Todo discurso tiene que cerrarse con una conclusión. Esto forma parte de las expectativas de tu público. Si falta, no te lo van a perdonar. Te vas a presentar tú solito como un principiante que deja coja su presentación y, con ello, habrás perdido tu oportunidad de convencer. Adiós al contrato, al puesto, al sobresaliente…
Desde los tiempos de la Grecia clásica, cualquier presentación que se precie se estructura siguiendo este principio básico, que debes grabarte con letras de oro:
Hablar de lo que se va a hablar, hablar y hablar de lo que se ha hablado
Estos tres momentos corresponden, respectivamente, a la introducción, el desarrollo y la conclusión.
La conclusión es la última oportunidad que tienes de captar la atención del público. Si no los convences ahora, ya no lo vas a hacer nunca. La gente, cuando se da cuenta de que se aproxima el final, suele estar más receptiva y quiere enterarse de todo lo que se le ha escapado antes. Emprenden entonces el regreso desde las lejanas tierras de Babia para acompañarte al menos en esos instantes finales. Aprovecha la ocasión. Es el momento de recapitular y, sobre todo, de priorizar. Plantéate una pregunta:
¿Qué es lo que quiero que recuerde mi público de todo lo que le he contado?
Cuando tengas la respuesta, prácticamente tendrás la conclusión.
Me encantan tus explicaciones. Soy colega jubilada
He leído en varias ocasiones que “lo bueno si breve, dos veces buenos”. Poco más puedo decir. Me ha encantado tu comentario. Muchas gracias
Muy interesante tu comentario, a veces por los nervios o falta de preparación no tomamos en cuenta este señalamiento, le dedicamos más tiempo a la introducción y al desarrollo, y terminamos sin dar nuestra aportacion o recapitulación de la expo. Lo tomaré en cuenta siempre. Saludos