La forma coloquial so que encontramos en expresiones como so golfo, so mentiroso, etc., es un intensificador que sirve para darle más fuerza a un adjetivo que tiene un significado despectivo. Fijémonos en un ejemplo tomado de un texto literario:
(1) —Di, so golfo, ¿no te gustan las chicas? —Sí. —Pues si eres cómico, tendrás más mujeres que nadie [Fernando Fernán-Gómez: El tiempo de los trenes].
En (1) podríamos eliminar so y el significado sería el mismo:
(2) Di, golfo, ¿no te gustan las chicas?
Sin embargo, tiene más fuerza dirigirse a alguien como so golfo que como golfo a secas.
So aparece únicamente en expresiones vocativas, o sea, en las que utilizamos para hablar directamente a alguien. El porqué resulta evidente en cuanto conocemos su origen. So es la última degeneración de señor. Así es como se fue desgastando la palabra a lo largo de los siglos hasta llegar a la expresión actual:
Señor > seor > seó > so
De alguna manera, cuando estamos llamando a alguien so golfo o so guarro, se activa el recuerdo histórico de que eso en otro tiempo fue señor golfo, señor guarro.
Sin embargo, hoy señor y so se han convertido en palabras diferentes. Esto se nota en que los hablantes actuales no las asocian, pero también en el hecho de que so ha superado algunas limitaciones combinatorias de señor. Por eso se puede juntar con adjetivos femeninos sin necesidad de cambiar su forma. Es lo que ocurre en este otro ejemplo:
(3) ¿Qué has dicho tú, so golfa? [Ramón María del Valle-Inclán: Luces de Bohemia].
Lo que le ocurre a so es que ha entrado en el camino que siguen las palabras que van abandonando el léxico para pasar a formar parte de la gramática. Ya no tiene un significado concreto como el de señor, sino solamente uno abstracto que se empareja con el de otra palabra para enfatizarlo.