Infringir e infligir son dos verbos diferentes, pero mucha gente los confunde.
Empezaremos por infringir porque es el más frecuente de los dos con diferencia. Este verbo se utiliza con leyes, normas, órdenes y similares. Indica que nos las saltamos, que no las respetamos, como en este ejemplo:
(1) En mayo, tres líderes de la oposición, Anwar Ibrahim entre ellos, fueron acusados formalmente de infringir la Ley de Reunión Pacífica por su participación en la marcha Bersih, calificada de “protesta callejera” [Amnistía Internacional (2013): El estado de los derechos humanos en el mundo].
Y ya está. Infringir no tiene más acepciones. Es un verbo facilito.
Luego está infligir, que se combina con las ideas de castigar, dañar o derrotar a alguien, como en (2):
(2) Señores, creo que es posible una alianza entre el conde d’Amis y el Círculo para infligir daño a la Iglesia [Julia Navarro: La sangre de los inocentes].
Del cruce de los dos verbos anteriores han salido formas como inflingir e infrigir. Esto se explica porque son dos verbos con una forma muy parecida y que tampoco usamos tan a menudo (sobre todo, infligir), por lo que acabamos mezclándolos. Pero no, señor, hay que mantenerlos separados y bien separados.
En definitiva, si no quieres infligirle un severo castigo al diccionario, procura no infringir los preceptos de nuestras queridas Academias de la Lengua.