Etimología de ‘sarcófago’

Sarcófago es una palabra de origen griego que significa originariamente ‘devorador de carne’. Este significado no nos extrañará demasiado si tenemos en cuenta para qué sirve el invento, pero es que además tiene su explicación y su historia.

La palabra sarcófago está formada sobre raíces griegas: sarkós, que significa ‘carne’ y phagein, que es ni más ni menos que ‘comer’. En realidad, la expresión que se empleaba al principio era líthos sarkophágos, o sea, ‘la piedra que se come la carne’. Esto era así porque había una piedra a la que se le atribuía en la Antigüedad la propiedad de comerse los cadáveres que enterraban en ella. Así es como nos lo cuenta Plinio el Viejo en su Historia natural:

En Aso de Tróade se encuentra una piedra hecha de láminas a la que llaman sarcófago. Es sabido que los cadáveres que se depositan en ella se consumen en el plazo de cuarenta días (menos los dientes). Además, según Muciano, los espejos, raspadores de cuerpo, ropas y calzado que se entierran con el muerto se transforman en piedra. En Licia y en Oriente hay también piedras de este tipo que si se juntan con los cuerpos, incluso de los vivos, se comen la carne [libro 36: “Historia natural de las piedras”, capítulo 27].

Un sarcófago
Un sarcófago

Esta piedra se utilizaba para fabricar recipientes funerarios. Con el tiempo se empezó a llamar sarcófago simplemente a cualquier féretro de piedra, se comiera la carne o no se la comiera, y al final acabó significando simplemente ‘ataúd’, sin que importara el material.

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Antes de terminar conviene aclarar que esta palabra no llega a nuestra lengua directamente, sino a través del latín sarcophagus. Es muy normal que esta lengua actúe como vehículo para las palabras de origen griego en castellano.