Cancelar significaba originariamente ‘tachar’. Viene del latín cancellare, que es un verbo construido sobre la palabra cancelli, que significaba ‘reja’. En castellano actual, una cancela es una verja.
La relación entre las rejas y el tachado es muy simple. Antiguamente, cuando un escribano se equivocaba con una palabra, la encerraba en una especie de reja formada por líneas verticales y horizontales. Así se sabía que había que ignorarla. O sea, lo que se hacía era meter la palabra en una pequeña cárcel. Precisamente el nombre latino cancelli viene de cancer. Este nombre también significa ‘reja’ y probablemente sea una deformación de carcer, que es de donde viene la actual palabra cárcel.
O sea, que cancelar era meter en la cárcel a palabras traviesas que se habían escapado de la pluma del copista. Cuando se quería anular un registro, se utilizaba el mismo procedimiento. Imagínate, por ejemplo, que un comerciante tenía un libro en el que iba asentando lo que le debían sus clientes. En cuanto un deudor le pagaba, rayaba la anotación para saber que ya no era válida. Por eso decimos que las deudas se cancelan. Y de ahí fue de donde salió el significado actual de cancelar como ‘anular’ en expresiones del tipo cancelar un viaje, cancelar un acto oficial, etc.
Del significado original de ‘tachar’ ya no queda rastro en la lengua, pero una vez que lo conocemos, entendemos mejor los usos actuales. Por eso no viene mal saber algo de etimología para expresarse con corrección.