Ya hemos dicho que un bloguero es un escritor. Los escritores, por lo general, buscan el éxito; pero este ¿en qué consiste?
El éxito de un escritor no se mide por el número de lectores. De hecho, el éxito resulta, cuando menos, difícil de cuantificar.
La cuestión no es si te leen cincuenta, mil o doscientas mil personas. Lo importante es congregar una comunidad, un núcleo que se interese por lo que escribes, un grupo de personas con las que puedas entablar un diálogo. Si consigues que se acerquen a ti doscientos, cien o cincuenta seres humanos con quienes puedas hablar de manera sincera y personal, ya habrás logrado tu objetivo como escritor y te sentirás satisfecho. Y más importante todavía: si consigues que el diálogo se mantenga en tu ausencia, que esas personas establezcan una conversación las unas con las otras y que salgan a buscar más seres humanos con los que prolongar el intercambio, habrás conseguido que tus ideas sean mayores de edad.
Internet es un gigantesco ingenio creado para conectar. En apariencia conecta ordenadores, pero en realidad lo que vincula son mentes. Conecta a tus lectores contigo y los conecta a ellos unos con otros. De esta forma, nos devuelve a los tiempos anteriores a la imprenta, a las conversaciones que mantenía Platón con Aristóteles en la Academia, a las que este sostuvo después con sus propios discípulos en el Liceo.
El éxito no va a consistir en que alguien te señale con el dedo y diga que eres muy bueno. Eso nunca fue verdadero éxito. En el mundo de comunidades distribuidas por todo el planeta que se va configurando gracias a Internet cada vez va a costar más trabajo mantener esa ficción. Los señaladores van perdiendo la credibilidad y los señalados, si no tienen otra cosa que ponerse, se quedan vestidos con el traje nuevo del emperador.
Cuidado, me refiero a un señalar interesado, el que tiene por objetivo engrasar las maquinarias de la industria, mantener en marcha las cadenas logísticas, el que sirve para impulsar las ventas de un producto. No estoy hablando de quien señala desinteresadamente, sobre todo si se hace con conocimiento, con causa y por convicción. Ese va a ser más necesario que nunca, pero habría que estudiar más despacio dónde se tocan y dónde se separan éxito y reconocimiento.
Por supuesto, el éxito tampoco se mide en dinero. Eso, si llega y para quien llega, es una recompensa, pero no es el éxito.
Al final, Internet hace posible un éxito más cercano que el de la imprenta y lo pone al alcance de más personas, aunque quizás sea al precio de alejar las recompensas.
Este artículo forma parte del libro Escribir un blog y que te lean.