Polisemia

Una palabra polisémica es la que tiene varios significados. Un típico ejemplo en español es hoja, que se puede referir a una parte de una planta, una lámina de papel, la parte que se abre y se cierra en una puerta, la pieza cortante de un cuchillo, etc. Se trata de un fenómeno enormemente frecuente en las lenguas.

El término polisemia fue acuñado por el lingüista francés Michel Bréal en su Essai de sémantique: science des significations (Ensayo de semántica: ciencia de las significaciones), una obra de 1897 cuyo capítulo XIV está dedicado a este concepto.

No todos los significados de una palabra polisémica están al mismo nivel. Se suele considerar que uno de ellos es el principal u originario y que los restantes se desprenden de este (por lo general, mediante metáforas o metonimias). Por ejemplo, se llama pata lo mismo a una extremidad de un animal que a cada una de las piezas sobre las que se apoya una mesa, pero todos intuitivamente tenemos la noción de que el segundo significado se deriva del primero. Quienes posean ciertos conocimientos técnicos serán capaces además de percibir que lo que se ha producido aquí es una extensión metafórica. Los diccionarios suelen dar cuenta del papel destacado que le corresponde al significado originario presentándolo como primera acepción. Así, si vamos a buscar al DRAE (Dicccionario de la lengua española) el sustantivo ala, nos encontraremos como primera acepción la siguiente:

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Cada uno de los órganos o apéndices pares que utilizan algunos animales para volar.

Más abajo en la misma entrada daremos con la acepción para la parte de un edificio:

Cada una de las partes que se extienden a los lados del cuerpo principal de un edificio o en que se considera dividido un espacio o construcción cualesquiera. El ala derecha de la plaza, del escenario

Si mañana a algún lexicógrafo despistado se le ocurriera invertir el orden, todos protestaríamos. Implícita o explícitamente, esta ordenación refleja el hecho de que uno de los significados se percibe como básico y el otro como derivado, como una extensión del anterior.

El criterio para diferenciar entre polisemia (una misma palabra con diferentes significados) y homonimia (diferentes palabras con una misma forma) suele ser el de la existencia de un vínculo entre los significados. No obstante, no siempre es posible trazar una línea clara entre la una y la otra.

La acumulación de significados en una palabra no nos suele plantear mayores problemas a la hora de entendernos. Lo normal es que el contexto resuelva la polisemia. Nuestra interpretación de la palabra grado cambia automáticamente según estemos hablando de termómetros, militares o vinos. Sin embargo, en el mundo de la ciencia y la tecnología, la polisemia se convierte en una fuente de quebraderos de cabeza. Por eso la terminología la combate acuñando términos que, idealmente, admitan una única interpretación.

Un ámbito, en cambio, en el que la polisemia tiene un gran rendimiento es el del humor. Muchos chistes y juegos de palabras se basan en la capacidad de ciertas palabras de dar lugar a interpretaciones muy diferentes. Tengo que confesar, de hecho, que me había propuesto cerrar la entrada con algún chiste brillante que se grabara en la memoria del lector, pero como los chistes no son mi fuerte y por ahí fuera hay mucha gente que está más versada en estas lides, casi prefiero sentarme a leer vuestras aportaciones.

¡Hasta la próxima!

6 comentarios en “Polisemia”

  1. elena perez de ascanio

    hola Alberto. Me gustan tus comentarios.
    Respecto a la parte final de tus comentarios sobre la polisemia, en donde comentabas que ibas a terminar con un chiste sobre la polisemia, ahí te mando uno, breve pero desde mi punto de vista, simpático.
    “Oiga, usted no nada nada?”
    “no, no traje traje!

    Un saludo, Elena

  2. Llevo pensando en chistes basados en polisemias, y no, no me vienen. Hay muchos más basados en homonimia, como los dos que ya han salido, o este que traigo de Twitter (#turismobisbal): “Me quedo sin poder ir a Londres, me han dicho que sólo aceptan Libras, y yo soy Acuario!”

  3. Juicio
    Un alumno, al hablar de don Quijote, me dijo: “El Quijote era un hombre que había perdido un juicio”. Yo —con cierta picardía— le pregunté: “¿Qué juicio?” Y él me respondió: “No sé, le habían hecho un juicio.” En el libro de estudio decía: “Alonso Quijano, habiendo perdido el sano juicio…”

  4. Alberto:
    Si amigo, incluso existe una “hoja de afeitar”. Y así hasta ver como el corazón se convierte en un tambor: “Roger saltó de la cama. Le pareció que la fatiga desaparecía de golpe y que su corazón se convertía en un tambor al que aporreaban con furia. No pudo hablar.” (Vargas llosa, “El sueño del celta”)
    Hablar bien, escribir bien, escuchar bien.
    ¡Gracias maestro!
    Saludos,
    Cecilio

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