La falacia etimológica

El sustantivo etimología está formado sobre el adjetivo griego étymos ‘verdadero’ y viene a significar etimológicamente algo así como ‘estudio del verdadero significado de las palabras’. En la práctica, la etimología es algo muy diferente y bastante más modesto. Se trata de una rama de la lingüística que estudia el origen y evolución de las palabras. En esa discrepancia entre el significado etimológico y el significado que de hecho tiene este término en la actualidad está el quid de la cuestión que nos va a ocupar hoy: la falacia etimológica, en la que se dan la mano lógica y lingüística. La falacia etimológica es un modo incorrecto de argumentar o razonar que consiste en tomar el significado originario de una palabra como el único verdadero.

Esto supone pasar por alto algo que sabe cualquier principiante en las lides lingüísticas: el significado de las palabras es convencional y, por tanto, estas no tienen más significado verdadero que el que lleguen a adquirir en el seno de una comunidad lingüística en un momento determinado. Y digo en un momento determinado porque el significado, como todo lo que va asociado a las lenguas, va cambiando con el paso del tiempo. Este es un fenómeno que se conoce como cambio lingüístico y al que ninguna lengua escapa.

La etimología ilustra sobre el origen e historia de las palabras, pero no necesariamente sobre su significado actual. Nos puede iluminar incluso sobre aspectos que se nos escapaban y que nos ayudarán quizás a ahondar en nuestra comprensión de un concepto. Hace dos semanas, por ejemplo, hablábamos aquí sobre cómo el verbo escribir significa etimológicamente ‘arañar, hacer incisiones’. Esto tiene relación con la forma en que históricamente se empezó a escribir y nos presenta gráficamente la evolución que subyace a nuestras actuales técnicas de escritura. Pero de ahí a decir que la verdadera forma de escribir consiste en arañar va un mundo.

Un buen ejemplo de falacia etimológica nos lo brinda la polémica que, con pequeñas variantes, se va reproduciendo en los diferentes países donde se va planteando la necesidad de equiparar los derechos de las parejas del mismo sexo en lo tocante al matrimonio. Nunca falta aquí alguien que, tirando de diccionario, afirme que matrimonio viene de madre y que, por tanto, un matrimonio sin madre no puede ser tal. Ese argumento, aplicado consecuentemente, nos impediría llamar plumas a las estilográficas, puesto que no se han arrancado del ala de ningún ganso. Una misma palabra, a lo largo de la historia, se puede ir refiriendo a realidades cambiantes. Tal forma de argumentación supone querer dar por cerrado un problema político a golpe de diccionario, basándose en un supuesto sentido prístino y auténtico, casi mágico, de los vocablos. Si la cosa fuera tan sencilla, nadie querría ser diputado y, en cambio, habría bofetadas para ser lexicógrafo.

Detrás de este tipo de falacia se encuentra implícita la idea de la degeneración de la lengua desde un estadio de pureza primigenia del que nos vamos alejando con cada paso que damos. No hace falta devanarse demasiado los sesos para percibir la conexión con el purismo.

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Lo importante de todo esto es que la etimología no es una varita mágica para entender los significados actuales de las palabras. Simplemente nos cuenta —cuando puede y hasta donde puede— los que tuvieron históricamente. Y el diccionario, cualquier diccionario, nos informa como máximo (si está bien hecho) de lo que significan las palabras, pero en ningún caso de cómo debe ser el mundo del que hablamos con esas palabras.

11 comentarios en “La falacia etimológica”

  1. Alberto:
    Viniendo de ti, maestro, nada más sugerente que un artículo como el de esta ocasión. El origen y evolución de las palabras, pienso yo, tiene que ver con el origen y evolución de aquellos que las pronuncian y los contextos en que eso sucede. Puede que, de este modo, en las palabras se fundaría la verdad y también la mentira. Así, la memoria colectiva y la inseminación de las ideologías como sustento de las identidades y tantas otras formas de seducción o sometimiento. Mucha filigrana dialéctica no ayudará a superar el sarcasmo y la dificultad de que podamos entendernos para superar los paisajes del desamparo.
    Perdona amigo, no soy filólogo, pero, como al poeta y profesor Carlos Bousoño, me gusta heñir y darle vueltas a las palabras.
    Una vez más, felicidades por un trabajo tan serio y ponderado.
    Un abrazo,
    Cecilio

  2. ¿Puede ser que algunas palabras acaben cambiando su significado a causa de un error? Por ejemplo, leo con frecuencia la palabra ‘bizarro’ para referirse a algo raro, chocante, cuando en realidad, si no me equivoco, ‘bizarro’ significa valiente, aguerrido.
    Pero en inglés, ‘bizarre’ sí significa ‘raro’. Al traducirse erróneamente, bizarre se transforma en bizarro con el significado de ‘raro’.
    ¿Tienen bizarre y bizarro un origen común, como aparentan, o su similitud es fruto del capricho de la evolución de dos palabras distintas?

    Felicidades por el artículo.

  3. Me ha gustado mucho el artículo, Alberto. :)

    Ángeles, me ha entrado curiosidad por la etimología de “bizarro” y he ido a ver qué dicen los diccionarios. Lo que te cuento ahora es lo que he entendido al leer las entradas de la palabra en rae.es y dictionary.com.

    Lo primero es que el origen no está claro del todo. En el DRAE dice que viene del italiano, y que ahí significaba “iracundo”. En el Word Origin & History, que es donde hay una explicación más extensa, dice que al inglés pasó a través del francés, en el que ya tenía el significado de “raro”, “fantástico” (antes había tenido el significado español), pero que al francés había pasado no se sabe si del vasco, en el que significaba barba (en relación a las barbas de los españoles guerreros) o del italiano, donde significaba “iracundo”.

    La cuestión es que al inglés llegó a través del francés con un significado, y en español se quedó con un significado que, en principio, parece más antiguo.

    Pego mi explicación favorita:

    bizarre
    1640s, from Fr. bizarre “odd, fantastic” (16c.), originally “handsome, brave,” perhaps from Basque bizar “a beard” (the notion being of bearded Spanish soldiers making a strange impression on the French); alternative etymology traces it to It. bizarro “angry, fierce, irascible,” from bizza “fit of anger.” (dictionary.com)

  4. Muy interesante lo que anotan Ángeles e Ynez.
    A propósito, pensé en la palabra “casual”, que ahora se usa mucho con el sentido de “informal” (el que tiene en inglés), como por ejemplo en “ropa casual”. No sé cuán extendido sea este uso.

  5. Hola. Me gustó mucho el artículo. Es frecuente oír a alguien que recurre a la falacia etimológica y yo también he caído. Una de las que me llamó la atención (y se relaciona con el tabú que comentaste hace un tiempo) es el rechazo de algunos profesores y alumnos al uso de “alumnos” porque su etimología remite a la idea de que no tienen luz y el profesor los ilumina; idea demasiado alejada del profesor-colega y el estudiante-autoinstruido que se propugna desde algunos sectores. Saludos.

  6. Ynez, muchas gracias por el ‘curre’ que te has dado. Dan ganas de seguir investigando, ¿eh?
    María, no me extrañaría que ‘casual’ acabara significando ‘informal’, dada nuestra afición a traducir los falsos amigos como si fueran leales. Otro tanto podría pasar con ‘eventually’, que significando ‘finalmente’ se traduce como ‘eventualmente’, cambiando, claro, el significado del mensaje.
    Saludos.

  7. “Eventually” significa “a la larga”, “en el futuro”. A veces “finalmente” podrá tener esa idea seguramente, sí, pero no siempre. Ese creo que es ahora mismo el falso amigo más falso, porque es una palabra que se traduce mal continuamente.

  8. “Eventually” puede ser también “al final”.

    El origen de “eventually” y “eventualmente” no lo encuentro ahora mismo.

  9. Como he disfrutado de esta clase……por casulidad he buscado el término “etimología” para aclarar un poco mi idea de loq ue significaba , y me encuentro con esto que me ha encantado.
    Desde Cádiz….

Los comentarios están cerrados.