Apóstrofe y apóstrofo

Las palabras apóstrofe y apóstrofo suenan parecidas, pero debes tener cuidado porque no significan lo mismo.

El apóstrofe es una figura retórica que consiste en dirigirse a alguien con vehemencia, es decir, poniendo una cierta intensidad en lo que decimos. Encontramos un buen ejemplo de apóstrofe en el famoso tango “Adiós, muchachos”, escrito por el poeta argentino César Vedani y popularizado por Carlos Gardel:

(1) Adiós, muchachos, compañeros de mi vida…

El yo poético está invocando aquí a sus amigos. Esto es precisamente lo que se entiende en retórica por apóstrofe.

Lo más normal es que el apóstrofe se dirija a personas, pero nadie nos impide invocar a animales o incluso a cosas. Siguiendo con los tangos, te propongo como ejemplo este otro, de Alfredo Le Pera y Carlos Gardel:

(2) Mi Buenos Aires querido,
cuando yo te vuelva a ver,
no habrá más penas ni olvido.

En este caso, la invocación se dirige a la ciudad de Buenos Aires.

Una nota gramatical: Lo más habitual hoy día es decir el apóstrofe, en masculino; pero el femenino la apóstrofe también es válido en la norma culta del español. De hecho, el femenino es el género que le correspondería a esta palabra por su origen griego.

Y luego está el apóstrofo, que es un signo ortográfico. Me refiero a esa especie de coma alta que aparece en algunas palabras o expresiones del inglés, el francés y otras lenguas, por ejemplo:

(3) Inglés: I’m (< I am ‘yo soy’)

(4) Francés: l’oiseau (< le oiseau ‘el pájaro’)

Como puedes observar en (3) y (4), por lo general, el apóstrofo indica que se ha omitido una letra. En español prácticamente no se usa. Puedes emplearlo ocasionalmente para reflejar en la escritura la costumbre coloquial de comerse letras al hablar, como aquí:

(5) Échate p’atrás.

Imagínate que estás escribiendo una obra literaria en la que es importante reproducir el habla popular o coloquial. Entonces podrías echar mano del apóstrofo, tal como se hace en (5). Así puedes especificar que tu personaje ha dicho Échate p’atrás en lugar de Échate para atrás, que es la versión normativa. No es algo que vayamos a escribir todos los días, pero ahí lo tenemos para cuando hace falta.

Y ya está. Cualquier otro uso que puedas imaginar para este signo va a ser incorrecto en nuestra ortografía. Concretamente, debes prestar atención a lo siguiente.

a) Es incorrecto usar apóstrofo más ese (-’s) para formar el plural de las siglas:

(6) Las ONG’s

Lo correcto es esto otro:

(7) Las ONG

En la escritura, las siglas se mantienen invariables en plural, aunque después, al leer, puedes decir [las óénejés] o [las óénejé], como prefieras.

b) No debes usar apóstrofo para abreviar los números de los años. Esto está mal:

(8) Nos conocimos en el ’92.

Lo que corresponde es escribir las dos cifras finales sin añadidos:

(9) Nos conocimos en el 92.

c) No hay que confundir el apóstrofo con la coma decimal. Son signos diferentes con usos diferentes. Si alguna vez has escrito algo como esto, siento comunicarte que es incorrecto:

(10) 5’50 €

Lo que procede utilizar ahí es una coma normal y corriente:

(11) 5,50 €

d) Nunca nunca nunca debes usar el apóstrofo como separador al escribir las horas. Lo normal en todos los idiomas es servirse de los dos puntos:

(12) La explosión se produjo a las 10’24.

Esta es la versión ortotipográficamente correcta:

(13) La explosión se produjo a las 10:24.

Como mucho, te admitiría que utilizaras el punto como separador de horas, aunque es una costumbre que conviene ir desterrando.

Recuerda: El apóstrofe es una figura retórica que consiste en dirigirse a alguien o a algo. El apóstrofo, por su parte, es un signo ortográfico que prácticamente no tiene uso en español, aunque sí en otras lenguas.