La be y la uve en español se pronuncian igual. Exactamente igual. Por eso existen tantas confusiones ortográficas entre una y otra. Vaca suena igual que baca: /báka/. Y lo mismo ocurre con vasto y basto (/básto/) o con tuvo y tubo (/túbo/).
Hay hablantes (y me temo que son cada vez más) que pronuncian una uve labiodental a la manera del inglés o del francés, es decir, la letra uve la leen haciendo pasar el aire entre los incisivos superiores y el labio inferior. Esta es una pronunciación no estándar que podemos denominar uveísmo.
Lo que corresponde en nuestro idioma es leer tanto la be como la uve con los dos labios. Dependiendo de los sonidos que aparezcan antes y después, los labios se juntarán o solamente se acercarán. Los detalles de la articulación te los explico en un vídeo: “Cómo se pronuncia la b ¡y la uve!“. No obstante, los hablantes nativos tampoco deberíamos preocuparnos demasiado: esto lo hacemos automáticamente y sin ser conscientes de ello. Es más, cuando intentamos reproducir voluntariamente estos movimientos articulatorios es cuando empezamos a encontrarnos en apuros.
Llegados a este punto, muchas personas se suelen preguntar: “¿Y entonces cuándo se perdió el sonido labiodental de la uve?”. La respuesta es nunca porque nunca existió en nuestra lengua. Estas uves pasadas por los dientes tienen dos orígenes principales:
a) Influencia de otras lenguas: la pronunciación de la uve labiodental es frecuente en hablantes bilingües. Por ejemplo, muchos valencianos mantienen en castellano la uve labiodental de su lengua materna. Ser bilingüe tiene ventajas de todo tipo, pero siempre conlleva un cierto grado de interferencia entre idiomas. Esto es normal y esperable. Simplemente, conviene tener presente que esta es una de las particularidades de la lengua castellana que se habla en ciertas regiones de España o de América en que entra en contacto con otros idiomas.
b) Ultracorrección: la escritura posee un enorme prestigio, hasta el punto de que los hablantes pueden llegar a creer (equivocadamente) que pronunciar bien consiste en acercarse lo más posible a lo que se escribe. Siguiendo esta lógica, si la ortografía distingue entre be y uve, también habría que diferenciar estas consonantes al hablar. Craso error. Una cosa es cómo se escribe y otra, cómo se pronuncia (incluso en lenguas como la nuestra que presentan una correspondencia bastante estrecha entre lo uno y lo otro). Quien intenta demostrar una supuesta cultura por la vía del uveísmo, lo único que consigue es dejar de manifiesto su desconocimiento de los aspectos más básicos del idioma. Muchos cantantes prodigan el uveísmo en sus actuaciones. Lo mejor del asunto es que, por lo general, pronuncian la uve labiodental, pero solo de vez en cuando, cuando se acuerdan. Aguza el oído y lo notarás.
Los defensores de la segunda variante de uveísmo suelen ser bastante exaltados (ya me estoy esperando sus comentarios en Facebook y en Twitter). Por supuesto, cada cual es libre de hablar como mejor le parezca. Aun así, se les podría exigir una cierta coherencia. Ya que se acuerdan de la uve, ¿por qué dejan desamparada a la hache o a la u de qu? Puestos a leer ¡Viva el buen vino! como /víva el buén víno/, también deberíamos convertir Hola, ¿qué tal? en /jóla kué tál/.
En fin, es una reflexión que dejo ahí.