Chile tuvo desde 1844 hasta 1927 su propia ortografía, basada en las propuestas del insigne gramático Andrés Bello.
Bello buscaba con su reforma ortográfica acercarse al ideal de una escritura alfabética, es decir, que a un fonema le correspondiera una letra y solamente una y viceversa. De esta forma, pretendía acabar con los desajustes entre escritura y pronunciación, que tantos quebraderos de cabeza nos traen en forma de faltas ortográficas.
Bello propuso en 1823, junto con Juan García del Río, una reforma de la ortografía en un artículo titulado “Indicaciones sobre la conveniencia de simplificar i unificar la ortografía en América” (en La biblioteca americana o miscelánea de literatura, artes y ciencias, Londres, imprenta de G. Marchant, pp. 50-62). La reforma se debía llevar a cabo en dos fases:
Época primera:
1. Los grafemas <x> y <g> con valor de /x/ (sonido “jota”) pasan a <j>: xarabe → jarabe, general → jeneral
2. La grafía <y> con valor vocálico se convierte en <i>: ley → lei, agua y vino → agua i vino
3. Desaparece la <h> (salvo en la combinación ch): hombre → ombre
4. Se escribe siempre <rr> para la vibrante múltiple (pronunciación fuerte de la erre): rosa → rrosa, enredar → enrredar, alrededor → alrrededor, Israel → Isrrael
5. La <c> con valor de /θ/ se escribe <z>: cedro → zedro
6. El dígrafo <qu> se simplifica en <q>: que → qe
Época segunda:
7. La <c> con pronunciación /k/ se sustituye por la <q>: cariño → qariño
8. Se elimina la <u> muda de las secuencias <gue, gui>: guerra → gerra, guinda → ginda
Finalmente, en 1844, se oficializa como nueva ortografía chilena una versión suavizada de la propuesta de Bello. Ese mismo año, en España, Isabel II convertía en obligatoria por Real Orden la ortografía de la Real Academia Española.
La reforma aprobada siguió las siguientes reglas (Andrés Bello: “Ortografía”, en Opúsculos literarios i críticos, Santiago de Chile, Imprenta Chilena, 1850, pp. 102-103):
1.ª Caminar hacia la perfección del alfabeto, que consiste, como todos saben, en que cada sonido elemental se represente exclusivamente por una sola letra:
2.ª Suprimir toda letra que no represente o contribuya a representar un sonido:
3.ª No dar por ahora a ninguna letra o combinación de letras un valor diferente del que hoi dia se les da comunmente en la escritura de los paises castellanos:
4.ª No introducir gran número de reformas a un tiempo.
Para que nos hagamos una idea, transcribo aquí un fragmento de un discurso de José Victorino Lastarria —publicado en el mismo año de la reforma— que se ajusta bastante bien a las propuestas de Bello:
Yo e tenido la onrra de ser designado para llenar aora uno de los mas importantes deberes qe la lei impone a esta ilustre corporacion, tal como el de presentar una memoria sobre alguno de los echos notables de la istoria de Chile, apoyando los pormenores istóricos en documentos auténticos i desenvolviendo su carácter i consecuencias con imparcialidad i verdad […] La istoria es para los pueblos lo qe es para el ombre su esperiencia particular: tal como este prosigue su carrera de perfeccion, apelando siempre a sus recuerdos, a las verdades qe le a echo concebir su propia sensibilidad, a las observaciones qe le sujieren los echos qe le rodean desde su infancia, la sociedad debe igualmente en las diversas épocas de su vida, acudir a la istoria, en qe se alla consignada la esperiencia de todo el jénero umano, a ese gran espejo de los tiempos, para iluminarse en sus reflejos (José Victorino Lastarria: Discursos académicos, Santiago, Imprenta del Siglo, 1844, pp. 2-3).
En la práctica, la reforma tuvo un éxito limitado. A pesar del carácter oficial de la nueva ortografía, se siguieron imprimiendo textos que seguían las normas académicas y, progresivamente, las innovaciones fueron cayendo en desuso. Lo que verdaderamente cuajó fue, sobre todo, utilizar únicamente <j> para el fonema /x/ (jénero, jirar) y sustituir la <y> vocálica por <i> (mui, i).
En 1927, finalmente, el Gobierno chileno decidió volver a la ortografía de la Real Academia Española para restaurar la unidad ortográfica de los países hispanohablantes. Con esto se cerraba el intento de racionalización de nuestro sistema de escritura.
Andrés Bello dijo: «Conservar letras inútiles por amor a las etimologías me parece lo mismo que conservar escombros en un edificio nuevo para que nos hagan recordar el antiguo».
Esa cita de Andrés Bello me ha hecho recordar las típicas marcas de bala que se dejan intactas, para el recuerdo y la reflexión, donde se ha producido algún suceso de repercusiones históricas (como el fallido golpe de Estado de 1981 en España, etc.).