La llamada de una nota a pie o al final se puede colocar, indistintamente, antes (1) o después (2) del punto:
(1) De todos estos sistemas el único que sobrevivió fue el último3. No es que sus rivales carecieran de méritos, pero probablemente escogieron la estrategia comercial equivocada.
(2) De todos estos sistemas el único que sobrevivió fue el último.3 No es que sus rivales carecieran de méritos, pero probablemente escogieron la estrategia comercial equivocada.
Los dos procedimientos son válidos. Hay quien tiene preferencias en este ámbito que pueden estar perfectamente justificadas, pero en ningún caso se puede considerar una falta el que escojamos un sistema o el otro. Lo que sí es exigible es coherencia una vez que se ha hecho la elección. La posición de la llamada a nota no puede ir variando al buen tuntún, sino que tiene que mantenerse a lo largo de todo el documento.
Si el punto forma parte de una abreviatura, entonces la llamada tiene que ir obligatoriamente después:
(3) El documento contenía una proliferación de cursivas, negritas, subrayados, mayúsculas, etc.7 que resultaba difícilmente justificable.
Esto es lógico, pues ese punto forma parte integral de la abreviatura y no podemos introducir un cuerpo extraño para separarlo.