Un escritor se tiene que alimentar. No me refiero a cómo nutrir el cuerpo. Eso es importante porque los escritores también tienen la costumbre de comer tres veces al día como mínimo. Y si puede ser alguna más, mejor que mejor. Sin embargo, en este momento me interesan nutrientes de otro tipo: los que alimentan al autor que llevas dentro y le hacen crecer.
En primer lugar, el escritor se alimenta de lo que lee. Para escribir tienes que leer. Si sigues mis artículos, ya sabes que esta es una de mis cantinelas. Escribir y leer son dos caras de la misma moneda. El placer de leer y el de escribir están íntimamente unidos. Para disfrutar escribiendo hay que disfrutar leyendo. Para escribir en abundancia hay que leer en abundancia. Para escribir obras de calidad hay que leer obras de calidad.
Si solamente puedes retener una idea de este artículo, me gustaría que fuera esta: para escribir tienes que leer. Necesitas leer a los antiguos y a los modernos. Tienes que familiarizarte con las obras maestras de tu género y, además, mantenerte al corriente de lo que se va publicando. No conviene escribir desde una posición de ingenuidad. Para evitar descubrir el Mediterráneo, debes conocer lo que se ha escrito y lo que se está escribiendo.
Y ahora viene la parte crucial, el consejo que no te va a dar todo el mundo. Es importante que leas lo que se está escribiendo en tu género o en tu nicho, pero no basta con eso. Si te mantienes dentro del círculo estrecho de tus intereses como autor, te vas a limitar. Para crecer intelectual y artísticamente, necesitas leer también fuera de tu nicho. Necesitas leer sobre temas que se aparten de tu ámbito de creación. Es más, si están muy alejados, mejor todavía.
Por ejemplo, si escribes novela histórica, tendrás que devorar todo lo que encuentres dentro del género. También te beneficiará leer historia en general, o sea, no solo ficción histórica, sino también historiografía propiamente dicha. Pero además te recomiendo que toques otros géneros. Eso ya depende de tus gustos y tus intereses. Quizás te llame la novela negra o, incluso, géneros de no ficción, por ejemplo, filosofía, tecnología, psicología… Es sorprendente cuántas ideas se te pueden ocurrir para tu género al enterarte de lo que están haciendo en otro.
Yo me aplico la receta a mí mismo. Yo tengo una formación como lingüista que me ha dado acceso a las grandes obras de la disciplina. He escrito una tesis doctoral que me ha hecho profundizar y devorar bibliografía. Pero también me interesan Internet y la tecnología. Por eso, me informo a diario sobre la forma en que la técnica está impactando en la cultura contemporánea. Me mantengo al corriente de las novedades que van surgiendo constantemente en Internet y que abren nuevos cauces para escribir y publicar: ¿cuál es la última red social?, ¿existe una nueva herramienta de publicación más sencilla, más potente?, ¿cómo puedo mejorar la visibilidad de mi trabajo?
Gracias a eso, estoy aquí contigo. Si no, seguiría encerrado en mi aula escribiendo con tiza mientras espero la jubilación. Ese aprendizaje sobre lengua, sobre escritura, sobre tecnología, sobre publicación, sobre la cultura contemporánea es el que me alimenta como creador y profesor. Me apasiona, me vivifica espiritualmente y me aporta la fuerza que necesito para trabajar día a día, para dar lo mejor de mí, para crear nuevos artículos, para ponerme delante de la cámara semana tras semana y ayudar a personas como tú a escribir: a escribir más, a escribir mejor, a escribir con una voz propia, a ser escritor.
Por encima de todo, yo leo por placer. Ha habido épocas en mi vida en que he leído por obligación. Eso quizás alimentaba mi erudición, pero secaba mi creatividad y mi curiosidad. Necesité dejar eso atrás para renacer como creador y conectar con las personas que están dispuestas a escuchar mi mensaje. Ahora me doy el lujo de leer porque sí, porque quiero, porque me apetece. Leo lo que me llama la atención, leo lo que me da la gana. No consiento que nadie me fije un programa de lectura. Yo voy creando mi propio programa, que va siguiendo los movimientos de mi alma y de mi mente.
Lo que te voy a decir ahora se deriva de lo anterior. Si empiezo un libro y me disgusta, lo abandono inmediatamente. Lo dejo caer sin contemplaciones y paso al siguiente. Libros hay muchos, pero mi vida es limitada.
Por favor te lo pido: lee, pero lee por placer. Primero tienes que encontrar placer leyendo, solo entonces empezarás a estar en condiciones de empezar a encontrar ese mismo placer escribiendo. Es un placer exquisito, delicioso, es uno de los gozos más delicados de la vida. Empieza en la lectura y se prolonga en la escritura. Cuando lo descubras, ya nunca querrás renunciar a él. Y si si has llegado ahí, te felicito. Te cuentas entre el número de los afortunados. La curiosidad artística e intelectual que te lleva a descubrir mundos nuevos es la misma que te empuja a crearlos. Son la cara y la cruz. Están indisolublemente unidas. Ese ha sido uno de mis principales aprendizajes como creador.
El otro alimento es el vínculo que estableces con el lector, ese cordón umbilical que une al escritor con su público. Si nadie te lee, estás muerto como autor o, como mínimo, te quedas congelado. Tu fuerza se irá apagando y te irás quedando callado.
En ese sentido, Internet ha sido una bendición para los escritores. En el mundo tradicional de la publicación, el escritor se entregaba a un oficio solitario. El autor vivía encerrado en su cuarto, en su biblioteca, enviaba sus libros a la editorial y, si acaso, se encontraba cara a cara con sus seguidores de vez en cuando en las presentaciones de sus libros, en lecturas públicas y, quizás, en conferencias y otros eventos literarios.
Hoy día, Internet abre posibilidades infinitas para establecer un diálogo entre el autor y sus lectores. Vas a contactar con tu lector en las redes sociales, en las reseñas que te deja en las páginas web de las librerías. Vas a presentar quizás tu obra en una librería física, pero la vas a transmitir en directo y vas a contestar preguntas y comentarios de personas que están en el otro extremo del planeta. Te basta tu teléfono móvil para organizar encuentros virtuales con tus seguidores… Échale imaginación. Busca ese contacto. Solamente tienes entidad como escritor mientras tienes alguien que te lea.
Para mí, al final, la clave está en fecundar las ideas propias con las ajenas: las ideas de los grandes escritores del pasado, que nos han legado en sus obras, las ideas de los grandes escritores de hoy día, las ideas de ese lector que se empapa de tu obra y te devuelve tus ideas filtradas y enriquecidas por su propia sensibilidad, por su propia experiencia. Te sorprenderás al descubrir cuánto puedes aprender sobre tu obra al hablar de ella con esos lectores devotos que te impulsan y te hacen ser escritor.
De esa unión, de ese cruce es de donde surgen los hijos del espíritu. Al igual que en la vida, las criaturas más hermosas y más sanas suelen nacer cuando conseguimos mezclar los genes más alejados.