Voy a intentar explicarte cómo funciona un pronombre relativo. Es importante entender esto para utilizarlos correctamente. Ejemplificaremos con el más común, o sea, que.
Partamos de un ejemplo sencillo:
(1) La niña que vive en el piso de arriba quiere ser boxeadora.
Para llegar a una oración como la de (1) hay que dar una serie de pasos. Al examinarlos, nos vamos a dar cuenta de que el relativo acumula dos funciones: por un lado, enlaza oraciones y, por otro, tiene un oficio sintáctico dentro de una de ellas.
Vayamos por partes. Un pronombre relativo enlaza dos oraciones que se sitúan en niveles diferentes. El origen de una oración como (1) hay que buscarlo en dos oraciones simples e independientes:
(2) La niña quiere ser boxeadora. La niña vive en el piso de arriba.
Evidentemente, nosotros no hablamos así. En lugar de eso, lo que hacemos es combinar lo anterior en una sola oración. Vamos a dar un primer paso para conseguirlo:
(3) La niña (la niña vive en el piso de arriba) quiere ser boxeadora.
En (3) hemos incrustado una oración dentro de otra, pero esto sigue siendo demasiado básico. Para evitar repeticiones innecesarias, utilizamos un comodín: que. Este pronombre ocupa el lugar de la niña y se convierte en el vínculo entre la oración incrustada y la oración que la acoge:
(4) La niña que vive en el piso de arriba quiere ser boxeadora.
Bien, la oración incrustada es lo que se conoce como oración subordinada. En este caso concreto, lo que nos traemos entre manos es una oración subordinada de relativo. La oración que acoge a esta es lo que denominamos oración principal. O sea, ya tenemos clara la primera función del pronombre relativo: servir de vínculo entre una y otra (al mismo tiempo que se evita una repetición).
Vamos con la segunda función. Releamos la oración incrustada:
(5) La niña vive en el piso de arriba.
No es difícil darse cuenta de que la niña tiene una función dentro de esta oración: es el sujeto. Volvamos ahora a (4). Ya hemos dicho que el pronombre relativo es un comodín que está en lugar de la niña. Por eso asume la misma función que le correspondía a la niña en (5): es el sujeto de vive en el piso de arriba.
O sea, el pronombre relativo tiene dos caras. Con una mira a la oración principal (la vincula con la subordinada). Con la otra mira a la oración subordinada (asume una función en su interior).
El caso que hemos presentado arriba es muy simple. Vamos a examinar ahora uno un pelín más complicado. El pronombre relativo no es ahora sujeto sino complemento directo de la subordinada. Mira:
(6) El coche que hemos comprado es supersilencioso.
Para llegar aquí tenemos que partir también de una secuencia de dos oraciones:
(7) El coche es supersilencioso. Hemos comprado el coche.
Incrustamos la una dentro de la otra:
(8) El coche (hemos comprado el coche) es supersilencioso.
Damos un paso adicional que es cambiar de posición el coche en el interior de la oración incrustada:
(9) El coche (el coche hemos comprado) es supersilencioso.
Y ahora ya podemos hacer la sustitución por el pronombre relativo:
(10) El coche que hemos comprado es supersilencioso.
Es importante entender cómo se construyen las oraciones subordinadas de relativo para evitar caer en usos incorrectos, como los que encontramos en Vamos a luchar contra la contaminación con todas las fuerzas que disponemos y Es una película que no la había visto todavía. Quienes utilizan estas construcciones demuestran dos cosas: que no saben lo que dicen y que les gusta comerse de vez en cuando un bocadillo de pan con pan.
Pero de eso habrá que hablar otro día. Por hoy, bastante tenemos.