Escribir es una tarea ardua y complicada. Muchas personas se agobian, se desorientan, no saben por dónde empezar. Esto no tiene por qué ser así. Escribir es una habilidad que puedes aprender, como todo en esta vida. Nadie ha nacido enseñado. Tú puedes llegar a ser un escritor experto que domina el lenguaje. Tú puedes conseguir resultados.
Hoy escribo un artículo más personal y más reflexivo de lo habitual porque estoy aquí para hacer contigo un trabajo fundamental. Quiero dejar sentadas algunas cuestiones de base.
El mundo da muchas vueltas, la vida es cambio. Ser escritor hoy día no es lo mismo que en el siglo XX o en tiempos de Cervantes. Y, sin embargo, hay unas constantes. Eso es lo que espero mostrarte. Sobre todo, quiero ponerte sobre la pista, ayudarte a plantear las preguntas adecuadas. Nadie te puede ofrecer una respuesta prefabricada. No obstante, si aciertas con la pregunta, tienes la mitad de la respuesta.
Este artículo es especialmente interesante para quien está a punto de dar el salto. Va a ser un apoyo para ti en este proceso. Y si ya eres un escritor experimentado, también quiero que lo leas. Todos sabemos y todos ignoramos, pero sabemos e ignoramos cosas diferentes. Este texto va a confirmar algunas de tus intuiciones, pero también te va a descubrir la perspectiva de otra persona. Insisto: todos tenemos nuestros puntos ciegos, pero los de cada uno son diferentes.
Yo sé lo que es sentirse desorientado ante la tarea de escribir. Yo también he tenido que aprender y equivocarme. De hecho, me sigo equivocando. Y en Internet nunca faltan almas caritativas que te señalen tus errores, defectos, puntos débiles y hasta un granito que te ha salido en la punta de la nariz. A mí me parece bien, siempre que se haga dentro de las reglas de la cortesía, la urbanidad y el buen gusto. Yo soy partidario de la discusión amable, constructiva y civilizada.
Yo he sido afortunado en el sentido de que he aprendido gracias a mi formación como lingüista. He gozado del privilegio de dedicarme durante décadas a estudiar las palabras desde todos los ángulos imaginables. He podido dedicar tiempo a entender su origen, su significado, cómo encadenarlas para formar frases con sentido y cómo organizar esas frases en textos que son capaces de decirle algo al lector.
Así y todo, me sigue costando trabajo escribir. Es un placer y un tormento al mismo tiempo. Sigo luchando con la página en blanco. Sigo preguntándome cada cierto tiempo si merece la pena algo de lo que he escrito. Eso nunca desaparece. Las dudas siempre están ahí para perseguirnos. Lo que sí cambia con el tiempo, con el aprendizaje, es la manera en que nos enfrentamos a esos bloqueos, a esas dudas.
Si me conoces, sabes que soy prolífico. Todas las semanas publico nuevas lecciones para mis alumnos, nuevos vídeos para los seguidores del Blog de Lengua, nuevos ejercicios para los cursos que imparto. ¿Por qué puedo mantener ese nivel de producción y de creación? ¿Acaso me he liberado de bloqueos, dudas e inseguridades? ¡Ni mucho menos! Lo que he desarrollado son unos métodos, unas estrategias, unos sistemas para seguir escribiendo y publicando a pesar de mis miedos, mis limitaciones (que son muchas) y mis inseguridades (que también lo son).
Tú también puedes hacerlo. Tú también puedes aprender. La clave está en esa palabrita: aprender. No se trata de saber. Se trata de aprender: aprender día tras día, pasito a pasito, con cada error, con cada tropezón, con cada frustración.
La otra clave consiste en conservar durante toda la vida una reserva de humildad. Eso sirve para darse cuenta de que tiene uno por delante mucho… muchísimo que aprender: ars longa, vita brevis. Nuestro paso por el mundo tiene los años contados, pero el aprendizaje nunca se acaba. ¡Por suerte! Aprender es estar vivo. Estoy convencido de que mi vida se acabará el día en que deje de aprender.
En la universidad, soy profesor de Didáctica de la Lengua. Mi tarea consiste en enseñar cuestiones como la manera más eficaz de escribir. Eso me ayuda a crear este artículo. Sin embargo, lo que de verdad me sirve es la práctica: todas las horas de vuelo que llevo dedicado a la tarea de escribir. He escrito textos de los tipos más diversos y orientados a públicos diferentes. Solamente me siento autorizado para hablar sobre esa deliciosa tarea porque he vivido en mis propias carnes las dificultades que encierra este reto. También he descubierto los placeres y recompensas que aguardan a quien se atreve a dar el paso.
En el verano de 2007 me surgió la idea de comenzar algo diferente. Quería compartir mi conocimiento lingüístico más allá de las aulas. Durante mi trayectoria como profesor había ido generando materiales didácticos que se apilaban en carpetas de papel y carpetas electrónicas. Sin embargo, cuando me paraba a pensar, me sentía insatisfecho. No lograba sacudirme la molesta sensación de que aquella forma de hacer las cosas no estaba a la altura de los tiempos. Me parecía que a todo aquello se le podía sacar más provecho poniéndolo a disposición de la gente, haciéndoselo llegar a quienes lo necesitaban. Así empezaron a surgir, a trompicones, los primeros artículos del Blog de Lengua.
Este blog sigue existiendo después de millones y millones de visitas de personas de todo el mundo que intentan pulir el lenguaje para darles brillo a sus ideas. Trabajo en él a diario. Vas a encontrar aquí lo mejor de mí. Es un repositorio de materiales que te ayudan a escribir mejor. Es mi casa y está abierta para ti las veinticuatro horas del día.
Para mi sorpresa, los primeros artículos que publiqué en el Blog de Lengua encontraron una magnífica acogida entre un público más amplio de lo que me había atrevido a imaginar. Con los años el número de lectores fue creciendo sin parar. Ese primer artículo que publiqué en 2007 fue la base de todo lo que vino después.
El proceso que se puso en marcha en ese momento me permitió al cabo de los años profesionalizarme. Gracias a eso, puedo dedicarme a algo tan maravilloso como es ayudar a personas de todo el planeta a escribir mejor. Son personas que están unidas por el amor a la lengua y a la escritura. Tengo unos alumnos maravillosos y por eso quiero decirlo públicamente y aprovecho aquí para darles las gracias.
Todo esto es posible porque escribí y publiqué ese primer artículo. Un viaje de mil kilómetros empieza con un primer paso. Si yo no hubiera publicado el primer artículo, si hubiera seguido pensándomelo, hoy no estaría aquí. Mi vida sería diferente. No sé cómo sería, pero yo no estaría aquí escribiendo para ti. Todo empezó con un primer artículo cortito, tímido, mejorable.
Me sentía ridículo en el momento en que pulsé el botón de publicar. Y lo hice con dos deseos contradictorios. Por un lado, quería que lo leyera todo el mundo. Por otro lado, me daba miedo. Prefería que no se enterase nadie. En mi cabecita, al mismo tiempo, quería que lo leyeran y que no lo leyeran… Pero lo importante no es eso. El acto trascendental consiste en pulsar ese botoncito que dice “publicar”. Ahí empieza todo.
Lo más valioso no es lo que he escrito y publicado, sino el entusiasmo de los lectores: los seguidores del Blog de Lengua, las personas que compran los libros, los alumnos que se matriculan en mis cursos. Ellos son quienes me han hecho crecer. Aprendo de todos ellos.
Por ejemplo, mis alumnos me han enseñado una lección valiosa. Yo les estoy agradecidísimo por ello. Gracias a mis alumnos ahora sé que hay personas que encuentran excusas y otros que encuentran tiempo y ganas para escribir mejor. Hay personas que actúan: esas son las que se llevan el gato al agua. Porque escribir merece la pena. Eso lo tengo claro a estas alturas. Lo voy a repetir: escribir merece la pena. Probablemente, es una de las pocas cosas que merecen la pena en esta vida. Se trata de dejar de pensar en escribir y ponerse a escribir de una vez.
Profesionalmente, lo más importante ha sido cómo este aprendizaje me ha obligado a cambiar de perspectiva. El diálogo con mis lectores y alumnos me ha llevado a reconsiderar qué es relevante en mi disciplina: en la lingüística, en la didáctica. Cualquiera que se atreva a compartir sus conocimientos y creaciones a través de la escritura va a vivir esta experiencia. El contacto con personas que sienten pasión por un tema te va a cambiar.
Lo que te estoy contando es, sobre todo, el resumen de mis errores, lo que he sacado en claro de mis tropezones y caídas. Mi esperanza es que tú no tengas que tropezar donde lo hice yo. Detrás de estas palabras hay un aprendizaje lento, frustrante a veces, pero que me sorprende y me enriquece a diario.
Precisamente, en las equivocaciones y en la toma de conciencia que provocan es donde reside el valor del proceso. San Pablo tuvo que caerse del caballo para ver a Dios. La costalada debió de ser de padre y muy señor mío, pero gracias a ello cambió su vida y cambió el mundo. Tú también puedes cambiar tu vida y la de los demás.
No te lo pienses más. No se trata de pensar. Se trata de actuar. Así es como se consiguen resultados. Si aún no lo has hecho, lánzate hoy mismo. Empieza a escribir y empieza a publicar. Si fuera tan difícil, no verías a tanta gente que está haciéndolo a diario. Hoy día, publicar es más fácil que nunca en la historia de la humanidad. Nunca han existido tantas facilidades para trasladar nuestras ideas a los demás. Yo te quiero ayudar.
El Blog de Lengua es mi propuesta gratuita de divulgación. Además imparto el curso “El punto sobre la i” para quien desea acceder a una formación con atención personal: