Quizás te estás preguntando esto: «¿Qué necesito estudiar para ser escritor?». Precisamente, esa es una de las preguntas que recibo más a menudo.
En realidad, la cuestión tiende a adoptar diferentes formas: «¿Cómo voy a escribir si yo no he estudiado filología/literatura/lengua/etc.? ¿Cómo voy a escribir si yo soy ingeniero/abogada/médico/etc.?». Todas ellas conducen al mismo fondo.
Esa duda existencial tiene una respuesta fácil. Nos la van a proporcionar los propios escritores. Vamos a preguntar a los grandes autores de la historia de la literatura qué estudiaron ellos.
Para empezar, voy a preguntar a uno de los grandes: Tolkien. Tolkien cambió la cultura, cambió la literatura, cambió la forma en que entendemos la ficción y la construcción de universos literarios.
¡Vamos a preguntarle! Ahora mismo tengo yo línea directa con el olimpo literario: «Señor Tolkien, usted ¿qué estudió?».
Me dice lo siguiente: «Yo estudié Filología Inglesa en la Universidad de Oxford, trabajé en el diccionario de Oxford y fui profesor en esa misma universidad».
Entonces, ¿hay que estudiar filología para ser un gran escritor como usted? «Depende. Algunos de mis colegas escritores también tuvieron formación filológica. Eran especialistas en lenguas y literatura. Y no solo eso: fueron profesores como yo.
»Por ejemplo, entre los de lengua inglesa ahí están Toni Morrison y también E. M. Forster. Incluso el chico este que me cae tan bien… ¡Stephen King! Sí, Stephen King es también anglista de formación y, de hecho, empezó trabajando como profesor de lengua inglesa. Lo que pasa es que después vendió los derechos de Carrie, se convirtió en autor superventas y ya se dedicó exclusivamente a la literatura.
»Pero sí, hay muchos escritores que estudiaron lenguas y literatura y se dedicaron a la enseñanza. En francés está Annie Ernaux, que ganó el Premio Nobel y ha sido profesora toda su vida.
»En español también tenéis una buena colección de escritores-profesores. Antonio Machado fue catedrático de instituto de francés, Dámaso Alonso fue catedrático de Filología Románica, Luis Landero trabajó como profesor hasta que se jubiló. Unamuno también fue profesor. Pero no tiene por qué ser así. Tú pregunta a mis colegas escritores y ellos te irán diciendo».
¡Bien! Le agradezco a Tolkien que nos haya atendido desde el olimpo literario y ya continúo yo con la explicación. Es verdad que la formación, en general, puede ayudar. Si además se sitúa en un campo relacionado con la escritura, eso puede aportar incluso algunos beneficios.
Por ejemplo, hay una ventaja evidente de tipo práctico. Vivir de escribir es algo que está reservado a unos pocos. Por eso, muchos escritores se han ganado la vida honradamente como profesores de lenguas y literatura. Es lo que nos comentaba Tolkien (que me perdone, dondequiera que esté, por invocar su nombre así). La docencia en lenguas y literatura es una forma de trabajar en algo que está relacionado con tu vocación, formarte continuamente, transmitir tu pasión a las nuevas generaciones, etc.
Ahí están mi adorado Tolkien, los colegas que nos ha nombrado y más, muchos más. Por ejemplo, otros autores con estudios universitarios en el ámbito de las lenguas y la literatura (ya no necesariamente profesores) son Oscar Wilde, James Joyce, o Mario Vargas Llosa.
En principio, los estudios lingüísticos y literarios no estorban para escribir. Sin embargo, debo advertirte ante un peligro. Las facultades de Filología son también máquinas de destrucción masiva de literatos en ciernes.
Es frecuente que un aspirante a escritor se matricule en una carrera de letras y acabe abrumado por el peso de la tradición. Personalmente, conozco a muchos colegas filólogos que tuvieron la ilusión de ser escritores, pero abandonaron por culpa de sus estudios. Ese peligro está ahí y es conocido.
Vamos a ver si todos los escritores estudiaron filología, lingüística, historia de la literatura, teoría de la literatura, etc. Ya hemos visto que algunos sí y que llegaron a lo más alto. Pero ¿habrá otros que lo han logrado con otro tipo de estudios universitarios?
Entre los grandes autores con titulación superior, vas a encontrar una dispersión total en cuanto a las disciplinas concretas en que se formaron. Por ejemplo, Goethe y Leopoldo Alas estudiaron derecho. Chéjov estudió medicina y ejerció como médico. De hecho, hay toda una tradición humanística dentro de la profesión médica. La medicina le ha dado al mundo grandes literatos.
Es verdad que los juristas se mueven en el ámbito de las ciencias sociales y los médicos, hasta cierto punto, también en el humanístico; pero tampoco parece imprescindible una orientación de este tipo. Dostoievski fue ingeniero, Günter Grass se formó primero como cantero y después en bellas artes.
Son solamente algunos ejemplos de diferentes países y épocas. Lo que puedes constatar enseguida es que hay de todo.
¡Y no acaba ahí la cosa! Muchos abandonaron los estudios. Empezaron una carrera (la que fuese), pero nunca obtuvieron el título. Ese es el caso de Gabriel García Márquez, Camilo José Cela y William Faulkner. Acabo de nombrar a tres premios nobel de literatura. Ya ves que dejar los estudios colgados no es impedimento para que la Academia Sueca te invite a Estocolmo a recoger el codiciado galardón.
Harper Lee tampoco terminó la carrera. Aun así, ganó el Premio Pulitzer por su novela Matar a un ruiseñor. El poeta francés Paul Verlaine tampoco se llegó a sacar el título. Son solamente algunos ejemplos. Hay infinidad de autores de primera y primerísima fila que abandonaron los estudios universitarios.
Y otros muchos ni siquiera llegaron a poner el pie en la universidad. Estamos hablando de figuras literarias de la talla de Galdós, que marcó la novela española del siglo XIX. Ahí está también Marcel Proust, que puso patas arriba el concepto mismo de lo que es una novela. Ray Bradbury, que nos ha dejado obras de ficción como Fahrenheit 451. Es el caso de Hemingway, José Saramago, Roberto Bolaños… Como ves, eso no les impidió inscribir su nombre en el panteón literario.
Es más, algunos de los grandes grandísimos iban más justitos todavía en cuanto a educación formal. Jane Austen fue a la escuela durante unos años, pero principalmente se educó en casa con su familia. Joseph Conrad nunca acabó la enseñanza secundaria. El poeta Rimbaud fue un poco bala perdida. Se fugó de casa sin terminar el bachillerato. Salió corriendo de su pueblo y no paró hasta llegar a París y liarse con Verlaine, que ya hemos visto que tampoco fue ninguna lumbrera académica. Mark Twain y Dickens ni siquiera terminaron la primaria.
Por tanto, si observas el panorama formativo de los grandes de la literatura, te percatarás enseguida de que algunos estudiaron más y otros menos… o casi nada. Unos eran de ciencias, otros de letras, los de más allá se inclinaron por una formación técnica…
Pero piénsalo: ¿qué estudios había cuando Homero creó la Ilíada y la Odisea?
Ya estoy oyendo la siguiente pregunta: «¿Entonces no necesito estudiar nada de nada?». ¡Cuidado! No tan deprisa. Todo lo que aprendas en esta vida va a alimentar al escritor que llevas dentro, a condición de que no se atragante (insisto en lo de los candidatos a escritores aplastados por el peso de los estudios literarios).
Además, los grandes escritores han sido grandes lectores. Leer y escribir son dos caras de la misma moneda. Lo uno alimenta lo otro.
A partir de ahí, vas a necesitar ir afilando tus instrumentos de escritura, cubrir lagunas en el uso del idioma, etc.
Por tanto, si tú quieres estudiar filología, a mí me parece bien. Si te apetece estudiar, ese es un noble empeño y no seré yo quien te lo quite de la cabeza. Lo que no quiero es que lo utilices como excusa para retrasar el escribir: «No, ya me pondré cuando termine la carrera… Ahora tengo que estudiar».
Para escribir no necesitas acumular más títulos. Todo lo que aprendas te va a ayudar, pero muchas veces lo que necesitas no es estudiar más.
A menudo, es más importante recibir una orientación y aprender una forma de hacer las cosas por sus pasos contados: el famoso proceso. Ya he hablado en otro artículo de la importancia de seguir un proceso y de confiar en él.
Todo esto lo saben mis alumnos y por eso me dicen que trabajando conmigo consiguen resultados. A menudo, la diferencia entre abandonar tu libro y seguir adelante está en encontrar un apoyo cuando llegas a un paso un poquito complicado. También te ayuda a seguir adelante con tu vocación el rodearte de una comunidad que comparte tus inquietudes literarias.
Tú también puedes ser escritor. Tú también puedes escribir tu libro.