La lengua como organismo

Los humanos nos hemos ido buscando a lo largo de la historia diferentes modelos para tratar de explicarnos una realidad tan abstracta y compleja como es la lengua. Uno que gozó de gran predicamento en el siglo XIX es el de considerar la lengua como si fuera un organismo. Encontramos esta concepción en la obra de lingüistas como Wilhelm von Humboldt, August Schleicher y otras figuras clave en la creación de la disciplina lingüística tal como hoy la conocemos. Y más allá de la repercusión teórica que tuviera en su época, esta idea se ha perpetuado en las concepciones populares. Hasta tal punto está arraigada en nosotros que la manejamos como si de verdad estuviéramos hablando de propiedades consustanciales a las lenguas, sin darnos cuenta de que, en realidad, lo que estamos haciendo es manejar una serie de metáforas que, conjuntamente, constituyen una metáfora compleja de mayor nivel.

Para empezar, un organismo es un ser vivo. Los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren. Esto es lo que da sentido a preguntas como ¿cuándo nace el castellano? y es la idea que subyace a afirmaciones como que las lenguas románicas descienden del latín, que el castellano florece en el siglo XVII o que el latín es una lengua muerta.

Por otra parte, al concebir la lengua como organismo, la convertimos en una realidad independiente, igual que lo pueda ser un castaño o un gato. Si lo miramos bien, existir, lo que se dice existir, existe lo que alguien dice (o escribe) en un momento concreto. Y no solo existe, sino que tenemos una experiencia directa de ello e incluso podemos grabarlo para mostrárselo después a otra persona (Mira lo que ha dicho el ministro de Educación). Si alguien nos pidiera que hiciéramos algo parecido con la lengua italiana, la gallega o la guaraní, nos veríamos en un apuro; y, sin embargo, todos tenemos la idea de que estas lenguas tienen entidad propia.

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La idea de organismo es, asimismo, la que estamos manejando consciente o inconscientemente cuando le atribuimos a una lengua la capacidad de actuar o de reaccionar. Así, afirmamos que el inglés está conquistando el mundo o que el francés está cada vez más debilitado. A veces, incluso, nos representamos las diferentes lenguas como una diversidad de organismos que coexisten e interactúan. Por eso decimos que el inglés se está comiendo a las lenguas pequeñas o que el bretón ha conseguido sobrevivir a la presión del francés.

Un organismo tiene partes diferentes que mantienen entre sí una relación jerárquica y estructurada y a las que corresponden diferentes funciones. De la misma forma que, a primera vista, podemos diferenciar en un árbol hojas, ramas, tronco y raíces o en un animal podemos apreciar una cabeza, un tronco y unas extremidades, el estudio de las lenguas siempre ha llevado a diferenciar grandes componentes como léxico, sintaxis, morfología y semántica. A su vez, dentro del léxico, podemos diferenciar células que son los diferentes vocablos o en la sintaxis podemos reconocer diferentes estructuras que constituyen una armazón en la que encuentran su sitio las palabras… De la misma forma que los diferentes órganos y partes de un cuerpo contribuyen en conjunto al funcionamiento del todo, así la interacción de los diferentes elementos que reconocemos en los diferentes niveles de análisis lingüístico hace posible el funcionamiento de la lengua como un todo orgánico y le permite comunicar información, transmitir valores simbólicos, etc.

La popularidad de la concepción de la lengua como organismo en el siglo XIX se explica por los grandes éxitos que estaban cosechando en aquel momento las ciencias naturales. Resulta tentador en ese contexto histórico tratar de adaptar métodos que estaban cosechando éxitos nada desdeñables en su aplicación a otros objetos de estudio. Pero ahí está precisamente el punto fuerte y el talón de Aquiles de este intento. La lingüística consiguió aprovechar algunos de estos avances para describir y explicar su objeto de estudio; pero acabó topándose con una limitación radical: el lenguaje no es un organismo y, por ello, la metodología aplicada al estudio de los seres vivos no se puede trasplantar sin más a este otro campo.

Como de costumbre, he mencionado aquí tan solo unos pocos ejemplos que ilustran esta concepción organicista; pero, seguramente, a poco que reflexiones sobre la cuestión, se te ocurrirán otros aspectos que quizás quieras compartir aquí con todos nosotros.

2 comentarios en “La lengua como organismo”

  1. No he descartado que dentro de poco salga, como empujada por la realidad, una nueva concepción de la lengua: como modelo económico.
    En cualquier caso, un buen post, como siempre, muy claro y original.
    Un saludo.

  2. Hola, encontré la página por casualidad y me ha parecido super interesante! Gracias por compartir tus conocimientos con nosotros. Saludos

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