Las lenguas cambian. Esto es un hecho. Y no solo cambian, sino que no pueden dejar de cambiar. Las alteraciones que las diferentes generaciones de hablantes van introduciendo con el paso del tiempo son en general pequeñas, pero acumulativas y esta suma de pequeños cambios da lugar a un fenómeno que se conoce como divergencia lingüística.
La divergencia se produce en dos sentidos:
1. Toda lengua se va alejando inevitablemente de sus orígenes, de su lengua madre.
2. Las diferentes variedades de una misma lengua se van apartando las unas de las otras.
Si el desplazamiento es acentuado y el periodo de tiempo lo suficientemente amplio, se produce la fragmentación.
Todos tenemos experiencia del primer tipo de divergencia. Fíjate en este texto:
(1) L. Catilina, nobili genere natus, fuit magna ui et animi et corporis, sed ingenio malo prauoque. Huic ab adulescentia bella intestina, caedes, rapinae, discordia ciuilis grata fuere, ibique iuuentutem suam exercuit.
Si has entendido las palabras de Salustio, te felicito; pero la mayor parte de los hablantes actuales de español son incapaces de encontrar en ellas este significado:
(2) Lucio Catilina, de noble linaje, fue de gran fuerza no sólo de espíritu sino también de cuerpo, pero de carácter malo y depravado. Desde su adolescencia, las luchas intestinas, las matanzas, los robos, la discordia civil le fueron gratas, y en esto ejercitó su juventud.
Aquí estamos viendo los dos extremos de este proceso de divergencia y por eso el contraste es brutal. Sin embargo, a diario experimentamos este primer aspecto de la divergencia lingüística de manera más sutil. Si me pongo a escuchar a mis alumnos, descubro todo tipo de expresiones y giros que entiendo, pero que no utilizo. Si a continuación me fijo en el habla de mis maestros, me ocurre lo mismo.
Supongamos ahora que pudiéramos formar una cadena con personas nacidas con veinte años de diferencia: mi alumno me da la mano a mí, yo se la doy a mi profesor de literatura de primero de facultad, él al suyo… y así hasta llegar a Salustio: cien generaciones cogidas de la mano. Ahora yo me salgo de la fila y me pongo a hablar con unos y con otros. Me entendería sin mayor dificultad con los de los primeros puestos, pero según fuera remontando posiciones el habla me iría resultando más extraña y llegaría un punto en que dejaría de entenderme con la gente. Lo mismo le ocurriría a cualquier persona de nuestra cadena imaginaria. Se entendería bastante bien con los cuatro o cinco que tuviera a izquierda y a derecha, pero a partir de ahí la comunicación iría siendo cada vez más complicada hasta llegar a romperse.
Así van cambiando las lenguas. Y en algún punto de la cadena, convencionalmente, podríamos decir que se acaba el latín y empieza el castellano (o al revés).
El otro aspecto de la divergencia lingüística es el que va separando a las lenguas hermanas. Volvamos a nuestra cadena humana. Si miramos ahora alrededor, descubriremos que además del castellano están el portugués, el gallego, el catalán, el francés, el italiano, el rumano… Todas estas lenguas han salido del latín y todas ellas tienen una cadena de generaciones que las une con la madre. Si visualizamos esas cadenas, comprobaremos que todas salen del mismo sitio y después se van alejando hasta formar una estrella. Si nos vamos al centro, encontraremos un pelotón de gente en el que se aprecian algunas diferencias en la forma de hablar, pero que se entienden perfectamente las unas con las otras. Cuando los brazos de la estrella empiezan a extenderse y a separarse, todavía se puede hablar de unos a otros. Después habrá que ir levantando la voz, hasta que llega un momento en que la distancia es tan grande que la voz se pierde y se rompe la comunicación: hoy un hablante de español no se entiende con uno de francés.
El aislamiento favorece la divergencia. El factor que aceleró la disgregación del latín en una diversidad de lenguas románicas fue la caída del imperio romano. Cuando los caminos se volvieron inseguros, el comercio decayó y la literatura dejó de circular por los diferentes territorios de habla latina, cada comunidad quedó encerrada en su círculo y tomó un camino propio en lo lingüístico, lo político y lo cultural.
También influyen factores políticos. Dos comunidades lingüísticas hermanas pueden buscar intencionadamente lo que tienen en común y acentuar, en consecuencia, lo que las une en su forma de hablar; pero también pueden perseguir deliberadamente un alejamiento a través de las palabras.
Y no hay que olvidar los factores generacionales. Los hijos siempre quieren diferenciarse de los padres y uno de los recursos que utilizan para ello está en el lenguaje. Es sencillo y económico.
Este tipo de procesos ha estado en funcionamiento desde que los seres humanos son humanos, es decir, desde que aprendieron a hablar. Por eso hemos llegado a la diversidad de lenguas actuales a partir de la lengua común que muy probablemente hablaron nuestros primeros antepasados. ¿Quiere esto decir que estamos abocados a una continua deriva que irá fragmentando cada vez más el mapa lingüístico del mundo? ¿Irá siendo el mito de Babel más cierto cada día? No necesariamente. Frente a los factores que favorecen la divergencia de las lenguas están los que producen su convergencia. Te animo a leer el artículo siguiendo el enlace.
Pues es una teoría que no comparto. Para empezar, si las lenguas siempre tendieran hacia la divergencia, cada vez habría más lenguas, y esto no es así: la tendencia actual es de reducción de lenguas, y a pasos agigantados. El aislamiento tiende a la divergencia, y la cercanía a la convergencia. Ahí tienes el ejemplo del japonés, que de ser una lengua que estaba en la lista de “inclasificables” por no parecerse a ninguna, es ahora una lengua con grandes rasgos en común con el chino, y eso a pesar de ser el chino un idioma diametralmente opuesto al japonés. Conforme aumente la globalización, más se parecerán los idiomas entre sí, y conforme más aumente la escolarización entre la población y más regularizada esté una lengua, menos cambiará el idioma, ya que se le eliminan factores causantes de dichas divergencias.
Y si quieres ver un caso extremo de convergencia, investiga un poco sobre Interlingua, que es un idioma (artificial, como el esperanto) que cualquier usuario de una lengua románica es capaz de entender sin haberla estudiado antes.
Manuel:
Hay cada vez menos lenguas por la desaparición de la mayoría y el fortalecimiento de unas pocas. Eso tiene poco que ver con convergencia o divergencia. En América se hablaban alrededor de ¿3000? lenguas en el año 1500 y hoy se hablan unas 300, pero 3 son la lengua materna de alrededor del 90% de la población.
El japonés es una familia aislada, muy divergente en una época y cada vez más homogénea, por convergencia de los dialectos de las islas principales y por desaparición de las lenguas de Ryukyu. Se parece al chino de hace 1000 años solo en vocabulario, algo más de lo que el inglés se parece al francés en el mismo aspecto.
Saludos.