Necesitas un proceso

¿Quieres escribir?

Sé que la idea de escribir un libro puede llegar a intimidar. Sin embargo, es un sueño que puedes hacer realidad. Tú puedes ser escritor. No necesitas una formación especial. No necesitas un don. No necesitas una inteligencia por encima de la media ni una sensibilidad excepcional.

A estas alturas de la vida, la experiencia me confirma lo que me decían mis maestras cuando era pequeño: lo primero es querer. Para alcanzar un objetivo hay que desearlo. Esa es la base sobre la que se edifica todo lo demás. Eso sí, te advierto que necesitas quererlo con intensidad. Necesitas movilizar toda la fuerza de tu voluntad.

Esa es la primera cuestión: ¿quiero escribir o no quiero escribir? Contesta con sinceridad. No hay una respuesta correcta. Tan legítimo es el sí como el no.

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A partir de ahí, necesitas disciplina. No hay atajos. No hay una varita mágica. El libro no te lo van a escribir las musas. El libro no te lo va a susurrar al oído una voz celestial.

Un libro se escribe pegando el culo a la silla y aporreando el teclado con las yemas de los dedos. A diario. Es una nueva actividad que vas a introducir en tu vida, como ducharte, como sacar a pasear al perro, como acudir puntualmente a tu lugar de trabajo.

Si escribes a diario, tu libro será una realidad. Caerá como una pera madura: voluntad y constancia, esos son los ingredientes. ¿Los tienes? ¡Sigue conmigo!

Sí, pero ¿cómo lo hago?

Además necesitas un proceso. Ahí es donde encallan muchos escritores primerizos. Un libro se puede escribir de muchas formas. También puedo llegar a la cima de una montaña siguiendo múltiples recorridos. Cien personas pueden subir a un monte por cien vías diferentes.

Sin embargo, no todos los caminos son iguales. La cumbre es la misma, pero el ascenso puede ser muy diferente. Mi experiencia como senderista me dice que normalmente hay un camino que me garantiza llegar arriba en un tiempo razonable, con el esfuerzo justo y disfrutando del recorrido.

En cambio, otras veces me he metido por senderos que me han conducido a las zarzas. Eso no me ha impedido culminar el recorrido. La clave está en la voluntad. Hay que querer. Si de verdad lo deseas, llegarás. A mí, a veces, me ha costado tiempo y arañazos, pero he completado el camino.

También me he encontrado atajos que parecían prometedores al principio, pero que acababan en ríos y barrancos. En ese caso, me ha tocado desandar lo andado. Cuando eso sucede, hay quien se desanima y renuncia a la travesía. Hay quien persevera y le da a la caza alcance. Cuando de verdad he querido, he llegado hasta el final.

Es verdad que a veces salgo al monte yo solo, pero te confieso que prefiero caminar acompañado. Por eso pertenezco a un grupo de senderismo. En esta vida, casi todo es mejor en compañía: subir un monte, celebrar las alegrías, capear las tristezas, escribir una novela… Cuando camino por la sierra con mis queridos amigos senderistas, disfruto más y voy más arropado. Todos compartimos un objetivo. Nos apoyamos y nos animamos los unos a los otros. Y si meto la pata literalmente en algún agujero, ellos me ayudan a salir.

En mi grupo salimos siempre con un guía. Eso me da una seguridad porque él se sabe el recorrido. Su trabajo es conducirme por el sendero del éxito y evitarme zarzas y desfiladeros.

¿Quieres conquistar la montaña de la escritura? ¡Sigue conmigo!

¿Es solo para una novela?

Para escribir una novela necesitas definir tu proceso de escritura. Te va a servir para ese cometido, por supuesto; pero una vez que cuentas con él, lo puedes aplicar a cualquier tipo de texto. El noventa y cinco por ciento lo puedes extrapolar a obras de no ficción, manuales didácticos, trabajos académicos, etc. El cinco por ciento restante aporta el toque específico de cada género. Son diferencias de detalle.

Piensa en lo que ocurre en la cocina. A menudo, la diferencia entre dos platos está simplemente en la salsa. La base es la misma, pero unas veces añades pimentón y otras, curri. Todos los procesos comparten unos ingredientes básicos. El toque final lo dan las especias. Las irás variando para cocinar una novela sabrosa o un libro de no ficción que tus lectores querrán devorar.

Por tanto, es fundamental planificar previamente tu proceso de escritura. Una vez diseñado, podrás aplicar esas estrategias y principios para escribir textos de lo más variado. Si te ciñes a él, notarás que tu escritura va subiendo de nivel.

¿Tú quieres subir de nivel en tu escritura? ¡Sigue conmigo!

¿Y si quiero escribir relatos?

¿Te gusta escribir relatos? Es una gran idea. Ponte manos a la obra ya. Los relatos poseen un valor literario intrínseco. El género es valioso en sí. Además te sirven como práctica antes de lanzarte a crear una obra extensa como una novela.

Menciono los relatos específicamente porque presentan una particularidad. Puedes escribir un relato aunque todavía no hayas definido tu proceso de escritura. Un momento… ¿Qué es esto? ¡Me estoy contradiciendo! Llevo todo el rato insistiendo en la importancia del proceso y ahora te cuento que te lo puedes saltar a la torera.

Sí y no. Es cierto que puedes escribir relatos sin un proceso claro. Sin embargo, esto hay que matizarlo. Te puede funcionar, pero por un solo motivo. Son textos breves. Eso significa que son más abarcables y más tolerantes a los fallos. Puedes equivocarte una y otra vez. Puedes hacer y deshacer. Aun así, a base de prueba y error completarás el relato.

No obstante, si aplicas un proceso previamente definido, descubrirás que tu escritura de relatos se vuelve más eficiente. Y no solo eso. Habrás subido un par de peldaños en la escalera que te conduce a la novela. Sí, puedes crear un relato aunque todavía vayas a tientas; pero todo funcionará infinitamente mejor si sabes lo que estás haciendo. Eso significa diseñar tu proceso y aplicarlo de manera consecuente.

¿Quieres seguir ascendiendo por la escalera de la escritura? ¡Sigue conmigo!

¿Lo estoy haciendo todo mal?

Si ya estás escribiendo, te felicito. Probablemente, lo estás haciendo casi todo bien. Sin embargo, las pequeñas diferencias cuentan.

En la vida, hay diferencias mínimas que alteran radicalmente el resultado. Piensa en lo que ocurre en una carrera de caballos. El caballo ganador no llega a la meta media hora antes. La diferencia entre el primero y el segundo suele ser una nariz.

Escribir un libro es un recorrido largo. Por eso, una leve alteración en el rumbo puede alargar el trayecto durante meses o años. Quizás estás escribiendo, pero los resultados te dejan insatisfecho. En ese caso, tengo buenas noticias. Seguramente necesitas corregir el rumbo; pero no se trata de dar un giro de ciento ochenta grados. Casi siempre son ajustes de quince grados, diez o incluso cuatro.

Voy a contarte el caso de uno de mis alumnos. Él mismo lo ha compartido esta semana en clase. Ha sido un testimonio inspirador y emocionante para mí y para sus compañeros.

Fernando tenía una ilusión desde la infancia. Él contemplaba los volúmenes de la biblioteca de su pueblo y soñaba con ver algún día un libro suyo en esas estanterías. Los años fueron pasando. El niño se convirtió en hombre. Estudió con éxito dos carreras universitarias. Superó unas oposiciones exigentes que le dieron un puesto de funcionario. Escribió en periódicos, colaboró en la radio, formó parte activa en la vida cultural de su ciudad. Durante todo ese tiempo acariciaba el sueño de escribir una novela. Lo había intentado alguna vez y había ido avanzando; pero no estaba llegando adonde él quería.

Te estoy hablando de un profesional con formación, con cultura, con experiencia, con una capacidad de trabajo demostrada, con unas lecturas de calidad y cantidad. En cuanto hablé con él, vi que esta persona tenía todo lo que necesitaba para escribir el libro. Lo tenía todo y más. Al revisar su proceso de escritura, nos dimos cuenta de que lo estaba haciendo casi todo bien. Solamente faltaba ajustar un par de detalles. En cuanto lo hizo, escribió su novela.

Piensa en lo que ocurre con la nariz. Es la parte más prominente de mi cara. Todo el mundo la ve, pero yo solamente alcanzo a divisar la punta y eso a duras penas. A veces, todo lo que necesitamos es un espejo.

¿Te gustaría tener un espejo que te revele aspectos de tu escritura que todavía se te escapan? ¡Sigue conmigo!

¡Hay quien se pone a escribir sin más!

A estas alturas espero haberte convencido de la importancia de definir un proceso, depurarlo y guiarte por él. Hazlo así y tendrás tu libro. Sí, ya hemos dicho que se puede llegar a la meta por muchas vías; pero, antes de continuar, quiero compartir contigo mis frustraciones en la cocina.

La primera vez que guisé unas lentejas, tuve que tirarlas. ¿Por qué? Por imitar a mi madre. Yo estaba acostumbrado a observarla en la cocina desde pequeñito. Ella cocinaba sin receta. Iba abriendo los armarios, revolvía un poco en el frigorífico y te improvisaba un guiso con lo que iba encontrando: unas patatas por aquí, unas costillitas por allá, un tomate que se me va a echar a perder… Las cantidades las medía en puñados, chorritos y trocitos. Si necesitaba ajustar los tiempos, a lo mejor lo hacía con el cronómetro de su madre y de su abuela, que funcionaba a base de padrenuestros y avemarías. Ella aseguraba que para ciertos platos le funcionaba mejor que el reloj de cocina.

El resultado era espectacular. Aquellos platos eran una delicia para el paladar. Para mí, cocinar era eso. Es el ejemplo con el que había crecido.

Sin embargo, cuando intenté aplicar las “recetas” de mi madre, el resultado fue catastrófico, como te puedes imaginar. Necesité humildad y un recetario para cosechar mis primeros éxitos culinarios.

¿Cuál era el secreto de mi madre? Toda una vida cocinando a diario para una familia. Yo ahora voy consiguiendo cocinar sobre la marcha como lo hacía ella. Poquito a poco, he ido aprendiendo a saltarme pasos en el proceso que está definido en la receta. Incluso voy llegando a un punto en que consigo saltarme la receta y todo. Se llama experiencia. Se llama práctica.

Ojalá algún día tú estés ahí como escritor. Mientras tanto, el mejor consejo que te puedo dar para tu primera novela es este: intenta escribir como un principiante y no como un profesional consagrado. Sirve para escribir y sirve para casi todo lo que quiere aprender uno en esta vida. No se escribe igual la primera novela que la segunda. La cuarta o la quinta ya son animales completamente diferentes. Y cuando uno lleva a la espalda quince o veinte éxitos, se puede permitir ciertas dosis de improvisación, igual que mi madre se daba el gusto de cocinar sin receta, sin báscula, sin reloj y, si me apuras, casi casi sin cacerola.