En español, por lo menos en la variedad que hablamos en España, existe un mecanismo expresivo que es propio del lenguaje que emplean padres y madres para hablar con sus queridos vástagos. Se trata de crear una falsa oposición de género que se inserta en un esquema de coordinación negativa de este tipo:
Ni [X] ni [Y: falso género]
Este esquema se emplea para rechazar de forma expresiva y categórica una petición de un hijo. X es, justamente, lo que nos pide el hijo en cuestión e Y es una forma expresiva que se crea introduciendo un falso morfema de género. Este es el típico esquema conversacional:
—¿Cuándo me vais a comprar la moto?
—¡Ni moto ni mota!
El ejemplo anterior nos muestra cómo se cambia la terminación de moto y se sustituye por un falso femenino en -a. Nótese que moto ya es femenino, pero esto es indiferente en mecanismos expresivos como este, que lo único que buscan es introducir una oposición de género fingida: a una palabra que termina en -o se le opone una que termina en -a porque esas son las terminaciones de género prototípicas en nuestro idioma.
El ejemplo anterior introduce un falso femenino en -a, pero también podemos encontrar falsos masculinos en -o:
—Quiero una tarjeta para sacar yo dinero de mi cuenta.
—¡Ni tarjeta ni tarjeto!
Esta falsa alternancia de género es una forma rápida y expresiva de zanjar una discusión sin entrar en el fondo del asunto. Es en realidad un argumento de autoridad encubierto. Por eso solo funciona en un sentido (de padres a hijos) y no al revés, puesto que los hijos carecen de la autoridad y los medios necesarios para imponer sus decisiones a los padres.