Hola, hablante, comparto aquí contigo la introducción al curso Cursiva, Negrita y Comillas, que impartí para un grupo de estudiantes de los Cursos del Blog de Lengua.
Te doy la bienvenida a esta incursión por el territorio de la cursiva, la negrita y las comillas. Las dos primeras son recursos tipográficos que se sitúan en la frontera entre la ortotipografía y la ortografía propiamente dicha. De ellas, la cursiva es la que claramente presenta algunos usos que sí están regulados ortográficamente. Las comillas, por su parte, son signos de puntuación con todas las de la ley. Encuentran su lugar en el conjunto de los signos dobles, donde disfrutan de la amena compañía de los signos de interrogación y exclamación, los paréntesis, los corchetes y las rayas.
Este es un ámbito de la ortografía que conviene revisar porque se ha movido bastante en las últimas décadas. Los que ya vamos teniendo una cierta edad hemos presenciado cómo se iba produciendo el desplazamiento. Antes de la llegada de los ordenadores personales, los documentos que elaborábamos en casa o incluso en las oficinas eran bastante simples en cuanto a formato. Si escribíamos a mano, empleábamos un único tipo de letra (bastante teníamos con aprender una forma de escribir, como para andar inventando otras). Como máximo, subrayábamos de vez en cuando algún fragmento de texto para destacarlo.
Ni siquiera las máquinas de escribir cambiaron el panorama. Aquellos ingenios traían de fábrica un juego de caracteres para las minúsculas y otro para las mayúsculas (y nada más). Si queríamos resaltar algo, lo subrayábamos, exactamente igual que cuando escribíamos a mano. En ese mundo (que muchos hemos conocido), las comillas tenían un uso más amplio que el que les damos en la actualidad. Asumían muchas de las funciones que hoy día le hemos encomendado a la cursiva. La alternativa para conseguir una presentación más elaborada en lo tipográfico consistía en enviar los documentos a una imprenta. Evidentemente, eso no era una opción para el día a día.
Los tratados de ortografía que manejamos en en siglo XXI son herederos de esa tradición. Eso se nota en que dan una amplia cobertura a las comillas, pero pasan de puntillas sobre el uso de la cursiva. Sin ir más lejos, la Ortografía de la lengua española, en su edición de 2010, no trata la cursiva sistemáticamente, sino que sus usos están dispersos por toda la obra. En general, nadie te los explica en conjunto. Sin embargo, no creo que hoy escribas mojando una péndola en un tintero ni aporreando un teclado que acciona palanquitas con letras de acero. La elaboración de documentos se ha desplazado a los ordenadores personales, con la inestimable ayuda de los procesadores de textos.
En el mundo actual es imprescindible dominar el uso de la cursiva si quieres que tus documentos resulten presentables en sociedad. Y no solo eso: gracias a los sistemas informáticos, dispones de un repertorio de recursos tipográficos que haría palidecer a un linotipista de siglos pasados. Tienes al alcance de los dedos no solamente la cursiva y la negrita, sino también versalitas, subrayado y tachado (en versión sencilla o doble), suprarrayado, relieve, letras capitulares, etc. En teoría, esto debería ser una bendición divina; en la práctica, abre la puerta a todo tipo de usos que se apartan del estándar (o que, directamente, se precipitan por el pozo sin fondo del mal gusto). Ya se sabe que un gran poder lleva aparejada una gran responsabilidad.
¿A qué nos referimos exactamente cuando hablamos de cursiva, negrita y comillas? Vamos a dejar despachada esta cuestión terminológica antes de entrar propiamente en materia.
La cursiva es un tipo de letra que se inclina hacia la derecha para imitar la escritura a mano. Te la muestro aquí:
Cursiva
La palabra cursiva pertenece a la familia de correr. Originariamente, esta denominación se refería a una letra manuscrita que se trazaba corrida, es decir, sin levantar la mano entre carácter y carácter. Para entender esto, conviene explicar que los primeros alfabetos de la Antigüedad solamente contenían mayúsculas. Las minúsculas fueron un invento relativamente tardío. Cuando llegaron, se escribían aisladas, a imitación de las mayúsculas. No obstante, en algún momento, algún escriba más espabilado se debió de dar cuenta de que podía despachar la tarea más deprisa con un sencillo truco: enlazar unas letras con otras. Esa letra trucada que le permitía correr más era la cursiva. Cuando llegó la imprenta, se empezó a imitar en la fundición de tipos móviles. En los primeros siglos, incluso se imprimían libros completos en cursiva.
La denominación más habitual en español (al menos, en España) es cursiva, pero también es válido referirse a estas letras como itálicas, que es lo más común en inglés: italics. Esto ya te está dando a entender que te encuentras ante un invento italiano (una de tantas genialidades que Italia le ha dado al mundo). Fue el impresor veneciano Aldo Manuzio quien las empleó por primera vez en 1501 en su edición de Virgilio.
También es aceptable (aunque no habitual) la denominación de letra bastarda o bastardilla. Esto hace alusión al hecho de que es una letra que bastardea, es decir, que degenera a partir de la letra cancilleresca. Como ves, aquí se encierra otra referencia a su origen manuscrito. La degeneración en cuestión es que se torció, se inclinó. La letra cancilleresca era recta. En cambio, la bastardilla se vencía hacia la derecha para adaptarse al flujo de la escritura. Gracias a eso era más rápida de trazar y ocupaba menos espacio, por lo que triunfó.
Vamos ahora con la negrita, que es una letra más gruesa, con más peso que la letra normal. Por eso destaca cuando la introduces en un texto. Su nombre hace alusión a su apariencia visual sobre la página (ni más ni menos). Tampoco viene mal presentar aquí una muestra:
Negrita (frente a normal)
Por último, comillas es etimológicamente un diminutivo de coma. Eso te está hablando de su origen como agrupación de comas. Hay otro detalle que también te pone sobre esa pista: el sustantivo comillas siempre se emplea en plural. No es válido el singular (una) comilla. Esto es así porque siempre iban de dos en dos.
Quizás te interese saber que en francés se las conoce como guillemets. Esto es también un diminutivo que podemos traducir literalmente como guillermitas. Una vez más, la etimología apunta al origen remoto del objeto. Adoptaron ese nombre porque se supone que quien las popularizó en Francia fue un impresor llamado Guillaume (o sea, Guillermo).
Las comillas son un signo de puntuación cuya forma ha variado bastante a lo largo de la historia. Algunas de esas variantes se han popularizado más en ciertos países, mientras que en otros se ha optado por otras diferentes. Por eso existen hoy día tantas variedades de comillas y, por eso mismo, se te pueden plantear dudas a la hora de escoger unas u otras para tus documentos. Las examinaremos una a una en la lección correspondiente.
Aquí te avanzo que las más frecuentes en nuestra tradición ortotipográfica son las que se conocen como comillas angulares, latinas o españolas, que además se escriben con los ángulos apuntando hacia fuera (a diferencia de lo que ocurre en otras lenguas, como el alemán, en cuya ortografía apuntan hacia dentro). Así es como las escribimos nosotros:
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Vamos a solucionar a continuación otro problema: qué conviene hacer cuando la cursiva, la negrita y las comillas coinciden en un punto determinado del documento con uno o varios signos de puntuación.