En lingüística, una colocación es una combinación estable de palabras que se emplea de manera preferente, en lugar de otras también posibles, para referirse a un determinado objeto o estado de cosas de la realidad extralingüística. Se trata de combinaciones como vino tinto, pronunciar un discurso, asquerosamente rico o fracasar estrepitosamente, que a cualquier hablante nativo le resultan conocidas, pero que, como veremos, no son en modo alguno evidentes.
El nombre colocación nos puede extrañar en un primer momento porque normalmente significa otra cosa, pero todo tiene su explicación. Colocar viene del latín con y locare y significa, por tanto, etimológicamente ‘poner junto’. En el sentido que nos interesa, lo que se junta son palabras. El término lingüístico se refiere a un fenómeno que se puede constatar en cualquier lengua: de todas las combinaciones de palabras que en principio son posibles para referirse a una realidad dada, en la práctica únicamente se utilizan unas pocas o, incluso, una sola.
Supongamos que un estudiante extranjero se presenta en un bar de Cáceres y pide un vino rojo o un vino colorado. Puede que el camarero le entienda, pero también se dará cuenta inmediatamente de que algo no encaja en la expresión (y si es un hablante nativo quien se lo pide, es probable que no le sirva el vino porque le parecerá que no está en condiciones de tomárselo). El problema consiste en que de todas las expresiones posibles para referirse a esa bebida, la única que de hecho se utiliza es vino tinto, donde aparece un adjetivo tinto que, según el diccionario, significa ‘rojo’, pero que resulta totalmente infrecuente con ese sentido fuera de esa combinación. El español, además, se aparta en esta denominación de otras lenguas, que al vino de color rojo simplemente lo llaman vino rojo; por ejemplo, el francés (vin rouge), el inglés (red wine) o el checo (červené víno).
Se dice a veces que las colocaciones son combinaciones frecuentes, aunque esto se ha de matizar. Por un lado, hay combinaciones que apenas se utilizan, como acendrada virtud, y que, sin embargo, reconocemos como secuencias prefabricadas que están disponibles en la lengua para expresar una idea determinada. Por otro lado, hay combinaciones enormemente frecuentes, como ojos verdes o una cosa, cuya frecuencia tiene que ver con cómo está hecho el mundo y no con cómo está hecha la lengua, y que, por tanto, carecen de interés para el lingüista.
Las colocaciones son imprevisibles, de ahí la necesidad de aprenderlas. Siguiendo con nuestro ejemplo del vino tinto, no hay forma de adivinar que tinto es precisamente el adjetivo que necesitamos ahí. ¿Y por qué decimos dar un paseo? ¿No sería más lógico hacerlo como los italianos (fare una passeggiata) o los franceses (faire une promenade)? Ahí está la gracia del asunto, en que se dice así y no de otra manera. Y quien quiera hablar correctamente esta lengua tendrá que aprenderlo. Pero es que incluso nombres que presentan rasgos en común en su significado se combinan a veces con verbos diferentes. Así, se dice dar un paseo, dar una vuelta, pero no dar un recorrido o dar una excursión.
Llegados aquí hay que aclarar, no obstante, que no se deben confundir las colocaciones con otras combinaciones de palabras también imprevisibles: las expresiones idiomáticas (por ejemplo, tomar el pelo). El significado de las colocaciones es compositivo, es decir, se puede identificar qué parte del significado del conjunto aporta cada uno de los componentes individuales. Las expresiones idiomáticas, en cambio, significan en bloque, sin que se puedan identificar significados parciales que residan específicamente en cada uno de sus componentes (compara cometer un error con meter la pata).
No se puede hablar correctamente sin un dominio adecuado de las colocaciones. Una de sus características es que presentan de manera inequívoca un concepto, por lo que facilitan una comunicación económica y certera. Por ejemplo, yo puedo decir interrogar a un alumno para comprobar si ha aprendido la materia que tenía que traer estudiada para hoy y me entenderán, pero, desde luego, todo será más fácil si digo tomar la lección. Además, este tipo de expresiones distinguen a menudo niveles de lengua: si me estoy dirigiendo a un amigo, diré: Échame ahí una firma; pero en un reportaje sobre la adhesión de España a la Comunidad Económica Europea probablemente oiremos que El Presidente estampó su firma en el Tratado. Piensa en lo ridículo que sería intercambiar los verbos en estos ejemplos.
Hay diversos tipos de colocaciones, dependiendo de las clases de palabras que se combinan:
Sustantivo y adjetivo: vino tinto, error garrafal, enemigo acérrimo, soltero empedernido
Verbo y sustantivo: dar un paseo, celebrar una reunión, pronunciar un discurso, refrescar la memoria
Verbo y adverbio: saludar efusivamente, discutir acaloradamente, negar taxativamente
Adjetivo y adverbio: asquerosamente rico, gravemente herido, rematadamente loco
Sustantivo, preposición y sustantivo: loncha de jamón, banco de peces
Es fácil comprobar que estas combinaciones son propias de una determinada lengua, en este caso, del español: trata de traducir los ejemplos de arriba a otro idioma y lo verás. De hecho, una dificultad nada desdeñable en el aprendizaje de una lengua extranjera consiste precisamente en el dominio de las colocaciones. Muchos de los errores de los hablantes no nativos son vinos colorados, es decir, combinaciones de palabras que son gramaticalmente correctas, pero que nadie usa.
Y es que la lengua no es un mecano y para aprender a hablar no basta con tener unas cuantas piezas que después se van juntando. Hay que saber además que la gente, luego, solo junta algunas de esas piezas, como hacemos con tantas cosas en esta vida.
Te propongo un ejercicio para afianzar lo aprendido.
Muy buen post, sí señor, ha valido la pena la espera.
Recalcas, con razón, que los estudiantes de español como lengua extranjera suelen cometer errores de colocación. Yendo un paso más allá del concepto de colocación, yo añadiría algo para los nativos: el peligro de esquematizar en exceso el idioma utilizando exclusivamente combinaciones comunes, peligro que resulta evidente en el periodismo más apresurado o en la verborrea política. Como traductor lidio con esto a diario: una de mis mejores herramientas es el “Diccionario combinatorio del español contemporáneo” de don Ignacio Bosque, pero no se me escapa que de vez en cuando hay que buscar soluciones menos manidas, so pena de enflaquecer y descolorir el idioma.
Alberto:
Se nota que anduviste en otros menesteres; muy importantes para tu vida, no cabe duda. No obstante, vuelves al blog con ganas como prueba este excepcional artículo. Me alegra verte de nuevo con entusiasmo y unido a tus dos grandes pasiones: la lingüística y la pedagogía.
Amigo y profesor, tú sabes de mi formación autodidacta y de cuantas lagunas, lagunillas y charcos he de vadear todos los días. Supongo que después de esta entrada, para que algunos no quedemos un poco cojos, tal vez nos digas algo sobre las ‘frases hechas’ o, como lo nombráis los expertos, las ‘unidades fraseológicas’. Si ya lo hiciste y se me pasó, indícame donde está, pues, ya tu blog es un gran libro.
¡Felicitaciones y agradecimiento!
La de veces que les habré explicado a mis alumnos esto de las colocaciones. “Pero si lo digo así, es correcto, ¿no?” “Pero me entenderían, ¿no?” , son los comentarios más frecuentes. Y yo les digo que sí, que los entenderían, y que gramaticalmente es correcto, pero que no se usa así, y que la corrección también está en utilizar el lenguaje de manera que suene natural.
Enhorabuena, una vez más, por una entrada magistral, interesantísima en su contenido e inmejorable en la forma.
Sobre el comentario de David, con el que estoy absolutamente de acuerdo, me llama la atención la forma ‘descolorir’. ¿Son sinónimos descolorir y decolorar? ¿Se usan indistintamente?
Gracias.
Me contaron de alguien que pidió en una cafetería de Londres “coffee alone”.
Enhorabuena por la entrada.
Me llama la atención el adjetivo “tinto” tantas veces traído a colación en esta oportunidad, y que yo siempre había tenido por “tinturado” o “teñido”, como parece ser, según el DRAE, su etimología, aunque ese significado no sobrevive en la versión actual del Diccionario.
Alberto:
Excelente entrada. Un nuevo horizonte ante las expectativas de tus seguidores. Si, un nuevo horizonte del que tú vas a ir dispersando las nubes.
Espero con impaciencia que el cartero me traiga libro, “Palabras de bits, palabras de tinta”, en versión clásica. Ya te contaré.
Un abrazo
De acuerdo, para nosotros los simultaneistas las colocaciones son una herramienta indispensable del “pidgin cabinero”, ya que (dependiendo del ejercicio y la experiencia de cada uno) se activan automáticamente permitiéndonos descansar y centrarnos en el segmento de discurso inmediatamente succesivo..pero considero que los traductores (en la medida de lo posible) y los escritores deberían evitarlas (sobretodo las de sust+ adj), para no reescribir lo ya escrito o encasillar las infinidas posibilidades de un idioma en las mismas cajas requetetrilladas.
Saludos cordiales
Llevo mucho tiempo peleándome con el inglés, y ahora descubro que lo que siempre me ha parecido más difícil de aprender, es algo que se llaman colocaciones.
En español echamos un siesta, y en inglés la tomamos.
En español vamos de tiendas y en inglés vamos “tiendeando”
En español paseamos al perro y en inglés andamos al perro.
Realmente marca la diferencia el conocer las colocaciones o no.
EL blog me parece sencillamente delicioso.
Un saludo.