yo creo en el poder de la polinización cruzada para fertilizar las ideas y que estas fructifiquen. Para rendir al máximo en mi profesión, yo necesito nutrir mi cerebro con las mejores lecturas en el campo de la lengua y la literatura.

Eso es imprescindible, pero no basta. También suelo adentrarme en otras disciplinas. Por ejemplo, me apasiona la tecnología. Por eso, rastreo a diario todo lo que se mueve en el ámbito de la inteligencia artificial, Internet, las redes sociales, la informática… Observo con lupa el mundo de la publicación y la autopublicación. Leo la prensa generalista para mantenerme al corriente de la actualidad internacional.

Procuro seguir una dieta intelectual amplia y variada para que mis ideas se críen sanas y robustas. Gracias a eso, cada vez tengo más ideas y mejores. Sobre todo, me siento agradecido porque encuentro en mi interior el impulso y la energía para poner en práctica mis ideas.

Mi objetivo es madurar, desempeñar mejor mi trabajo y mejorar el mundo en la medida de mis posibilidades. Si este programa te atrae, te animo a que leas incansablemente.

Leo para exponerme a ideas frescas y audaces que me sacan de la comodidad de mi mundo. Eso que hace unos años llamaban “salir de la zona de confort”. A mí me gusta asumir riesgos intelectuales, confrontarme con visiones del mundo que suponen un desafío y que me impulsan intelectualmente. Dicen que no hay libro tan malo que no contenga algo bueno. Por eso mismo, me gusta explorar ideas que están alejadas de las mías. Así voy detectando mis puntos ciegos, que son muchos.

A medida que estudio, que leo y que avanzo en el camino de la vida, voy teniendo menos certezas y más preguntas. No sé si es bueno o es malo. Es lo que voy encontrando en este recorrido apasionante.

Claro, y como voy teniendo más preguntas, voy leyendo más para encontrar respuestas a esas cuestiones que me inquietan y me estimulan, que me ayudan a estar vivo. Ya ves que esto es una pescadilla que se muerde la cola. Cuanto más lee uno, más necesita leer. Cuando uno empieza, ya no puede parar.

Esto que voy a decir ahora es una razón de peso para mí. Yo leo para que los escritores tengan lectores. Me gusta comprar libros. Los libros traen a mi vida un bien incalculable. Las bondades que me aportan son infinitamente mayores que los pocos euros que cuestan. Cuando me rasco el bolsillo para comprar un libro, hago un cierto esfuerzo económico. Sí, pero, a cambio, recibo una inmensa satisfacción porque sé que ese pequeño gesto beneficia a muchísimas personas.

Yo compro libros porque quiero que haya libros. El precio de un libro es modesto. Son cantidades irrisorias si las comparamos que lo que podemos gastar en un momento en teléfonos móviles, ropa, cenas en restaurantes, fiestas, salir por la noche… Que me parece bien. Todo eso está muy bien. Pero para mí, en mi presupuesto, los libros son una prioridad.

Un libro cuesta un puñado de euros que están muy repartidos. De ahí les llega su trocito a autores, editores, agentes, correctores, maquetadores, impresores, diseñadores gráficos, libreros y más, muchos más profesionales de la maravillosa industria del libro. Si se me olvida alguno, siéntete libre de completarlo tú en los comentarios. Cada vez que tú y yo compramos un libro, estamos regando ese ecosistema para que crezca y florezca. Esa acción tan sencilla hace posible que muchas personas vivan de su trabajo, un trabajo que a menudo es una pasión.

Leo para practicar idiomas. Aprender una lengua extranjera requiere horas y horas de estudio y práctica. Después, ese conocimiento hay que mantenerlo para que no se atrofie. Un ejercicio excelente para cultivar las lenguas que uno aprende consiste en leer libros en el idioma original. Así no solamente preservamos lo que sabemos, sino que vamos ampliando las estructuras gramaticales y el vocabulario. Además, nos empapamos de la historia y la cultura de los países donde se hablan esas lenguas y donde se ha creado esa literatura a la que accedemos en su idioma original.

Eso me lleva al siguiente punto. Leer es una estrategia excelente para ampliar mi vocabulario en mi idioma materno y en los idiomas que aprendo. Además, mejoro mi estilo fijándome en cómo manejan las palabras los autores que han llegado a lo más alto en el dominio de un idioma. Yo no me conformo con el vocabulario que ya domino. Todos los días adquiero palabras nuevas gracias a la lectura.

Y, sobre todo, leer me sirve para aumentar mi humildad: no necesito agrandar mi ego. El ego tiene la molesta tendencia de crecer por sí solo. No necesita estímulo. En cambio, sí que conviene cultivar la modestia. Familiarizarme con el producto de tantas mentes maravillosas es un baño de modestia del que yo me aprovecho con mucho gusto. Por eso mismo, se lo recomiendo a cualquiera.