¿Todavía no sabes lo que es el hipérbaton? ¿Aún no entiendes los beneficios que aporta a tu escritura? ¿Cómo puedes utilizarlo para captar la atención de tu lector, de tus oyentes, para aumentar la expresividad, para que tu mensaje destaque entre el ruido? Por favor, ¿¡cómo has podido vivir hasta ahora!?
Vamos a desvelar el misterio. Además, he escogido el hipérbaton porque me recuerda a mi querido Yoda de Star Wars y porque me gusta cómo suena el nombre: hipérbaton. ¡Qué hermosura, qué armonía! Es lo que me gusta a mí y como este es mi blog, yo decido. ¡Y quiero que tú te aficiones también! ¡Acompáñame! Vas a aprender lengua, literatura y le vamos a rendir tú y yo nuestro homenaje particular al entrañable Yoda, nuestro maestro jedi favorito.
Antes de nada, una pregunta: ¿cuál es el plural de hipérbaton? ¿Lo sabes? ¿Sí? ¿No? Lo revelaré al final del artículo. Es más complicado de lo que piensas. ¡Sigue conmigo!
El hipérbaton es importante para todo hablante, para todo escritor y, de manera muy especial, para los amantes de Star Wars. Es la típica manera de hablar de mi querido Yoda:
(1) Imposible ver el futuro es.
El hipérbaton consiste en alterar el orden de la frase. ¡Cuidado! La lengua española presenta una característica que la diferencia de otras de nuestro entorno como el francés o el inglés: posee un orden de palabras bastante libre. Es menos libre que en latín, que ahí sí que se podía hacer de todo; pero mucho más libre que en francés o en inglés. Eso tiene una razón. Algún día quizás la explicaré.
De momento, me interesa que entiendas una idea: necesitamos retorcer la frase para que se pueda hablar propiamente de hipérbaton. No vale con mover una palabrita poco más o menos. Hay que ejecutar movimientos de contorsionista con la lengua (en el sentido de idioma). Las contorsiones de la otra lengua también tienen su interés, pero en otras situaciones. Hay quienes son verdaderos artistas, pero no vamos a continuar por ese camino porque aquí hemos venido a estudiar.
¡Atención! Ahora mismo va a hacer un cameo uno de los grandes contorsionistas del idioma. Un auténtico maestro jedi de la poesía en lengua castellana. Señoras y señores, distinguido público del Blog de Lengua, con ustedes fray Luis de León. Un aplauso para este fragmento de su «Oda a la vida retirada», que se ha aupado hasta la cumbre del parnaso de la castellana lengua. Iba a decir hasta el top ten, pero mejor no, que luego me regañan por hablar en inglés, aunque yo no soy purista, ¡que conste!
Vamos allá con esos versos de fray Luis:
(2) Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto
Fíjate qué hermosura. Yo cuando me jubile también quiero irme a plantar un huerto del monte en la ladera. A mí me llama aquí inmediatamente la atención esa expresión del monte en la ladera y me imagino que a ti también. Si yo eso lo suelto en la barra del bar en medio de una reunión con amigos, me miran raro. Normalmente, lo que decimos es esto otro:
(3) en la ladera del monte
Ahí estamos haciendo poesía: del monte en la ladera. Bueno, nosotros no: fray Luis de León, que fue un poeta de tomo y lomo. Eso es un hipérbaton. Eso es un magnífico ejemplo de hipérbaton. Aunque, en realidad, el hipérbaton de fray Luis es más radical todavía, como yo, que soy un radical libre. El orden lógico es este:
(4) Tengo plantado un huerto por mi mano en la ladera del monte.
Eso será todo lo lógico que quiera, pero es un aburrimiento de frase. Eso lo puede escribir tranquilamente un ingeniero agrónomo en un informe al Ministerio de Agricultura para justificar una subvención. En cuanto ordeno la frase, se pierde la magia de los versos de fray Luis de León (por cierto, fray con minúscula, no me lo escribas con mayúscula, que me da urticaria de verlo).
Mi versión del huerto está muy ordenadita, pero es perfectamente anodina, sosa, ramplona, soporífera… ¡una birria! Hace falta un poeta de la talla de fray Luis para regalarnos los oídos con ese del monte en la ladera, porque además es eufónico. De eso hablaremos otro día.
¿Y para qué sirve el hipérbaton? ¿Qué beneficios le aporta a tu texto? ¿Esto es solamente hablar raro porque sí, para llamar la atención? ¿Tú te crees que fray Luis era un piltrafilla que hacía las cosas porque sí? Fray Luis no daba puntada sin hilo. Por eso está al nivel de Yoda, pero en poesía. Cada uno en lo suyo, pero estamos ante dos de los grandes. Dos maestros que han pasado a la historia por sus propios méritos.
El hipérbaton guía la atención hacia ciertos elementos de la frase: los que disloca. Esos son los que destacan precisamente porque los sacamos de sus casillas. En los celebérrimos versos de la «Oda a la vida retirada», se consigue que destaquen el monte y la mano que trabaja ese huerto. Están descolocados y eso le lanza un mensaje al lector: fíjate en esto. Así es como fray Luis se lleva al lector al huerto (nunca mejor dicho). Y se lo sigue llevando después de unos cuantos siglos.
Sí, porque la poesía es lenguaje con esteroides. El lenguaje poético explota al máximo las posibilidades expresivas del idioma. Por eso, en cuanto nos paramos a observar un poema como el de fray Luis, nos percatamos de la maestría con que aprovecha el hipérbaton y otras figuras.
Pero no te creas que estas figuras literarias son solamente cosa de poetas. Las figuras son las especias que le dan la gracia al guiso del texto. El escritor que sabe emplearlas se lleva al público al huerto igual que lo conseguía fray Luis. Eso lo saben bien quienes se dedican al lenguaje publicitario.
Yo sé que la publicidad tiene mala fama. Sin embargo, la buena publicidad, la publicidad de calidad hace un uso exquisito de los recursos expresivos del idioma porque esa es la forma de llevarnos al huerto y que compremos el producto.
El lenguaje de la publicidad presenta numerosos puntos de contacto con la poesía. Por ejemplo, ¿no te has dado cuenta de que la publicidad tiende a mostrarnos un mundo embellecido e idealizado? Lo hace con una intención comercial, pero juega con esos elementos que nos atrapan, que nos encandilan, que nos hacen soñar, anhelar…
Por eso recurre a todo tipo de estrategias expresivas y persuasivas. Muchas de ellas están estudiadas desde la época de la Grecia clásica. Son retórica de la buena, porque la retórica es el arte de hablar persuasivamente y la publicidad busca precisamente eso: persuadir.
La retórica nació porque en la antigua Grecia todavía no se habían inventado los abogados ni las facultades de Derecho. Si el vecino te denunciaba porque tu cabra se le había comido las lechugas (yo no sé si a las cabras les gustan las lechugas, pero vamos a suponer que sí)… Si tu vecino te denunciaba, tenías que presentarte ante una asamblea formada por 501 varones atenienses, salir ahí delante a hablar y, a base de labia, convencerlos de que tu cabritilla era un animalito adorable que jamás se comería las lechugas de nadie y menos todavía las del indeseable de tu vecino.
En aquella época tampoco se había inventado el procedimiento judicial. Por eso se echaba mano a todo tipo de estrategias emocionales, falacias lógicas, florituras del lenguaje y otras fintas y añagazas argumentativas que servían para ganarse el favor de los miembros de la asamblea, o sea, para llevárselos al huerto.
Se trataba de convencer. Quien convencía se llevaba el gato al agua. Es lo mismo que busca la publicidad. Los anuncios publicitarios intentan convencerte por todos los medios. Por eso van a jugar con tus emociones, van a apelar a tus ideales, a tus sentimientos, a tus aspiraciones, te van a colmar de hermosas palabras con tal de que compres las peras, ¡que son muy buenas!
Hace décadas, un anuncio de detergente cautivó a los españoles por su llamativo hipérbaton. Escojo un ejemplo de hace décadas porque no me llevo comisión. Aquí, quien quiera publicidad que la pague. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Si tú tienes unos años, te acordarás de un anuncio de detergente que decía:
(5) ¡Las manchas! ¡Una solución quiero!
Todo el mundo se tronchaba con el anuncio de marras. Cuando nos juntábamos los amigos, lo imitábamos al hablar: «Los exámenes, una solución quiero»; «Las vacaciones, una solución quiero».
Acertó de pleno quien inventase ese eslogan. El ingrediente secreto es el hipérbaton. Al colocar la solución en primer lugar, toda la atención se centra en ella. El anuncio da a entender que ese producto es la solución al problema del consumidor.
Eso es lo que intenta siempre la publicidad. Primero te crea un problema. A veces el problema existe y el consumidor siente el dolor; pero muchas veces los anuncios te educan primero para crearte la necesidad y, acto seguido, te presentan su producto como la solución. Ellos mismos te crean el problema e inmediatamente te ofrecen la solución. El paso evidente es comprar. Tiene toda la lógica del mundo.
El uso de estas dislocaciones lingüísticas no se limita a la publicidad. Los castellanos tenemos fama de refraneros. Sancho era castellano. Era manchego y recogía en su persona todas las esencias de la sabiduría popular. Por eso, Sancho se pasa las dos partes del Quijote soltando refranes a diestro y siniestro, vengan a cuento o no. Hasta tal punto es así que, a veces, don Quijote incluso le riñe. Pues bien, los refranes hacen también un uso intensivo del hipérbaton, por ejemplo:
(6) Quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija.
Ese refrán violenta el orden natural de la frase. Eso refuerza la expresión y subraya la enseñanza que se encierra en esas palabras. Normalmente nos expresaríamos así:
(7) Una buena sombra cobija a quien se arrima a un buen árbol.
Cuando yo era un chaval, jugábamos a mezclar y alterar refranes. Por ejemplo, decíamos:
(8) Ojos que no ven, cartera que te vuela.
Y así estábamos tan entretenidos. Mientras enredábamos con los refranes, no hacíamos otras cosas peores (que también las hacíamos, pero eso ya es otra historia). A mí me hace gracia ahora cuando nos juntamos los amigos de toda la vida y empiezan a quejarse de las barbaridades que hacen los jóvenes de ahora, no como antes… Eso dicen, no como antes, que no había maldad. Cuando me acuerdo yo de todas las cosas que hacíamos… Y eso que nosotros no éramos de los peores. Antes no había maldad… o eso dicen cuando ya se hacen mayores.
Yo aquí te he hablado de un maestro jedi de la literatura castellana que es fray Luis, pero una presentación sobre el hipérbaton quedaría incompleta sin hablar del maestro absoluto, del campeón, del rey, del emperador, del mago del hipérbaton. Señoras y señores, distinguido público del Blog de Lengua, les presento al mago de las contorsiones lingüísticas, al único, al inigualable, al inconfundible poeta cordobés don Luis de Góngora y Argote. Para que veas lo que es un hipérbaton de los buenos, te he traído aquí tres versos ¡tres! de su Fábula de Polifemo y Galatea:
(9) Un monte era de miembros eminente
este que, de Neptuno hijo fiero,
de un ojo ilustra el orbe de su frente
Voy a intentar traducirlo. No sé qué tal me saldrá porque tiene miga la cosa. Estos versos están enredados. ¿Quién los desenredará? El desenredador que los desenrede buen desenredador será.
Esta es mi versión libre para la radio. Así es como quedan los inmortales versos del poeta barroco, latinizante y culterano don Luis de Góngora después de peinarlos, alisarlos y desenredarlos:
(10) Este hijo fiero de Neptuno que ilustra de un ojo el orbe de su frente era un monte eminente de miembros.
¡Qué aburrimiento! Que me den la Fábula de Polifemo y Galatea al natural. ¿Cuánto tiempo le llevaría a don Luis escribir esos tres versos? Y basta un momentín para destrozarlos.
Lo bueno que tiene este ejercicio de enderezar la frase es que nos enteramos del mensaje con claridad. El poeta está dando a entender que el cíclope Polifemo, hijo del dios Neptuno, era un monstruo membrudo con un solo ojo en medio de la frente. El desorden de la frase potencia el esteticismo del lenguaje gongorino.
Por cierto, Quevedo no podía ver a Góngora. Vamos ahora con la parte de cotilleo literario. Quevedo era tan gran escritor como mala persona. Es una combinación que se da a veces. Estoy pensando en algún caso más, pero no lo voy a decir. No me tires de la lengua. Góngora vivía en una casa de alquiler y Quevedo la compró aposta para echarle. No solo puso de patitas en la calle al insigne poeta cordobés, sino que encima el tío presumía de que había desinfectado la casa quemando los libros del otro. Ese era Quevedo. ¡Ya ves cómo se las gastaban los literatos de los Siglos de Oro!
Lo prometido es deuda. Al principio te lancé un guante. Te reté a averiguar el plural de la palabra hipérbaton y ahora ha llegado el momento de la verdad. Esto es lo que dice el Diccionario panhispánico de dudas, que, como su propio nombre indica, esta ahí para resolver eso: dudas.
hipérbaton
En retórica, ‘alteración del orden normal de las palabras en el discurso’. Se recomienda usar con preferencia el plural invariable (los) hipérbaton, en sintonía con los demás sustantivos esdrújulos que presentan esta misma terminación:
«Esa acumulación de imágenes, las paráfrasis, los hipérbaton ayudan al mito del Mandelstam complejo» (País [Esp.] 21.10.2015).
Existe también la variante hipérbato (pl. hipérbatos), de uso minoritario:
«El hipérbato traslada las palabras al punto en que más han de brillar» (Pedraza/Rodríguez Literatura [Esp. 2000]).
La forma hipérbatos se usa también a menudo como plural irregular del singular hipérbaton:
«En esa primera redacción hay un hipérbaton violentísimo, mejor dicho, un gran hipérbaton general acribillado de hipérbatos particulares» (Alonso Estudios [Esp. 1955]).
No debe confundirse con hipérbole (‘exageración’; → hipérbole).
Diccionario panhispánico de dudas dixit.
¡Que el hipérbaton te acompañe!