Ya estamos en el último párrafo de ese magnífico artículo que estamos escribiendo para nuestro blog. Llegó el momento de redondear el trabajo de los párrafos anteriores. La forma de hacerlo es recapitular. Pregúntate qué es lo que quieres que recuerde tu lector de todo lo que le has contado. Eso es lo que tiene que aparecer aquí. Ya no queda tiempo para añadir nada. Si no vimos ocasión de decirlo antes, nos tendremos que callar.
Al recapitular en este último párrafo, cerramos el círculo que abrimos en el primero. Completamos así el recorrido que prescribía la retórica clásica: hablar de lo que se va a hablar, hablar y hablar de lo que se ha hablado. Esta forma de escribir no es caprichosa ni es una rutina que ha quedado fijada por la tradición. Se hace así para aumentar las posibilidades de que quien nos lee capte nuestro mensaje, porque facilita la comunicación, porque ayuda a convencer.
Pero espera un momento… Si el lector ha llegado hasta aquí es porque verdaderamente está interesado. ¿Le vas a dejar marchar así? El cierre del texto es un punto ideal para engancharle con otro artículo. Un enlace bien escogido puede obrar maravillas.
El último párrafo también nos proporciona un lugar propicio para una llamada a la acción. Pídele al lector que haga algo: que escriba un comentario, que les mande el artículo a sus amigos, que se suscriba a tu blog para no perderse ni un artículo. Si ha llegado hasta aquí, quizás estará dispuesto a darte gusto.