Con pelos en la lengua

El pelo es una parte de nuestro cuerpo perfectamente superflua. Podemos eliminar todos los pelos que cubren nuestro cuerpo y no nos pasará absolutamente nada. Sin embargo, los seres humanos le atribuimos una gran importancia a la presencia (o ausencia) de estas fibras de queratina.

Esto se refleja en el vocabulario de nuestra lengua, en la que las palabras y expresiones relacionadas con el pelo ocupan una parcela nada desdeñable. A partir de pelo tenemos derivados como peludo o piloso. También hemos formado compuestos como terciopelo, que se llama así porque es una tela que se teje con tres pelos. Todos los tejidos se forman cruzando dos hilos sobre un plano. El tercer pelo del terciopelo es el que sobresale en vertical, el pelillo que añade una tercera dimensión al tejido y lo hace especialmente valioso.

La calvicie es un problema peliagudo (perdón por el contrasentido). Quien consiga por fin inventar un crecepelo, sin duda, echará buen pelo, o sea, aumentará su fortuna porque muchos pagarían lo que fuera por recuperar su cabellera. Mientras tanto, el único remedio es hacerse con una peluca. Esta palabra es en realidad un préstamo del francés perruque, pero nosotros la retocamos para acercarla a nuestro sustantivo pelo porque así nos parecía que tenía más sentido (y, efectivamente, lo tiene). El hermano pequeño de la peluca es el peluquín. Si te digo que ni hablar del peluquín, es que estoy rechazando tu propuesta. Espero que no te lo tomes a mal. Si te enfadas, más adelante echaremos pelillos a la mar, que es lo mismo que reconciliarse. Pero si sigues enfadado conmigo, lo más probable es que no te vuelva a ver el pelo (en este caso, una parte de tu cuerpo se utiliza para representar a toda tu persona).

No puedo olvidar el verbo pelar, que es ‘quitar el pelo’. Por eso quien está pelón o no tiene pelo o se lo ha rapado. Las peladillas son almendras recubiertas de una pasta blanca de azúcar que hace que parezcan una cabeza pelada. Horripilar, por su parte, es poner los pelos de punta (horreo significaba en latín ‘ponerse erecto’).

La expresión a pelo viene de la época en que nos transportábamos a lomos de caballerías. Montar a pelo era sentarse directamente sobre la pelambre del animal, es decir, sin silla. Hoy se utiliza esta fórmula para expresar que algo se hace sin ningún tipo de protección. Estar a pelo, en cambio, es estar desnudo, que es lo mismo que estar en pelota (picada). Esta pelota es un aumentativo de pelo, pero algún malpensado puso la palabra en plural (estar en pelotas) porque se imaginó alguna otra parte de nuestra anatomía. Más allá de esto, si alguien hace a pelo y a pluma, debemos entender que le gustan tanto los hombres como las mujeres. Vamos, que es bisexual. A contrapelo es ir contra la inclinación natural del pelo. Puede ser muy molesto si nos estamos afeitando. En sentido figurado lo utilizamos para hablar de todo lo que violenta la naturaleza de algo. Quitarse el pelo de la dehesa es librarse de la condición rústica. Para ello es muy recomendable viajar (que no es lo mismo que hacer turismo).

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Como ves, cuando me suelto el pelo (cuando actúo de forma desinhibida), es que no tengo pelos en la lengua: digo sin reparo todo lo que me apetece. Me gusta describir nuestro idioma con pelos y señales, que es hacerlo minuciosamente, con todo lujo de detalles. Pero no te creas que te estoy tomando el pelo. Lo último que querría es burlarme de ti porque tú no tienes un pelo de tonto y a mí, por tanto, se me podría caer el pelo: podría recibir un castigo o una regañina por mi mal proceder.

Yo soy un hombre de pelo en pecho y, por tanto, no escribo artículos de medio pelo, que en este caso serían artículos mediocres y de poca importancia. Ya, ya sé que esto último ha estado un poco traído por los pelos y por eso me voy a detener aquí.