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Lección
Cuando escribimos (y cuando hablamos), es frecuente que omitamos algún verbo porque lo acabamos de mencionar o porque damos por hecho que nuestro interlocutor lo va a recuperar fácilmente a partir del contexto. Esto agiliza la comunicación y evita sobrecargar al lector con información innecesaria. Mira este breve diálogo:
(1) —El café y el té ¿los quieres con leche?
—El café, con leche y el té, con limón.
En este caso no hay necesidad de repetir lo quiero porque el verbo acaba de aparecer en el diálogo. He dejado sendas comas en las posiciones donde debería aparecer esa secuencia formada por el pronombre lo y el verbo quiero. Es la forma de señalarle al lector que ahí me he comido el verbo.
Aprovecho para aclarar que cuando se explica este uso de la coma se habla siempre de omitir el verbo, pero pueden ser secuencias más amplias, como acabas de ver. La secuencia que se suprime ha de contener un verbo, pero no tiene por qué ser única y exclusivamente el verbo.
En el diálogo anterior, esas comas ayudan a interpretar la contestación. Mira lo que pasa si se me olvida ponerlas o desconozco esta regla:
(2) —El café con leche y el té con limón.
Si yo me encuentro eso escrito así, lo primero que pienso es que me están hablando de un café con leche y de un té con limón. Con suerte, en una segunda lectura me enteraría de que desean un añadido diferente para cada bebida.
A veces, un verbo se puede omitir aunque no aparezca en el contexto inmediato. Esto es así cuando ese verbo se puede recuperar fácilmente. A un niño le puedo decir esto:
(3) Tú, a la cama.
La criatura en cuestión ya sabe de sobra que eso equivale a esto otro:
(4) Tú te vas a la cama.
¿Por qué lo sabe? Porque todas las noches tenemos la misma discusión. Forma parte de un conocimiento que compartimos.
Vamos a ver una estructura un poquito más compleja:
(5) Yo soy estibador; mi hermano, poeta.
He eliminado el verbo ser en el segundo miembro del enunciado. En su lugar, he dejado una coma. Este tipo de estructuras complejas suelen requerir el uso del punto y coma. Es una forma de diferenciar niveles. Mira lo que ocurre si solamente utilizo comas:
(6) Yo soy estibador, mi hermano, poeta.
Ahora, todo queda al mismo nivel. Al lector le resultará más complicado interpretar el enunciado.
Este ejemplo me viene bien para introducir una aclaración adicional. Es frecuente que se produzcan variaciones de persona, tiempo o número en el verbo suprimido. Si yo escribiera ese enunciado con todos sus verbos, el resultado sería este:
(7) Yo soy estibador, mi hermano es poeta.
El verbo es el mismo, pero la persona es diferente (yo frente a él). Cuando suprimo la segunda aparición del verbo, me queda solamente la forma soy. Eso basta para que el lector entienda perfectamente cuál es la forma verbal que se ha omitido.
He dicho al principio que se suele utilizar esta coma para indicar la falta de un verbo. Nos movemos en el territorio de las comas opcionales. No es obligatorio ni mucho menos escribir una coma cuando se omite el verbo. Todo depende de la claridad y de la intención. Ya hemos comprobado que, a veces, esa coma es necesaria para que se interprete correctamente el enunciado. En cambio, otras veces lo será menos. Este ejemplo se entiende igual de bien con coma o sin ella:
(8) Tú a la cama.
Si no aporta nada, la puedes eliminar tranquilamente. Es más: a menudo, la coma puede llegar a estorbar. La puntuación del siguiente ejemplo a mí me resulta un tanto recargada:
(9) A mí me gusta la lectura; a Marta, el boxeo; a Iñaki, el levantamiento de piedras; y a Arnold, el punto de cruz.
Las comas del ejemplo marcan las posiciones en que he eliminado la secuencia le gusta. Ahora bien, eso me obliga a introducir el punto y coma para diferenciar niveles. Este otro signo resulta necesario para que se sepa qué va con qué. Lo vamos a comprobar inmediatamente. Si sustituyo cada punto y coma (;) por una coma (,), el resultado es este:
(10) A mí me gusta la lectura, a Marta, el boxeo, a Iñaki, el levantamiento de piedras, y a Arnold, el punto de cruz.
Si has conseguido leer eso sin perderte, te felicito. El caso es que el afán de marcar todas esas elisiones verbales da lugar a una puntuación innecesariamente complicada. Vamos a probar una nueva versión, a ver qué te parece el resultado:
(11) A mí me gusta la lectura, a Marta el boxeo, a Iñaki el levantamiento de piedras y a Arnold el punto de cruz.
Ahora he renunciado a marcar la omisión del verbo mediante comas. El resultado es que ya no necesito recurrir al punto y coma. Además, he reducido el número de signos de puntuación. Es más, esta nueva versión se lee con mas facilidad que la original y, además, se entiende perfectamente.
Las dos posibilidades son correctas, pero la segunda resulta más simple y más ligera. Por tanto, tiene todo el sentido del mundo que nos quedemos con ella.
Ya te advertía antes que las comas opcionales te obligan a tomar decisiones a cada paso. Para cada caso concreto, tendrás que sopesar si tu texto gana algo marcando la elisión de los verbos con comas. De lo contrario, harás bien en quedarte con la alternativa más sencilla.
Ejercicio
Vamos a hacer un ejercicio:
Te quería felicitar por este artículo y por la web porque me ayuda a perfeccionar mi escritura.
Me resulta complicado el mundo de la coma, porque hay a veces que las pongo mal o en sitios que no debiera ponerlas.
Tú página me resulta de gran ayuda.
Un saludo.
Me encanta seguirte, me recuerdas todo lo que en su día estudié y que ahora intento hacer simplemente de manera natural. Gracias por el post.