Un dígrafo es una combinación de dos letras que representa un único sonido. En la ortografía del español hay cinco:
ch como en charco
ll como en calle
rr como en carro
qu como en querer
gu ante e, i como en guerra, guitarra
Este es uno de los posibles casos de desajuste entre sonido y escritura. En una escritura alfabética ideal, a un sonido le corresponde una sola grafía y viceversa. Sin embargo, en la práctica, son pocos los sistemas ortográficos que se ajustan a este principio.
Algunos de nuestros dígrafos se introducen porque el alfabeto latino estaba pensado para escribir eso: el latín. En castellano surgen algunos sonidos nuevos que hay que escribir de alguna forma. Una solución es juntar dos letras. Es lo que se hizo con ch. Si nos fijamos en otras lenguas de nuestro entorno (descendientes del latín o no), comprobaremos que el problema de cómo representar este sonido se les planteó también. Cada una optó por una solución diferente dentro de un abanico de posibilidades. Algunas unieron dos grafemas, como nosotros:
Italiano: cioccolato ‘chocolate’
Polaco: czekolada ‘chocolate’
Otras juntaron tres:
Francés: tchèque ‘checo’
Y otras, hasta cuatro (por letras, que no falte):
Alemán: Tschetschenien ‘Chechenia’
Otros, en cambio, optaron por modificar una letra ya existente añadiéndole un signo diacrítico:
Checo: čokoláda ‘chocolate’
Como decía, en todos estos casos, la dificultad de partida es la misma: queremos escribir una lengua con un alfabeto que estaba preparado para otra y hay que acomodar de alguna forma los sonidos que no estaban previstos.
Otras veces, en cambio, es el apego al latín lo que nos ha hecho mantener dígrafos que en principio serían innecesarios. Se trata de casos de etimología en la ortografía. Hoy escribimos querer con qu porque en latín quaerere se escribía así. En latín esa u se escribía porque sonaba; en castellano se escribe porque sonó.
Los dígrafos ch y ll se eliminaron del abecedario en 1994. Hasta ese momento tenían su lugar detrás de la c y de la l, respectivamente y había que tratarlos como letras a la hora de alfabetizar. Por ejemplo, el apellido Chamorro se situaba después de Cuéllar en una lista. Se eliminaron del abecedario, pero no de la escritura… ¡cuidado! O sea, simplemente perdieron la consideración de letras y se empezó a tratarlos como una secuencia formada por dos signos diferentes.
Siempre que se ha propuesto una reforma ortográfica, formaba parte del programa eliminar los dígrafos de la escritura o al menos reducir su número para acercarnos al ideal de una letra por sonido y un sonido por letra. Sin embargo, ahí siguen hasta el día de hoy.