Covarrubias: Tesoro de la lengua castellana o española

Sebastián de Covarrubias fue un adelantado a su tiempo, un visionario. Vivió entre 1539 y 1613. A nadie se le había ocurrido hasta entonces que hacía falta un diccionario para explicar los significados de las palabras de la lengua normal y corriente, la que habla la gente. Normalmente, en su época se publicaban diccionarios bilingües, sobre todo de latín. Él rompió con esa inercia.

El primer diccionario monolingüe de una lengua europea

El Tesoro de la lengua castellana o española de Covarrubias no es solamente el primer diccionario del español. Es el primer diccionario monolingüe de una lengua europea.

Es una obra apasionante. Se cree que Covarrubias empezó a escribirla en 1605. Para entonces ya estaba bien entrado en los sesenta. Además, ten en cuenta que sesenta años en el siglo XVII no eran lo mismo que ahora. Alcanzar esa edad ya era una proeza. Quien llegaba, solía estar bastante tocado. Para mí, esto es la demostración palpable de que cualquier edad es buena para alumbrar una obra genial.

Un detalle muy humano

Hay un detalle muy humano que a mí me llama la atención. Los artículos de las primeras letras son los más largos. Después los va escribiendo cada vez más cortitos.

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¿Por qué? Porque deseaba terminar su diccionario por encima de todo. Necesitaba abreviar. En los últimos años, estaba tan enfermo que no podía escribir. ¿Qué hizo? ¿Abandonó? Al contrario, se sostuvo a base de fuerza de voluntad y como él no podía empuñar la pluma, le dictaba los artículos a un amanuense.

Las enseñanzas de Covarrubias

Yo extraigo dos enseñanzas de aquí. Para empezar, me quito el sombrero ante el temple de este ser humano. Escribir cuando uno tiene ganas está bien, pero tampoco tiene mayor mérito. Lo que merece mi respeto y admiración es seguir escribiendo cuando fallan las fuerzas. Yo tengo días en que a lo mejor me duele un poquito la cabeza y no me apetece escribir. Entonces me acuerdo de Covarrubias y me pongo a teclear a toda velocidad. Esa es la primera lección que me ha enseñado.

La segunda es que es preferible crear una obra imperfecta en lugar de no crearla. Covarrubias tuvo que aligerar para terminar. Tú imagínate que hubiera dicho algo así: “Ay, es que esto no está como a mí me gusta. Habría que desarrollarlo, ampliarlo, revisarlo despacito… Lo voy a dejar porque esto así no se puede publicar”.

Si Covarrubias se hubiera puesto perfeccionista, hoy no tendríamos Tesoro. En lugar de eso, legó a la humanidad una obra genial e imperfecta porque la genialidad suele necesitar grandes dosis de imperfección. ¿Qué es preferible? ¿Una obra imperfecta que se publica o ese libro que se queda en el fondo de un cajón esperando a ser perfecto?

Un diccionario diferente

El Tesoro es un diccionario muy diferente de los de hoy. Mezcla definiciones lingüísticas, información sobre la historia de las palabras, nociones enciclopédicas… ¿Por qué? Porque su autor está inventando un género nuevo. Todavía es pronto para acertar con la fórmula definitiva. Nuevamente, esa genialidad imperfecta era necesaria. Abrió la puerta para que las siguientes generaciones pudieran construir algo nuevo sobre ese modelo.

Además, en el siglo XVII todavía no se había inventado la objetividad en la lexicografía. El autor se transparenta en todos sus artículos. Le oímos hablar, divagar, contar anécdotas, historietas y hasta chistes… Al leer el Tesoro descubrimos quién era Covarrubias y cómo era el mundo en que le tocó vivir. Esto no es lo que hoy día esperaríamos de una obra lexicográfica. Sin embargo, ahí reside uno de los valores de este bien llamado Tesoro.

Leamos uno de sus artículos

¿Cómo son los artículos de este diccionario? Lo mejor es que veas uno para que juzgues por ti mismo. Este es el que dedica al camaleón. No tiene desperdicio. Ya verás que hasta se enfada con los camaleones humanos (que también los hay):

CAMALEON, este animalejo vi en Valencia en el huerto del señor patriarca Juan de Ribera, de la misma figura que le pintan. Es cosa muy recebida de la su particular naturaleza mantenerse del aire y mudarse de la color que se le ofrece en su presencia, excepto la roja y la blanca, que estas no las imita […] Es nombre griego: chamæleon […] Vale tanto como humilis, seu parvulus leo [‘león humilde o pequeño’, A. B.] Plinio […] describe al vivo este animalejo como yo le vi. Pero cuanto al grandor, debía ser poco más de un palmo y le tenían dentro de una jaula de calandria. Y de este tamaño era el que Pierio Valeriano refiere haber visto en Roma en tiempo de León Décimo […] En el libro 28 capítulo 3 alegado arriba, trae Plinio parte de lo dicho y añade calidades del animal y uso dél y de sus partes, pero no carece de superstición y por eso no lo refiero aquí […] Es el camaleón símbolo del hombre astuto, disimulado y sagaz, que fácilmente se acomoda al gusto y parecer de la persona con quien trata, para engañarla. Significa también el lisonjero y adulador, que si lloráis, llora; y si reís, ríe; y si, a medio día claro, decís vos que es de noche, os dirá que es así, porque él ve las estrellas. Este tal merecía que se las hicieran ver realmente, con meterle en un pozo muy hondo, de donde dicen poderse ver a medio día; y de allí nació el proverbio de amenaza: “Yo os haré ver las estrellas a medio día”.

El Tesoro incluye amplias explicaciones etimológicas porque su autor cree que es una forma de ayudar al lector a encontrar el sentido original y verdadero de la palabra. La etimología no es una ciencia exacta. No lo es hoy y no lo era en tiempos de Covarrubias. Muchas de sus etimologías son fantasiosas. Otras quizás sigan siendo válidas en lo fundamental, pero ya están superadas. Sin embargo, tanto unas como otras conservan un incalculable valor cultural y humano.

El Tesoro no fue casualidad

Te voy a mostrar un fragmento de otro artículo del Tesoro de Covarrubias. Te va a revelar datos importantes sobre la persona. Es precisamente el dedicado al verbo leer. Allí, no solo te explica el origen y significado de la palabra. Además introduce un programa radicalmente innovador que habría transformado la sociedad de su época:

El escribir se debía enseñar juntamente con el leer a todos los muchachos, y forzar a los padres a que enviasen a sus hijos a la escuela de los cuatro hasta los siete años, aunque después hubiesen de aprender oficios mecánicos, pues en la niñez no son de ningún servicio. Antes dan pesadumbre en sus casas y en las ajenas y en las calles y en lugares publicos y se hacen holgazanes y toman malos siniestros. Para este fin habían de sustentar los maestros del público y consignarles tantos barrios para que no se pasasen de un maestro a otro. Y lo mismo deberían hacer en las aldeas, donde tienen más cuidado de criar los puercos que los hijos.

En este artículo, Covarrubias acaba de inventar la enseñanza pública, universal y gratuita. Y lo ha hecho a principios del siglo XVII. Cuando leo artículos como este, me doy cuenta de que una obra rompedora como el Tesoro no es casualidad. Covarrubias era un ser humanos que miraba a su alrededor y se preguntaba constantemente cómo hacer las cosas de otra forma, cómo hacerlas cada vez mejor.