Fallos en una exposición oral: Contar cosas que no entiendes

Si queremos que nos entiendan, lo primero es entendernos nosotros. Así de fácil. Y así de difícil. Para presentar eficazmente un producto, explicar una lección con claridad o seducir a un tribunal con un tema, es imprescindible que nos hayamos metido en las entretelas de ese producto, que nos hayamos empapado de la asignatura y que hayamos destripado esa materia.

Uno de los típicos fallos de principiante de quien tiene que hablar en público consiste en repetir conceptos, ideas y argumentos que no ha entendido, pero que le han parecido importantes. Craso error. Cualquier persona que esté escuchando y posea unos mínimos conocimientos del tema se va a percatar inmediatamente de la presencia de unos cuerpos extraños que flotan como grumos sobre tus palabras.

Todos tenemos la experiencia de haber soportado una clase confusa, una explicación farragosa. Conviene desconfiar cuando esto ocurre. Como dijo Azorín, lenguaje oscuro, pensamiento oscuro. La labor del buen profesor o del buen orador, que para el caso es lo mismo, consiste en hacer fácil lo difícil y no al revés.

Si tienes que hablar en público, debes asegurarte previamente de que entiendes a la perfección lo que vas a contar. Si hay términos que se te escapan, debes consultarlos en un diccionario, a ser posible en uno especializado. No debes descansar hasta estar convencido de que realmente has captado su significado. Arranca una hoja de un cuaderno y haz un esquema que te permita ordenar y organizar los puntos. Dibújalo: represéntate de forma gráfica los conceptos principales y traza las líneas que muestran las relaciones entre las diferentes partes. Secuestra a tu hermano, a tu pareja o a tu compañero de piso y explícale la cuestión (la mejor forma de aprender es explicar).

Y después de todo eso, cuando puedas decirte sinceramente a ti mismo que sabes de lo que estás hablando, sal ahí y cuéntanoslo a todos. Entonces sí te lo agradeceremos.