Gerundios en diminutivo y fosilizados como adjetivos y sustantivos

Le puedes sacar chispas al gerundio si sabes cómo. Lo vas a comprobar con un ejemplo magistral de un premio nobel de literatura. Uno de los retos a los que se enfrentan quienes se sienten inseguros con la gramática es que a menudo rechazan todas las construcciones que son propias del habla espontánea e idiomática. Para que nos entendamos: todo lo que es hablar como las personas les parece que está mal. El resultado es un empobrecimiento de la expresión. Yo quiero que tú enriquezcas la tuya. Por eso, en este artículo vas a aprender claves que te conducen más allá del uso timorato e inexperto del gerundio. Vas a explorar dos usos avanzados: el gerundio en diminutivo y ciertos fósiles lingüísticos que pertenecen a la lengua culta y literaria.

El diminutivo

Algunos gerundios admiten que les añadas terminaciones de diminutivo:

(1) Vámonos andandito para casa.

(2) Lleva toda la tarde ahí, callandito, estudiando.

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Es un uso afectivo y expresivo al que le puedes sacar partido en tus escritos y en tu habla. Es más frecuente con estos tres verbos:

  • andar
  • callar
  • correr

No obstante, también puedes conseguir que funcione con otros verbos. Por ejemplo, el premio nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias escribía así en su novela Los ojos de los enterrados:

(3) Tal vez uno va apenado como nosotros ahora, y ella bailandito adelante que no deja pasar, o bailandito atrás que hay que arrastrarla para que no siga bailandito, o bailandito al lado de uno que hay que acompañarla y bailar con ella para traérsela bailando, que es donde empieza lo peor, pues hay que ir, como vamos nosotros, andando y bailando, andando y bailando.

Aquí, el autor explota el gerundio en diminutivo de una doble manera:

  1. Por un lado, aprovecha su valor afectivo.
  2. Por otro lado, intensifica el efecto mediante la repetición machacona de bailando y bailandito.

Eso le permite desplegar en el texto el carácter rítmico y repetitivo que la idea de baile encierra en sí. Añádele a eso el valor durativo y dinámico el gerundio y, de pronto, te encuentras ante un baile que está desarrollándose ante tus ojos. Como ves, se le puede sacar un rendimiento al gerundio cuando se entiende su funcionamiento y se sabe aprovechar su potencial.

Gerundios fosilizados como adjetivos y sustantivos

Como norma general, el gerundio no puede funcionar como adjetivo. Sin embargo, algunos gerundios se han cambiado históricamente de bando y han acabado convertidos en adjetivos, por ejemplo:

(4) venerando, -da

Este pertenece a la lengua culta y literaria. El significado que aporta es ‘que hay que’. Si decimos de una persona o cosa que es veneranda, damos a entender que hay que venerarla. He aquí un ejemplo:

(5) Aquel pergamino escrito con tinta roja, miniado, dorado, le parecía cosa muy veneranda [Emilia Pardo Bazán: Los pazos de Ulloa].

Algunos gerundios han dado un paso más allá y se han sustantivado:

(6) el educando/la educanda

(7) el doctorando/la doctoranda

(8) el examinando/la examinanda

(9) el considerando

(10) el dividendo

(11) el sustraendo

Algunos de estos aportan la idea de ‘que hay que’. Un educando es alguien a quien hay que educar. El sustraendo es una cantidad que hay que sustraer, es decir, restar. En cambio, otros se interpretan más bien como ‘que se va a’. Una doctoranda es una señora que se va a doctorar. Ya ves que algunos admiten variación de género. Todos ellos aceptan el plural, por ejemplo:

(12) los educandos

(13) las doctorandas

Este grupito es el resultado de procesos históricos que ya no son productivos. Son fósiles lingüísticos. Constituyen un conjunto cerrado y reducido. Están catalogados en el diccionario, como puedes comprobar fácilmente. No hay que confundirlos con casos en que, ocasionalmente, hacemos funcionar a un gerundio como si fuera un adjetivo.

Vídeo: Sácale chispas al gerundio

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