El punto y aparte marca el final de un párrafo dentro de un texto. Solo podemos hablar de punto y aparte cuando después de ese párrafo viene otro. Si es el último, lo que tenemos es el denominado punto final. Los puntos que cierran este párrafo y los dos párrafos siguientes son ejemplos claros de punto y aparte.
La marca que separa un párrafo de otro es doble. Por un lado está el punto y, por otro, el cambio de línea. Con este último, abandonamos el terreno de las reglas ortográficas y nos adentramos en el de las convenciones ortotipográficas. Lo que está claro es que para que haya párrafos diferentes hay que cambiar de línea. Después, dependiendo de diversos factores, puede dejarse una línea en blanco entre uno y otro o escribirlos pegados y desplazar un poco hacia la derecha la primera línea del párrafo que empezamos (lo que se denomina sangría de primera línea).
En este blog se deja una línea en blanco entre párrafos porque facilita la lectura en pantalla. La sangría de primera línea, en cambio, resulta más recomendable para textos impresos, sobre todo si por su naturaleza están concebidos para una lectura seguida (un ensayo, una novela…). No debemos combinar la línea en blanco con la sangría de primera línea porque es marcar dos veces lo mismo.
La denominación más extendida para el tipo de punto de que nos estamos ocupando es punto y aparte. Esta coexiste con punto aparte, que también es aceptable. Su plural es los punto y aparte, aunque, la verdad sea dicha, se utiliza poco.