Los nombres de los números tienen su plural como cualquier sustantivo que se precie. Este se construye de manera regular; es decir, cuando la palabra en cuestión acaba en vocal, añade la terminación -s:
(1) el cero > los ceros
(2) el siete > los sietes
En cambio, cuando acaba en consonante, toma la terminación -es:
(3) el tres > los treses
(4) el diez > los dieces
El ejemplo (4) tiene un cambio de consonante (z > c) que viene dictado por las reglas de ortografía del español, que por lo general no admiten una zeta ante la vocal e.
No es difícil imaginar contextos en los que podamos usar las formas anteriores, por ejemplo, hablando de las cartas de la baraja:
(5) Sisebuto barajó y nos fue repartiendo las cartas. A mí solamente me salían doses y treses.
Algunos de estos plurales se han convertido en palabras independientes con un significado específico. Por ejemplo, si vamos a Sevilla, nos enteraremos de que los seises son diez (!) niños que celebran una danza ritual en la catedral de esa ciudad. Aunque hoy día sumen una decena, originariamente fueron seis y de ahí salió su nombre. A partir de la forma de plural seises se creó un singular regresivo seise, que es el nombre que se le da a cada una de estas criaturas.
También es interesante el plural cienes. Esta forma solo es correcta en los (raros) casos en que estamos nombrando al número cien (en lugar de utilizarlo con su valor). Por ejemplo, imagínate una tarea en la que le mandamos a alguien lo siguiente:
(6) Subraya todos los veintes y todos los cienes que encuentres en esta tabla.
Casi nunca formamos oraciones como (6). En todos los demás casos, cienes es un vulgarismo. El plural de cien cuando nos estamos refiriendo a cantidades (en lugar de nombrar el número) es cientos. Por tanto, una expresión como la de (7) es incorrecta:
(7) Te lo he explicado cienes y cienes de veces.
Debemos decir esto otro en su lugar:
(8) Te lo he explicado cientos y cientos de veces.
Un matemático, naturalmente, se aproximaría a los números como abstracciones (o yo qué sé qué cosas), pero los lingüistas nos preocupamos de cuestiones tan peregrinas como el nombre que recibe cada uno de ellos en un idioma y sus posibles plurales.