Una vieja cuestión de la lingüística es si se puede hablar de todo en cualquier lengua o, lo que es lo mismo, si todos los idiomas de la humanidad son medios expresivos igualmente válidos, dotados del mismo potencial para poner en palabras lo que queremos decir.
La cuestión no es trivial, como veremos, pues las consecuencias prácticas de una u otra respuesta pueden llegar a ser drásticas. Para despejar las dudas desde el principio, diremos que sí, que todo parece indicar que se puede hablar de todo en cualquier lengua. Esto es, de hecho, lo que se conoce como principio de efabilidad.
Las lenguas del mundo presentan fuertes variaciones en cuanto a su vocabulario y sus estructuras gramaticales. Tan grande es la diversidad que uno puede estar tentado de pensar que cada lengua es un mundo aparte y que cada comunidad lingüística vive recluida en los límites de ese mundo. Un pueblo que habita junto al mar puede tener vocabulario para expresar peculiaridades de su medio de las que carezca un pueblo del interior y viceversa. Una sociedad tecnificada como la nuestra dispone de términos para nombrar los componentes de un teléfono móvil que no se encontrarán en sociedades que desconozcan este artilugio (suponiendo, claro está, que todavía existan tales sociedades en el mundo). ¿Quiere esto decir que las gentes del desierto no podrán hablar del mar o que será imposible explicar qué es un teléfono móvil a un grupo de población que nunca haya visto uno?
Lo que nos dice el sentido común y nuestra propia experiencia es que sí se puede. Quizás carezcamos de ciertas palabras, pero en estos casos siempre está disponible la posibilidad de explicarnos por rodeos o de acuñar nuevo vocabulario. De hecho, nosotros tampoco disponíamos del vocabulario necesario para hablar de los teléfonos móviles hasta que no se inventaron. Y otras veces la forma de hacerse con ese nuevo vocabulario es tan simple como tomarlo prestado del pueblo de al lado que ya lo tiene. Es algo que hacemos a diario.
Por lo que respecta a la gramática, hay lenguas, como la nuestra, que cuentan con un complejo sistema de tiempos verbales de pretérito, lo que nos permite afinar muchísimo en la expresión de relaciones temporales de pasado. Piénsese en los matices semánticos que encierran formas como cantaba, cantó, ha cantado, había cantado, hubo cantado… En otras lenguas, en cambio, solo hay disponible un tiempo de pretérito. ¿Limita eso las posibilidades de hablar del pasado? No necesariamente. Junto a las formas que nos ofrece la gramática hay toda una gama de elementos léxicos que también permiten matizar y graduar la narración de hechos pasados, por ejemplo, antes, después, luego, a continuación. Y si todo eso falla, siempre habrá alguna manera de explicarlo con una o más oraciones.
El principio de efabilidad es primo hermano del de traductibilidad. Si el pensamiento humano se puede expresar por igual en cualquier lengua, entonces las lenguas tienen que ser traducibles. Cualquier traductor nos podrá advertir que todo texto está plagado de matices de significado que resulta imposible verter en los moldes de otra lengua. No obstante —y hasta donde tengo noticia—, hasta la fecha ningún texto de una lengua conocida ha sido declarado intraducible. Siempre se encuentra una forma de trasladar el contenido, aunque haga falta un buen calzador o, incluso, unos cuantos martillazos. Pero esto no da al traste con el principio de efabilidad, por lo menos en una versión moderada, pues este lo que postula es que lo que se puede decir en una lengua se puede decir también en otra, pero no que todo se tenga que decir de la misma manera.
Las implicaciones de este asunto van más allá de la mera especulación teórica. Si hubiera limitaciones a lo que es expresable en una lengua, habría que admitir que hay limitaciones culturales que se derivan de este hecho. Sería predecible entonces que ciertas comunidades lingüísticas se encontrarían con dificultades básicas para la especulación filosófica, para el desarrollo tecnológico o para la creación literaria, por citar solamente algunos ejemplos, mientras que a otras su lengua les podría proporcionar una ventaja estratégica en alguno de esos campos. Podría ser que la excelencia en lo uno sólo se pudiera obtener a expensas de lo otro, que las lenguas especialmente dotadas para la lógica tuvieran un rendimiento mediocre en la lírica, o que solo se pudiera alcanzar una extraordinaria aptitud para la abstracción a costa de lo emotivo.
La idea, desde luego, es tentadora y se corresponde con muchos de los estereotipos que circulan a propósito de los diferentes pueblos del mundo. Otra posibilidad, más fuerte aún, sería que ciertas lenguas sobresalieran de manera generalizada, que resultaran ser instrumentos especialmente aptos para los más diversos cometidos, de modo que el ser hablantes nativos de una determinada lengua, ya de por sí, les diera una ventaja de partida a sus poetas, filósofos, oradores, ingenieros, economistas o juristas. Un pueblo así no tardaría en convertirse en amo del mundo.
Pues bien, todo esto se ha postulado en algún momento de las lenguas más variadas. En Europa tuvimos incluso todo un discurso seudocientífico que pretendía demostrar la superioridad de las lenguas europeas. Esto implicaba la superioridad de nuestra cultura y, en definitiva, de nuestras sociedades. Si, en cambio, el pueblo X tenía una limitación radical para el pensamiento abstracto y esto constituía un impedimento para su desarrollo espiritual y material, nada más natural que acudir allí a echarles una mano… a nuestra manera. Toda esa palabrería no era sino una más de las tristes justificaciones del colonialismo y el racismo. Este tipo de discurso culmina con los fascismos y sucumbe con ellos.
Son necesarias un par de advertencias antes de terminar. La primera es que el principio de efabilidad no implica en modo alguno que todo se puede expresar con palabras. Todos nos hemos topado alguna vez con los límites del lenguaje humano, con lo inexpresable. No, este principio es más modesto. Se conforma con afirmar que si se puede decir en una lengua también se podrá decir en las otras. Y lo que no se puede decir, probablemente no se pueda decir en ninguna.
La segunda es que este principio no está tampoco exento de problemas. Algunos de ellos han sido señalados por los defensores de la hipótesis contraria, la de la relatividad lingüística. Pero de eso nos tendremos que ocupar otro día, que por hoy ya es bastante.
En mi propia experiencia… no. [Depende tambien del grado de fiabilidad que consideremos como minimo]
Es cierto que existiendo las explicaciones puedes traducir casi todo lo que expresas (un 99.99% diria yo), pero me he encotrado con ciertas palabras (en japones por ejemplo) para expresar sentimientos que no soy capaz de traducir o explicar de forma decente en castellano, es mas la traduccion de los diccionarios que he consultado hasta ahora es erronea, y cuando me me lo intentan explicar nativos en japones tambien se enfrentan a grandes dificultades.
Ejemplos:
Setsunai
Iki
Wabi sabi
Para aprender el significado de esos conceptos, no te queda mas otra que descubrirlos por ti mismo y asociarlos a la palabra, no existe forma de exolicar el concepto al 100% a parte del nombre… Y resulta que el japones esta plagado de ellos (palabras con fuerte carga emocional).
Si bien es cierto que algunos de estos sentimientos tienen nombre en ambos idiomas (con lo cual son traducibles), otros no.
Otro ejemplo mas seria, que al tener varios sistemas de escritura puedes escribir:
寿司
すし
スシ
Sushi
Y todos tienen el mismo significado, pero sin embargo tienen distinto sentimiento (cosa que se puede complicar mas mezclando kanjis y lecturas distintas a la oficial) o palabras con distintos kanjis.
Sushi tambien se puede escribir 鮨 y si, significa lo mismo (y se le sushi)… pero no tiene el mismo sentimiento que 寿司
Lamento no poder profundizar en este tema, ya que yo mismo estoy aprendiendo a “sentir las palabras” segun su escritura en estos mismos momentos. ¿Pero como traduces esos sentimientos que solo dependen de como lo escribas?
Es mas, el hecho de ser lenguajes con ideogramas tambien que la forma de pensar sea distinta… pero ese ya es otro tema y no me quiero extender mas (aunque este muy relacionado).
Es mas, tambien esta:
* Que el japones no tiene genero ni numero [de base], lo que les permite jugar con una ambiguedad o una extrema precision, a la hora de expresarse que es dificil de traducir.
* O las decenas de niveles de formalidad, que nosotros no podemos igualar (aunque el coreano les supera).
* O la variedad de onomatopeyas, tienen para todo… incluidos sentimientos. ¿Como puedes traducir que te duele la cabeza en modo “gan-gan” o en modo “kiri-kiri”? ¿O el sonido del silencio – shiin?
Estos ultimos siempre podremos intentar explicarlo… pero no es lo mismo que evocar la sensacion mediante una sola palabra; que sentir el respeto porque te estan realzando a ti, o sentir que te respetan porque se estan degradando ellos; o que ver la ambiguedad en vez de explicarla.
Yo hablo alemán, pero una vez una amiga alemana me intentó explicar el significado de una palabra que no había sabido cómo decir en español. Al cabo de varias tentaivas fracasadas, se me encendió la bombillita y llegué a la conclusión de que esa concepto no existe en español… o al menos yo nunca me había encontrado con él, y si pude entenderla es precisamente porque yo sé alemán y por eso sé algo de cómo piensan los alemanes. Lo cual me lleva a algo obvio pero que a mucha gente le cuesta entender: un idioma implica una forma de ver el mundo, por eso aprender un idioma diferente quiere decir “cambiar el chip”, y eso es muy difícil.
PS: no recuerdo con seguridad la palabra en cuestión, pero creo que era “mitdenken”.
Alberto:
En esta entrada te superas a ti mismo. Ya sabemos de la posibilidad de nombrar que tienen todos los idiomas. Ya sabemos expresarnos y pedir pan cuando tenemos hambre y llamar a mamá cuando tenemos frío, miedo, necesidad de afecto. Más tarde surgen los artistas, los poetas y ellos, sacando lustre a los significados, nos ayudan, siempre con el idioma, a interpretar la dicha y el dolor, a ponerle nombres al amor y al desamparo.
Sí, amigo mío, a contemplar la realidad a nuestro paso.
Cecilio
Hace un tiempo fui profesora de unas nigerianas, unas chicas jóvenes que ya habían estudiado en Nigeria, por lo que tenían un vocabulario superior al nigeriano medio. A raíz de un problema de salud de una de ellas las profesoras nos dimos cuenta de que no tenían palabras apenas para referirse a las partes del cuerpo de la zona genital femenina, ni para sensaciones físicas relacionadas con ella o fenómenos normales como la menstruación. Sencillamente habían asumido en su silencio y soledad sobre el tema que tenían alguna enfermedad que periódicamente se agravaba y mejoraba. Tal vez en las zonas urbanas si que exista esa parte del lenguaje, pero ellas vivían en una provincia rural. Los únicos términos que encontramos buscando en internet eran términos altamente despectivos que ellas se negaban a utilizar en sí mismas.
Tuvieron que preparar su visita al médico (decidimos llevarlas a las 5 al ginecólogo) en inglés, ya que era su segunda lengua.
Los esquimales distinguen entre mas tonos de blanco y entre mas variedades de nieve que los meteorólogos españoles.
El lenguaje y la cultura son elementos muy interralacionados entre si (para mi son incluso parte de la misma “cosa”).
Nuestras culturas son diferentes e incluso hay hechos culturales que solo existen en algunas culturas… puedo entenderme con un esquimal y puede decirme que esa nieve es mas “blanda/dura/aireada/loquesea” que otro tipo nieve, pero nunca llegaré solo con mi lenguaje a entender todos los matices que ellos tienen.
Yo creo que no todo es traducible.
Excelente artículo. aunque segun el principio de efabilidad que comentas se puede expresar lo mismo en varias lenguas y se puede traducir de una a otra, siempre hay excepciones (como lo que cometan mas arriba del japones) que hacen a algunos autores o libros concretos practicamente intraducibles: asi por ejemplo tenemos aqui a Paco Umbral, apenas conocido fuera de nuestras fronteras por la dificultad para traducir sus textos. Me vienen a la cabeza tambien libros como “Ulises”, de Joyce, o “En nadar dos pajaros”, de Flann O´Brien…y si no siempre nos quedara el manuscrito Voynich XDD
Saludos
En gallego (y portugués) existen las palabras “saudade” y “morriña” que no tienen una traducción literal al castellano, por ejemplo, y sobre todo el “sentimiento” de la palabra saudade es dificil de explicar pero ello no quiere decir que el principio de efabilidad sea erroneo. Quizás necesite 100 palabras para explicar el concepto de “saudade” pero con 100 palabras se puede traducir (que en los libros usen solo 1 es otra cosa).
Con esto quiero decir que puede que las palabras japonesas que apuntan por ahí arriba no se puedan traducir facilmente, pero quizás con 1000 palabras se puede explicar en castellano, con lo cual el principio de efabilidad es correcto.
Nuestra forma de concebir el mundo y la sociedad en la que vivimos condicionan la lengua que usamos, y ésta siempre será capaz de responder a las necesidades expresivas de la sociedad que la emplea.
Pero también es cierto que la lengua moldea nuesta forma de pensar. Lo que no nombramos no suele existir para nosotros, o no podemos dominar el concepto, porque las palbras ayudan a modelarlo.
Cualquier inventor o descubridor lo primero que hace es dar nombre a lo nuevo, para así poseerlo.
Sobre el tópico de los esquimales y la nieve, parece ser que, aunque tengan varias palabras para diferentes tipos de nieve, la diferencia básica que marcan es la de la nieve cayendo frente a la nieve acumulada en el suelo.
Con respecto a la palabra “mamihlapinatapai”, yo leí que no se trata de personas tímidas sino flojas. El libro de Guinness que leí hace muchos años decía que significaba esperar que otra persona haga algo conveniente para todos, como echar leña al fuego.
Los ejemplos que se han ido aduciendo en los comentarios, además de interesantes en extremo, me parecen también algo equivocados. Porque insisten en conceptos románticos cercanos al “Volkgeist” o son esencialistas. En realidad, no son más que accidentes. Puras adaptaciones al medio: al entorno natural, económico o social en que se desarrolla la lengua en cuestión. Como los diferentes tonos de la piel humana: se heredan, pero no significan una diferenciación real. A mi entender, la perspectiva correcta no es la de si “una lengua sirve” o “una lengua puede expresar”: son las personas las que sirven y las que se expresan, las que modifican sus vehículos de expresión; no hay nada “natural” o “esencial” en una lengua -en sus usos, que son la única realidad lingüística existente- que no sea también absolutamente ideológico, en el sentido marxista del término. Me viene a la mente el experimento de Ramon Llull con el catalán medieval. Necesitaba palabras con las que expresar los conceptos de su Arte y las “implementó”, como diría un moderno: los famosos “bonificatiu”, “bonificable” etc, con que se enfrenta cualquier estudiante de filosofía medieval o de literatura catalana. Y también la hipótesis: si Einstein hubiese escrito sus artículos en yiddish, ¿sería el yiddish la lengua que mejor “puede expresar” los conceptos de la física teórica? Ideológica y probablemente, muchos dirían que sí, invirtiendo el orden causal.
Los dos únicos lenguajes universales son las matemáticas y la música. A través de ellos personas con distitos idiomas y culturas pueden entenderse perfectamente y empatizar sentimientos. De hecho, las sondas espaciales “Pioneer” y “Voyager” llevan placas grabadas con pictogramas, ideogramas y fonogramas (la música tiene también base matemática) y fórmulas matemáticas para su lectura e interpretación por unos hipotéticos seres inteligentes extraterrestres.
Un post para quitarse el sombrero.
Veo reflejados en los comentarios algunas ideas que siempre me han escamado. Por ejemplo un apego excesivo a las supuestas virtudes del principio de economía: ¿por qué es un descrédito que una palabra (pongamos) inglesa deba traducirse por dos o tres palabras (pongamos) castellanas? Servidor, que es catalán, no ve demérito en que a algo tan obvio, natural y de casa como el “pan con tomate” no se lo pueda designar con menos de tres palabras.
Otra: la ilusión de la simultaneidad: que determinado concepto surja en una lengua A antes que en otra lengua B no dice tanto de las posibilidades de las lenguas en juego como de las circunstancias económicas y sociales que llevan aparejadas. La historia demuestra que, a poco que se abstenga de casticismos castradores, la lengua B encuentra una forma de expresar el concepto en cuestión cuando lo necesita.
Y último (que esto ya parece un sermón): los conceptos connotados. Cierto que si nos referimos a la “saudade” en castellano quizá la carga emocional no sea la misma que para el lusófono, pero ocurre lo mismo ocurre con palabras aparentemente traducibles: y si no, preguntadle a un español y a un norteamericano qué es un “comunista”.
Supongo que, aunque hablásemos todos la misma lengua, estamos destinados a enteder cosas distintas. Por suerte, qué coñazo de mundo de lo contrario.
Yo creo que la cuestión no es solo si ciertas ideas son expresables o no en todos los idiomas (ciertamente ese no es el caso, pero como se dice, siempre podríamos añadir la palabra… no?)
La cuestión es, ¿con qué facilidad podemos expresarlas? La gramática es una parte esencial de la lengua, y puede ser muy limitante en ciertos casos. Por ejemplo, cosas como el “subjuntivo” no existen en muchas lenguas, y ni de lejos pueden afinar como los castellanos, catalanes y otros hablantes de lenguas románicas cuando hablan de deseos o hechos hipotéticos. Por poder, pueden, pero tardarán más, les costará más, y eso a la larga es limitante si quieren dirigir su atención hacia esas cosas.
Pero es que de igual manera, las negaciones del alemán son mucho más precisas que las negaciones en español, con lo que con menos palabras pueden transmitir mayor información lógica. Es incluso probable que en español aparezca una discusión entre dos personas por no entender lo mismo cuando se está negando algo (por la ambiguedad), mientras que en alemán eso es algo más difícil, no existe ese obstáculo.
Y aunque ahora no vaya a hablar de lenguajes naturales, pongo por caso lenguajes artificiales dedicados a la programación. Prácticamente todos los lenguajes artificiales de programación tienen la propiedad de ser “turing-completos”, es decir, son equivalentes entre ellos y permiten programar “cualquier cosa”… pero eso, en la práctica, es una falacia. Hay programas que en ciertos lenguajes se podrían escribir con 100 líneas, mientras que con otros se necesitan 10.000 (y viceversa con otros programas) (y no sólo porque unos sean más abstractos que otros, sino por el tipo de gramática… el paradigma empleado).
¿Nadie conoce el antiguo problema de la confusión entre el existir y el ser que trajo debates en la grecia antigua? Eso era un simple problema linguístico, pero se le dió la categoría de problema esencial durante algún tiempo… sí, algunas lenguas pueden ser efectivamente limitantes.
Hay que remarcar que no sólo hay que ‘traducir’ una idea, sino que se debe transmitir la forma de pensar que tiene ese pueblo. En mi comentario (#21) traté de hacer hincapié en el hecho de que no todos los pueblos piensan de la misma manera al momento de expresar una idea. En el idioma yagán, como en mi ejemplo, la proceso de pensamiento que lleva a un individuo a decir determinada frase no es el mismo que el de un hispanohablante. No se trata de explicarle a un inuit que hay lugares en donde no hay nieve sino tierra. Estamos hablando de convertir un idioma no analítico en un idioma analítico. Eso lleva, por lo menos, años de estudio, y generaciones que lo aprendan. Y no creo que, al final, sea el mismo idioma.
Un artículo muy interesante. Por cierto, como dato curioso: en japonés los verbos no tienen conjugación de futuro (una ironía teniendo en cuenta que Japón vive en el mañana tecnológico). Para expresar una acción que va a suceder se utiliza el tiempo de presente (algo que en español también usamos a veces). Ante la posibilidad de confusión, se mira el contexto o se añade algún complemento de tiempo y lugar a la oración. P.ej, [ESP]”voy a comer con mis amigos” = [JAP]”como con mis amigos después”
Muy interesante artículo, como siempre. Tengo varias cosas que decir; supongo que lo haré por etapas.
En primer lugar, acerca de la eventual dificultad de pueblos primitivos para hablar de nuestro mundo tecnológico. Pues bien.. ¡nosotros mismos tenemos problemas! Si nos fijamos bien, veremos que el lenguaje se está acomodando muy mal a la avalancha de nuevos conceptos que tiene esta época de hiperinflación de la evolución cultural.
Para “computador” nos tenemos que conformar con una palabra claramente insuficiente, de poquísimo substrato léxico. Por no hablar de “ordenador”… ¡un aparato que “ordena”! ¿y “móvil” o “celular”? ¿un “móvil” no es algo que se mueve? “Teclado”, un conjunto de teclas, que no refleja para nada su función de interacción con una máquina complejísima mediante la escritura.
Con otras palabras hay un poco más de suerte: “teléfono” (del griego que quiere decir “sonido lejos”) o “televisión” (“visión lejos”), se relacionan relativamente bien con el objeto7concepto que nombran y, además, se han hecho su propio hueco en el vocabulario, sin tomarlo de otras palabras que se usaban para otras cosas (como en los ejemplos anteriores).
Afortunadamente, el inglés (y alguna otra lengua moderna) nos ayuda a enriquecer el vocabulario y a acelerar su adaptación a la realidad actual y cambiante: por ejemplo “software”, “hardware” que si bien se alejan de la ortografía del español, nos proporcionan dos palabras frescas para dos conceptos nuevos (si bien no *esencialmente* nuevos). Hay otras palabras mejor hispanizadas como “espín”, “blog”.
O sea, que estamos hablando de alta tecnología con un lenguaje salido de pueblos agrícolas, que más o menos había conseguido adaptarse a la civilización después de 10.000 años. Conclusión: el lenguaje evoluciona muuuy lentamente (en este nivel; otra cosa es la ortografía e incluso la gramática).
Nos harán falta otros 10.000 años para que el lenguaje recoja con precisión este mundo tecnológico, suponiendo que el ritmo de innovación se suavice en algún momento…
dejo a manera de comentario cinco casos para discutir:
1. los juegos de palabras. seymour glass por see more glass en el cuento un día perfecto para el pez plátano de Salinger
2. la neolengua que propone Orwell en 1984 que le impide a las personas poder estructurar cierto tipo de rzonamientos
3. la intraductibilidad de algunos poemas de César Vallejo
4. lo que se pierde o confunde al querer, por ejemplo, expresar un “demonio” griego por otro en “arameo”
5. el último ejemplo viene de la película Amistad, donde los esclavos no entendían cómo es que alguien podía cambiar de opinión. en idioma mendé, lo que se dice es lo que se hace.
Saludos
Creo que en esta discusión no hay que olvidar la función referencial del lenguaje(Roman Jakobson), según la cual, cada lengua “se refiere”, nombra o describe la realidad que rodea a los hablantes de esa lengua. Y si la realidad no es la misma, porque los espacios geográficos y culturales son distintos, sería bastante difícil, al menos para mí, pensar que”todo” se puede decir en cualquier lengua, porque ese “todo” es diferente. Ciertamente que no estamos hablando de lenguas superiores e inferiores, idea descartada por los lingüistas, desde hace ya varias décadas; pero sí hay que considerar que si bien es cierto que , para los hablantes de cualquier lengua, ésta es absolutamente suficiente y válida para comunicarse entre sí, hay que tomar en cuenta que, habrá muchas palabras que en esa lengua puedan “decirse” y otras que “no puedan decirse”, en relación a otras. Recuerdo la expresión del sicolingüista Renzo Tittone: “tradutore, traditore”,que nos hace pensar sobre la dificultad de que exista una traducción exacta de una lengua a otra; porque existen conceptos y formas de pensar propias y , a veces exclusivas, de cada lengua.
@Juan Manuel: Ese “no” es solamente un expletivo (y optativo en este caso).
Muy interesante el artículo. Muy bien planteado el tema y los comentarios no contradicen lo expuesto por Alberto. Eso sí, los ejemplos de las dificultades que hemos tenido al querer expresar en una lengua lo que decimos (o “sentimos”) en otra son parte de lo fascinante de todo el asunto.
Estoy disfrutando mucho con este blog. ¡Gracias!
Este tema es enorme, no se si excesivo para un blog. “Después de Babel” de Steiner es un intento de responder a precisamente esta pregunta. Es un libro fantástico, apasionante. Claramente, los idiomas no corresponden entre sí al 100&, ni mucho menos, ni tampoco la teoría de la gramática universal de Chomsky da mucho más de sí a estas alturas. Queremos creer que todo sea traducible, que todo tiene equivalencia, pero no hay razones objetivas para creer esa afirmación que yo sepa, más bien al contrario.
Steiner, sin ir más lejos, empieza con un análisis de 3 o 4 textos del canon inglés, y pregunta hasta que punto son “traducibles” al presente para un lector nativo del inglés, es decir, cuantas de las referencias perdemos, cuanto del significado nos elude con el paso del tiempo, como las palabras han ido cambiando: y resulta que perdemos mucho, y eso en nuestra propia lengua, pasado 3 0 4 siglos…
La idea de que todo sea traducible me parece un deseo más bien otra cosa entonces. Creemos que sea así. Creo que nos acercamos a una comprensión suficiente en la mayoría de los casos, y que, como decía Goethe (creo recordar), las grandes obras siempre “sobreviven” la traducción. Para hay diferencias culturales y de gramática que llevan a pensar que el contrario es el caso. De ahí la importancia de cuidar los idiomas que tenemos.
…PD, no hay que confundir problemas de equivalencia entre dos idiomas, con problemas culturales que impiden el entendimiento de conceptos nuevos. Son dos temas diferentes, el segundo no me parece que sea así. No hay idiomas menores (eso también lo dice Stiener). Todos los idiomas tienen una cosa en común: están en un proceso constante de cambio y evolución. ¿Como ciertas culturas “hablan” del desarrollo científico sin tener estos conceptos en circulación en su lengua? Pues cogen las palabras del idioma que las ha acuñado, normalmente el inglés…
No se debe confundir la traductibilidad con la validez expresiva; toda lengua nace de un contexto social distintivo por lo cual se corre el riesgo que, al extraerla de éste, se tope con un límite. Sin embargo, también recordemos que TODA lengua viva es orgánica y capaz de adaptarse a su entorno, lo cual significaría que podría superar este límite mediante diversos mecanismos – ya sea barbarismos, neologismos, o expansiones léxicas. Ejemplo ilustrativo: el quechua, que ha sabido adaptarse durante miles de años y sigue vigente en la actualidad, o el aymara, cuya estructura incluso ha servido para modelar nuevos lenguajes de modelación.
Ahora, en cuanto a la traductibilidad, esto depende del traductor en cuestión y su pericia. Los habemos buenos, los habemos malos, pero por muy intraducible que sea un término o un texto, igual nos tenemos que arreglar de cualquier forma pues para eso nos pagan. Tenemos nuestros recursos y, por eso, yo creo que todo se puede traducir. Sin embargo, el efecto habrá de variar de texto en texto, de traductor en traductor y de lector en lector. Yo creo que el límite de la traductibilidad es el límite que imponen fenómenos como lo emocional: ahí, sin embargo, es donde los traductores debemos convertirnos en algo más que técnicos: en poetas. La poesía, recordemos, no es simplemente una forma bonita de decir las cosas, sino es una forma de codificación de emociones y fenómenos abstractos a partir de un juego de lenguaje cuya función no es simplemente hablar de éstos sino transmitir el sentimiento de éstos. Así, yo pienso que si algo puede ser expresado, alguien (no necesariamente nosotros, por muy excelentes traductores que seamos) habrá de saber traducirlo, eventualmente.
Alberto, mi pequeña aportación.
En “antropología de los números” thomas crump establece que los pueblos solo desarrollan las matemáticas hasta donde las necesitan. El ejemplo archiconocido es que los hotentotes solo saben contar hasta 6 (creo). A partír de ese número, usan la palabra “muchos”, porque en su sociedad no necesitan más números. No se qué idioma hablan los hotentotes, pero se me ocurren muchos ejemplos de difícil traducción debido a la limitación de “muchos”. No seré yo quien diga que la traducción es imposible, pero sí complicada…
En fin es solo un tema para que le déis una pensada.