La palabra taxi es un acortamiento de taxímetro y está emparentada con el verbo tasar, que significa ‘fijar el precio de algo’. La relación en ambos casos es evidente. El taxi se llama así porque es un vehículo que lleva un taxímetro dentro. Además, su conductor te cobra un precio tasado mediante el aparatito en cuestión.
El taxímetro tal como lo conocemos hoy se inventa en Alemania en los años noventa del siglo XIX. Su padre fue un ingeniero llamado Friedrich Wilhelm Gustav Bruhn. El nuevo aparato se empezó a montar a los pocos años en coches de la marca Daimler, que son los primeros taxis modernos. Como toda nueva invención, el contador en cuestión necesitaba un nombre y nada resultaba más lógico que echar mano de raíces grecolatinas. A partir de taxa ‘tasa’ y meter ‘medidor’ se creó la denominación Taxameter, que significa simplemente ‘el que mide la tasa’. Así es como se llama hoy todavía este dispositivo en alemán.
Lo que separa el taxámetro alemán de nuestra forma taxímetro es la intervención de un erudito francés. Ya en 1901 se documenta en la lengua francesa la palabra taxamètre como préstamo del alemán. Sin embargo, esta formación no convenció a un señor llamado Théodore Rheinach, que fue abogado, arqueólogo, matemático, historiador, numismático, musicólogo, político y todavía encontraba tiempo para editar la prestigiosa revista Revue des études grècques, es decir, ‘Revista de estudios griegos’. Taxa procedería del bajo latín y a Rheinach le parecía más apropiado ir a beber de las fuentes griegas, por lo que sustituyó esa raíz por el griego táxis. Así se acuño la variante taximètre, que fue la que se finalmente se impuso en francés y, por tanto, la que tomamos prestada en español.
Ya sabes: cuando te montas en un taxi, simplemente estás tomando un vehículo que lleva dentro un aparato que sirve para medir lo que cuesta el viaje. Todo el objeto se denomina por una de sus partes.