No hace falta ir a Oxford ni a Salamanca para darse cuenta del parecido que hay entre hígado e higo. Esto no es casualidad ni se trata de un caso de etimología popular. Nuestro hígado viene de la expresión latina iecur ficatum ‘hígado alimentado con higos’.
Al parecer, la culpa de todo la tienen Apicio y las ocas. Apicio fue un cocinero romano, famoso por su sofisticación y extravagancia. A él se le atribuye una técnica de alimentación forzada de la oca a base de higos, lo que producía una inflamación del hígado del animal y permitía producir el preciado foie-gras.
Tal fue el éxito del iecur ficatum que el imperio entero se olvidó de que ‘hígado’ se decía iecur y se quedó solamente con ficatum, siguiendo un procedimiento de abreviación parecido al que encontramos hoy cuando algunas personas llaman a los espárragos trigueros simplemente trigueros. Por eso hoy no solo decimos hígado en castellano, sino que también en gallego y portugués es fígado; en catalán, fetge; en francés, foie; en italiano, fegato; y en rumano, ficat.