Guiñar es un verbo curioso. Tiene un significado muy específico: ‘cerrar un ojo un momento mientras se deja el otro abierto’. El siguiente ejemplo sirve para ilustrarlo:
(1) Se metieron en el coche y mi padre le guiñó un ojo [Ignacio Martínez de Pisón: Carreteras secundarias].
El ejemplo (1) nos indica que alguien cierra un ojo para hacerle una seña a otra persona. Esta es una forma de comunicación no verbal que en nuestra cultura suele indicar diferentes tipos de complicidad.
No se sabe exactamente de dónde salió este verbo. Es posible que sea de origen germánico y que esté relacionado con palabras como el inglés to wink, que tiene el mismo significado. También podría venir del latín tardío cinnus, que dio ceño en castellano.
Lo que sí seguro es que tiene hermanos en las otras lenguas románicas, aunque sus significados se han ido alejando. En francés encontramos guigner, que es ‘mirar de reojo’. El portugués guinar forma parte del léxico náutico. Se refiere al movimiento de un barco que se aparta bruscamente de su rumbo (en español también, pero no es de uso general). En italiano ghignare significa ‘reírse de manera sarcástica o maliciosa’. Por último, en catalán encontramos ganyota (‘mueca’) y guenyo (‘bizco’).
Pero lo curioso, lo verdaderamente curioso de este verbo está en que solamente admite un objeto: ojo. Solamente podemos guiñar el ojo. Si lo que cerramos y abrimos es la boca, ya no es guiñar; si es el puño, tampoco. Esto es todo un lujo lingüístico. Y digo que es un lujo porque resulta antieconómico. Imagínate que necesitáramos un verbo para expresar la idea de ‘comer una manzana’, otro diferente cuando el objeto comido fuera un langostino y así sucesivamente. Nos haría falta un verbo diferente para hablar de cada cosa real o imaginaria que hubiera a nuestro alrededor. El vocabulario de las lenguas reventaría por los cuatro costados y la comunicación verbal resultaría inviable.
Pero para terminar de captar la extravagancia de este pequeño verbo hay que percatarse de otro detalle. El significado de guiñar encierra de por sí la noción de ‘ojo’. Si utilizáramos este verbo aislado, sin añadirle un objeto, ya nos tendrían que entender. ¿Qué vamos a guiñar si no guiñamos el ojo? Y sin embargo, no podemos omitir el objeto. En el momento en que pronunciamos la palabra guiñar ya se sabe que detrás viene ojo. Su posible pariente inglés to wink (‘guiñar’) se comporta de forma muy diferente: no admite que expresemos el objeto ojo (eye). Hay que rebuscar mucho para encontrar ejemplos del tipo wink an eye.
Y hasta aquí ha llegado este pequeño guiño lingüístico. Espero haberte convencido de que este es un verbo un tanto peculiar.