Chocolate es una palabra de origen náhuatl. El náhuatl es una de las lenguas de las primeras naciones americanas. Pertenece a la familia uto-azteca. Fue la lengua franca del Imperio azteca de Tenochtitlán antes de la llegada de los españoles. Todavía hoy la hablan alrededor de un millón y medio de personas en México.
La etimología del sustantivo chocolate es objeto de discusión. Parece claro que el elemento final -late procede de atl, que significa ‘agua’ en náhuatl. Por su parte, el componente inicial choco- podría proceder de xócoc (‘agrio, amargo’). Por tanto, el chocolate sería un ‘agua amarga’. Los pueblos centroamericanos ya consumían bebidas a base de cacao desde mucho antes del encontronazo con los europeos. Sin embargo, la idea de añadirle azúcar es una innovación de los europeos.
El término está atestiguado en nuestro idioma desde 1570 aproximadamente. Encontramos la palabra por primera vez en la Historia natural de la Nueva España del médico toledano Francisco Hernández:
(1) La tercera especie de bebida, llamada chocollatl, se prepara con granos de póchotl y de cacahóatl en igual cantidad y dicen que engorda extraordinariamente si se usa con frecuencia [Francisco Hernández: Historia natural de la Nueva España].
Como vemos, Hernández utiliza la forma chocollatl. Además, ya se había percatado de que el chocolate engorda (es lo que pasa con casi todas las cosas buenas en esta vida).
Unos años después, en 1590, ya encontramos la forma actual: chocolate. La tenemos documentada en la Historia natural y moral de las Indias del jesuita José de Acosta. Reproduzco a continuación el fragmento en que describe la bebida conocida como chocolate, que causaba furor en el México de la época:
(2) El principal beneficio de este cacao es un brebaje que hacen, que llaman chocolate, que es cosa loca lo que en aquella tierra le precian […] Y en fin, es la bebida preciada y con que convidan a los señores que vienen o pasan por su tierra los indios; y los españoles (y más las españolas hechas a la tierra) se mueren por el negro chocolate. Este sobredicho chocolate dicen que hacen en diversas formas y temples: caliente y fresco y templado. Usan echarle especias y mucho chili; también le hacen en pasta, y dicen que es pectoral y para el estómago, y contra el catarro. Sea lo que mandaren, que en efecto los que no se han criado con esta opinión, no le apetecen. El árbol donde se da esta fruta es mediano y bien hecho, y tiene hermosa copa; es tan delicado, que para guardalle del sol y que no le queme, ponen junto a él otro árbol grande, que sólo sirve de hacelle sombra, y a éste llaman la madre del cacao [José de Acosta: Historia natural y moral de las Indias].
El texto nos confirma que el chocolate primero se consumió como bebida, que se condimentaba con especias y que a veces se consumía picante. De América pasó a España y desde allí se extendió rápidamente por toda Europa. En todos los lugares despertaba el mismo entusiasmo, a pesar de tratarse de un alimento de superlujo (o quizás precisamente por eso). Como suele suceder en estos casos, el nuevo producto llevaba de la mano el nombre con el que primero se le conoció. Así, la lengua castellana se convirtió en el vehículo que introdujo esta palabra americana en los diferentes idiomas de Europa. Hoy chocolate es un internacionalismo y su expansión ha llegado a tal punto que se ha convertido prácticamente en una palabra universal.
El naturalista sueco Linneo bautizó al árbol del cacao como Theobroma cacao, que es lo mismo que ‘alimento de los dioses’ (pero dicho en griego para mayor claridad).
En fin, voy a dejar este artículo aquí y me voy a zampar media tableta de chocolate porque de tanto escribir sobre él, al final me han entrado ganas de saborearlo. Y me da igual que engorde.