Internacionalismos

Los internacionalismos son palabras que están presentes en un gran número de lenguas con una forma muy similar. Lógicamente, también tienen que compartir un significado.

Las palabras internacionales nos facilitan la vida cuando estamos en el extranjero. Por ejemplo, si queremos ir a un museo, lo tendremos muy fácil en Londres, Berlín, Ámsterdam, Copenhague, Estocolmo y hasta en Yakarta, pues en inglés, alemán, neerlandés, danés, sueco e indonesio, esta palabra se escribe museum y tiene también pronunciaciones similares. Tampoco nos debería ofrecer grandes dificultades en francés (musée), portugués (museu), checo o polaco (muzeum) y estonio (muuseum). Y debería ser pan comido en italiano o —lo que son las cosas— finés, ya que en estas dos lenguas es simplemente museo.

Los internacionalismos son el resultado de múltiples préstamos a partir de una fuente común en última instancia. El español, sin ir más lejos, ha exportado así una parte de su vocabulario, por ejemplo, guerrilla, siesta o sangría. También sirvió de intermediario para internacionalizar palabras de las lenguas nativas de América, como chocolate (náhuatl), patata (caribe), alpaca (aimara), maíz (taíno), etc. Esto se explica porque las palabras suelen seguir a las realidades a las que nombran.

Los internacionalismos son cada vez más frecuentes y constituyen una muestra de la tendencia a la convergencia de las lenguas en el marco de la globalización. No hay más que pensar en el vocabulario de las famosas TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación), con palabras que están hoy presentes a escala mundial, como Internet, DVD, router, escáner, email, spam, etc. Como el sagaz lector habrá advertido a estas alturas, el inglés no tiene hoy competidor en este terreno.

En definitiva, los internacionalismos, por un lado, favorecen la comunicación y, por otro, la homogeneización.

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5 comentarios en “Internacionalismos”

  1. Caro Alberto:

    A veces nos peleamos con esa profusión de palabras extranjeras que llegan a nuestro idioma, a diario. Bueno, pues, ahora vemos que hay ciertas palabras, de uso tan expandido en decenas de lenguas, que ya se consideran internacionalismos, como es el caso das que citas en tu artículo y tantas otras como ómnibus, taxi, teléfono, café, tomate, radio, alcohol, hospital y varias otras, lo cual no podemos dejar de considerar como positivo, por la penetración y aceptación de esos conceptos en distintos idiomas.

    Además, ese es un fenómeno que viene de desde muy lejos, con los griegos, los cartagineses, los árabes, los visigodos, el descubrimiento del nuevo mundo, en fin, el hombre siempre ha intercambiado informaciones con los demás y es natural que aparecieran nuevas palabras para designar nuevos conceptos.

    Nos quejamos de que se usan demasiadas palabras extranjeras en lugar de aquéllas propias de nuestra lengua. Más vale utilizar palabras autóctonas, cuando las tenemos propias. Pero eso ocurre en todas las lenguas, no es un fenómeno que existe sólo con el castellano, tal y como pudimos ver en tu nota, de hace unos días, sobre las palabras castellanas introducidas en el inglés. Es decir: los anglosajones nos traen nuevos términos, pero incorporan los nuestros también, lo cual, al fin y al cabo, es muy positivo.

    Saludos,

    Isac Nunes

  2. A mí no me parece un tema demasiado preocupante ni para bien ni para mal. quiero decir simplemente que las lenguas y su proceso de homogeneización o diversifiación seguirán el curso que tengan que seguir de forma natural, o al menos así espero que sea. No creo que ni una cosa ni su opuesta sean intrínsecamente positivas o negativas. Vivimos en una época en la que la tecnología permite comunicar los dos extremos del planeta en tiempo real y la difusión de los productos audiovisuales alcanza al conjunto del planeta (y aquí lo que importa, sobre todo, es la parte de “audio” de audiovisual). Pero si me permiten el símil, a mi humilde entender, esto es un poco como que llueva o haga sol, nos puede gustar más una cosa o la otra pero poco podemos hacer para evitarla y parece que ambas son necesarias para que todo funcione. Mejor sacar el paraguas si llueve o ponerse crema protectora si hace sol en vez enrabietarse inutilmente. Ambos procesos se han dado, a diferentes escalas, a lo largo de la historia y parece que el mundo no se ha acabado. Por otra parte, a mi modo de ver (y el de otras personas más cualificadas que yo), la globalización no es un fenómeno ni tan profundo ni tan reciente como se suele pensar, pero este sería otro tema de discusión.

    Respecto a los ejemplos concretos de iternacionalismos, tengo la sensación de que el griego, como ya ha apuntado Isac Nunes, es un gran proveedor de éstos, pero no sabría decir co seguridad si es el caso o símplemente es que el castellano ha tomado muchas palabras de esta lengua. durante un tiempo tuve una svecinas griegas con las que trabé amistad y se sorprendían de la cantidad de palabras que era capaz de comrpender cuanda hablaban entre ellas en griego. En este sentido no sé si democracia, política, logos, mito, éter, filosofía, historia, auto…se pueden considerar internacionalismos.

    Excelente blog, por cierto.

    Un saludo.

  3. Como a mí me apasiona y me parece interasantísimo todo lo que tenga que ver con las palabras, esta entrada -también- me ha gustado mucho, así como los comentarios.
    Creo que a veces damos por hecho que una palabra es inglesa cuando precisamente es el inglés el que la ha tomado de otra lengua; pero es a través del inglés como se ha internacionalizado, que para eso es hoy día el idioma internacional por excelencia.
    Gracias.

  4. Estoy de acuerdo con que la evolución de una lengua se nutre de las palabras nuevas y también con que las palabras comunes o similares facilitan la comunicación, otro debate diferente es el uso esnob que a veces se da a ciertos extranjerismos cuando en el idioma propio existe una palabra que expresa igual o mejor una idea.
    Sobre los internacionalismos encuentro interesantes, y relativamente modernos, los relacionados con filosofías orientales como “budismo” o “lama” o “karma” o “yoga”, aunque sobre el origen de éstas sólo sé que las dos últimas provienen del sánscrito. De oriente también hay algunas relacionadas con la alimentación, como “curry” (importada al inglés del tamil) o “té” (del chino) o “sushi” (del japonés, pero aún no está recogida en el DRAE)…
    Enhorabuena por el blog, es muy interesante.
    Saludos.

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