Insistir es un verbo con el que debemos tener cuidado por dos motivos. El primero es de tipo semántico. Insistir lleva dentro una idea de reiteración, de volver a hacer o decir algo. Son, por tanto, redundantes (y debemos evitarlas) expresiones en las que se le añade volver como refuerzo:
(1) Me volvió a insistir en lo de tu madre.
(2) Vuelvo a insistir: aquí todo el mundo tiene que poner de su parte.
Ejemplos como los anteriores deben quedar simplemente así:
(3) Me insistió en lo de tu madre.
(4) Insisto: aquí todo el mundo tiene que poner de su parte.
Las oraciones (3) y (4) no solo son preferibles por consideraciones de corrección lingüística y de adecuación estilística. Representan además una expresión más económica que contribuye a una comunicación más efectiva.
Naturalmente, podemos pensar en situaciones en las que insistimos en algo y a continuación volvemos a insistir. En teoría no habría nada que objetar aquí, pero en la práctica no suele ser este el origen de los volver a insistir que tan a menudo encontramos por ahí.
El segundo escollo con el que podemos tropezar es de tipo sintáctico. El verbo insistir rige la preposición en, como podemos comprobar en el ejemplo (3), que repetimos aquí: Me insistió en lo de tu madre. Pues bien, esa preposición se ha de mantener cuando a continuación viene una oración completa introducida por la conjunción que:
(5) Me insistió en que tu madre tenía que venir.
Al suprimir esa preposición incurrimos en el denominado queísmo. Para que nos entendamos, la secuencia Me insistió que… es incorrecta y debemos sustituirla por Me insistió en que…
Y por si no ha quedado claro, insisto: cuidado con el verbo insistir.
Parecido a los que dicen “vuelvo a repetir”.