Nuestro verbo recordar lleva dentro la palabra corazón. Viene del bajo latín recordare, que se compone del prefijo re- (‘de nuevo’) y un elemento cordare formado sobre el nombre cor, cordis (‘corazón’).
Antiguamente se creía que el corazón era la sede de la memoria. Encontramos vestigios de esta creencia en nuestro verbo recordar y sus equivalentes en otras lenguas románicas, pero también en expresiones como estas:
(1) Francés: apprendre par coeur (literalmente, ‘aprender de corazón’)
(2) Inglés: know by heart (lit. ‘saber de corazón’)
Ortega nos proporciona una hermosa explicación de esta etimología:
El yo pasado, lo que ayer sentimos y pensamos vivo, perdura en una existencia subterránea del espíritu. Basta con que nos desentendamos de la urgente actualidad para que ascienda a flor de alma todo ese pasado nuestro y se ponga de nuevo a resonar. Con una palabra de bellos contornos etimológicos decimos que lo recordamos —esto es, que lo volvemos a pasar por el estuario de nuestro corazón—. Dante diría per il lago del cor.
José Ortega y Gasset: El espectador, II, «Azorín: primores de lo vulgar»
La raíz latina para ‘corazón’ aparece en más palabras del español. Una de ellas es discordia.