Escribir para los buscadores es la forma más sencilla y rápida de fracasar en Internet. Quienes te leen son las personas. Quienes te pueden hacer llegar a algún sitio son las personas.
Los buscadores pueden convertirse en grandes aliados de quienes nos dedicamos a redactar y a publicar textos en Internet. Pueden conducir hasta ti a un público que se convierte en una oportunidad. Sin embargo, los buscadores son máquinas. Dentro de treinta años probablemente no existirán, pero seguirá habiendo personas. Por eso es un error escribir pensando en cómo van a valorar tus textos Google, Bing o DuckDuckGo, en cómo los van a situar en sus páginas de resultados.
Incluso hoy, los motores de búsqueda se van volviendo cada vez más inteligentes. Mientras lees estas líneas, puedes tener por seguro que sus algoritmos se van afinando para separar el grano de la paja: a un lado, los textos escritos para engañar a la máquina; a otro, los que han sido creados por personas para personas.
En el fondo, los robots que rastrean Internet actúan como Diógenes, que con su farol encendido buscaba una persona en mitad del ágora a plena luz del día.