Hay un neologismo que se ha ido abriendo paso en castellano: secuela en el sentido de ‘continuación de una película’ (segunda parte, tercera, etc.). Por ejemplo:
El joven actor Shia LaBeouf, protagonista […] de la nueva secuela de Indiana Jones, […] desveló el título de la cuarta entrega de la célebre saga cinematográfica [El País, 11-9-2007]
La palabra secuela traduce aquí el inglés sequel. Originariamente, este uso era un caso claro de falso amigo: se sustituía el término inglés por la palabra que sonaba más parecida en español, aunque aunque el significado de la palabra española era diferente. En nuestra lengua, secuela era más bien el daño que nos dejaba una enfermedad.
Si el uso como ‘continuación de una película’ triunfó no fue solamente por dejadez de los traductores sino también —y sobre todo— porque llenaba una laguna léxica. En ciertos contextos se sentía la necesidad de disponer de una denominación específica e inequívoca para esas segundas, terceras y cuartas partes.
Y ahora ya no solamente hay secuelas. Además se ha inventado la precuela (también un invento inglés trasplantado a nuestra lengua):
Brian de Palma ya tiene a sus dos finalistas para encarnar a Al Capone en la precuela de Los Intocables [El País, 23-2-2007]
La precuela es lo contrario de la secuela: una película que se rueda después de otra pero con una trama que antecede a la primera (como se hizo con la cuarta, quinta y sexta entregas de La guerra de las galaxias, que son precuelas de los tres episodios que ya se habían rodado).
Secuela y precuela ya están recogidas en el Diccionario de la lengua española (2014) con los significados que hemos descrito aquí. Los hablantes se empeñaron y la lexicografía académica levantó acta.
Y que todas las secuelas que nos queden sean como esas.